Capítulo VII

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El pecho de Frederick subía y bajaba con rapidez, pequeñas gotas de sudor se deslizaban por todo su rostro, el clima árido de la ciudad no era lo suficiente helado para enfriar el corazón de un hombre enfadado. Adina intentaba no temblar por culpa del miedo, pero sus labios y manos le delataban, podría decirse de que estaba al borde de sufrir un colapso, donde el llanto intentaba refugiarse gracias a un poco de consuelo que cierto minino de rayas anaranjadas le  estaba brindando sentado sobre sus huesudas piernas. Después de obligar a su pequeña hermana para  ir directamente a su hogar luego de encontrarse con semejante escena, Frederick no le dirigió la palabra al hombre que se encontraba tan asombrado como Adina y a juzgar por la apariencia que tenía además del auto que cargaba, era más que evidente de que aquel era un joven pudiente y al igual que Frederick, el muchacho aparentaba una edad similar, lo que colocaba al hermano de Adina en una posición en la que no deseaba estar.

—¿Quién es ese hombre? — preguntó Frederick severamente, colocandose en la misma posición que solía adoptar el padre de ambos cuando algo lo enojaba. — Y espero que me digas la verdad Adina.

La jovencita tragó grueso y sin mirar a su hermano a los ojos, comenzó a hablarle de todo lo que había sucedido, desde aquella tarde lluviosa donde había conocido a los hermanos Firgretmann, incluyendo el papel de tutora que desempeñaba para el menor de los hermanos y hasta las razones que justificaban la hora de su tardía llegada.

—Eso no explica el porqué estabas a punto de besar a ese hombre. — detalló su hermano.

—Y-yo no sabía lo que estaba haciendo. — murmuró la menor intentando ocultar el miedo que sentía.

—Éstas muy pequeña para tener novio Adina. — suspiró Frederick intentando por su parte mantener la calma. — Tu no tienes ni idea de lo que los hombres como él buscan en jovencitas como tú. — aseguró.

La muchacha que antes estaba nerviosa, ahora se encontraba el doble de lo anterior. Se sentía aturdida por la llamada de atención de su hermano, pero también tenía un huracán de sentimientos y emociones en su interior que le hacían revivir una y otra vez lo cerca que estaba de darle un beso a Adler.

"solo intentan aprovecharse de chicas inocentes como tú, buscan desvirtuar lo más valioso que tienen. — murmuró, refiriéndose a esa condición que hacía pura a su hermana. — Tu tienes un hermano y mientras sea así nadie se aprovechará de ti ¿entiendes?

Frederick se acercó a su hermana y acarició su cabello, el enojo que en un primer momento sentía, se transformó en pura preocupación que se instaló rápidamente en su mente. Había perdido a sus padres y lo único bueno que le quedaba en la vida era Adina, él estaba dispuesto a hacer todos los sacrifios que fuesen necesarios para proteger y cuidar a la única persona por la cual él se levantaba todos los días a luchar contra el mundo que quería verlo derrumbado, era ella. Adina era la luz, ese brillo que se manifestaba en sus ojos, la única esperanza que le quedaba a Frederick, no iba a dejar que nadie le hiciera daño y mucho menos un hombre rico, que sólo intentaba endulzar sus oídos para desgraciar al tesoro más grande de su vida.

Adina asintió y abrazo a su hermano mayor, tenía miedo pero se sintió tan emocionada y culpable en ambas partes por lo que había pasado con el mayor de los hermanos Firgretmann ¡Casi daba su primer beso!

—Tendré que hablar en la escuela para que no seas más la tutora de ese niño. — murmuró el mayor.

La muchacha levantó la cabeza y observó a su hermano, negando rápidamente.

—Y-yo me encargaré Fred. — dijo. — No vayas a la escuela por favor. — pidió.

Frederick miró con detenimiento a su hermana y asintió con cierta desconfianza.

—Bueno, ya sabes Adina. No quiero hablar mas sobre ésto. — con las manos en sus bolsillos, se despidió de su hermana y cerró la puerta de la habitación.

Suspiró ondo y rasco su cabeza con preocupación, ahora no sólo tenía problemas económicos — los que siempre había tenido — sino que ahora también debía de preocuparse por cualquiera que pudiera hacerle daño a su hermanita, empezando por ese desconocido.

Y mientras Frederick se encontraba inquieto, Adina estaba a punto de estallar de la alegría. Ningún chico se había fijado en ella antes y tampoco existía un interés de su parte por el sexo contrario hasta que apareció Adler, sentía que iba a tocar las estrellas con la yema de sus dedos en el preciso instante cuando sus narices chocaron.

—Casi doy mi primer beso Señor Bigotes. —susurró la jovencita, hablando con su gato, el cual estaba muy a gusto en sus piernas. — hubiera sido magnífico.

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Algunas semanas habían pasado luego de el encuentro que desagradó al hermano de Adina y a pesar de que ella le dijo que había abandonado las tutorias, todo resultaba ser una pequeña mentira, a pesar de que Adina jamás mentía, sintió el inexplicable impulso de hacerlo  para así continuar con las tutorias de Joseph, jovencito que no resultaba tan agobiante como ella pensaba que era al principio. La actitud del menor de los hermanos Firgretmann había cambiado radicalmente, todas las personas estaban asombradas de su cambio, desde que Adina había tenido esa conversación con el chico, éste había dado un giro de 180° a su vida. Había mejorado su rendimiento academico y poco a poco dejaba de meterse en problemas.

Adina pensaba que se debía simplemente al hecho de que logró convencer al muchacho de tomar un camino diferente, pero ella realmente desconocía la razón principal en el cambio de su compañero y aquella verdad, era la misma presencia de ella. Joseph comenzó a enamorarse de la jovencita de una manera descontrolada y en todo lo que hacía, esperaba ansioso las palabras de la chica por la cual suspiraba. Había tenido otras noviesitas antes, pero esa maravillosa personalidad de la muchacha lo flechó por completo. Sus días dejaban de ser oscuros cuando ella aparecía tras la puerta con una sonrisa y algunos libros en sus manos.

Ambos jóvenes se encontraban en el receso escolar, y asi como Adina había tenido un impacto positivo en Joseph, el muchacho poco a poco animaba a la chica a salir de su caparazón, el primer paso había sido convencerla de ir al patio de la escuela, lo cual le había costado trabajo, pero así como Adina, él estaba en una posición muy firme para ayudarla a vencer sus miedos. Los amigos del joven rebelde se convirtieron en los amigos de la chica y en unas pocas semanas, se había convertido en una de la jovencitas populares, todos habían podido conocerla al fin, ella era  la niña que se escondía detrás de un libro, el bicho raro se había transformado en una bella mariposa y su aspecto físico también había cambiado, la trenza que antes recogía su cabello rubio fue removida cuando tuvo la suficiente confianza de dejar su cabello al aire para que bailará libremente al compás del viento, también cuidaba más su apariencia y deseaba siempre estar presentable para toda ocasión.

Todos notaron el cambio de Adina incluyendo el hermano mayor de Joseph, mismo que intentaba tomar distancia con la jovencita luego de la escena que había presenciado, aquello hizo que Adler replanteará toda la situación y se percatará del rumbo que estaba siguiendo por culpa de sus impulsos y sentimientos. Adina tenía la edad de su hermano y muy probablemente él tendría la edad del hermano de la muchacha, aunque cinco años no hacía mucha diferencia ¡Ambos podrían ser hermanos! Se sentía confundido pues jamás había sentido atracción alguna por  chicas tan jóvenes como Adina ya que prefería a muchachas de su edad y en algunos casos mayores que él. Las cuestiones morales marcaron distancia entre Adina y Adler, y aunque ella aprovechaba las tutorias de Joseph para percatarse de los movimientos del mayor de los hermanos Firgretmann, éste intentaba mantenerse al margen, a pesar de que ya era muy tarde porque la muchacha generaba en él una atracción desbordada.

Editado - 11 oct 2021

La Sombra De Mis Recuerdos / EN EDICIÓN Where stories live. Discover now