Capítulo XV

502 56 42
                                    

Frederick había llegado a su hogar en la noche, como era de costumbre para el muchacho, cada vez le costaba más conseguir empleo, nadie deseaba contratar a un judío lo que dificultaba mucho sus posibilidades de traer pan a la mesa, así que tomó la decisión de buscar trabajo en el campo fuera de la ciudad, donde había logrado conseguir uno que otro trabajo que mantenía su estómago y el de su hermana, lleno.

Adina había preparado ya la cena y aunque había servido los platos con estofado, no resistió las ganas de salir corriendo al baño a vomitar todo lo que había comido en el día. Su hermano se preocupo, pues la jovencita tenía unos cuantos días así, vomitando de cada nada, el color de su piel se había puesto más pálido de lo normal, pero no sabía si tenía que ver con la razón de que Adina tenía prohibido salir a la calle por lo peligrosa que se había convertido la vida para los judíos, algo que su hermano quería evitar a toda costa.

Era el pan de cada día ver escenas de golpizas en las calles, policías contra algún transeúnte judío, sin razón aparente, ellos tenían la oportunidad de golpear a quien se encontrarán en su camino a los ojos expectantes de las demás personas.

La muchacha regresó como si nada, Frederick la miró con bastante preocupación.

—Termina de comer para ir al apartamento del doctor Hoffman. — indicó. — llevas días así Adina, no creo que sea algo normal.

Adina asintió sin poner objeción, aunque le parecía que era algo tarde par molestar a sus vecinos, sabía que lo que tenía no era normal y en parte se sentía culpable por vomitar la comida que con tanto esfuerzo, su hermano conseguía.

Los dos jóvenes cenaron en silencio y después de que Adina lavara los platos, se vistió y acompañó a su hermano. Dos apartamentos a la derecha del suyo se encontraba viviendo el doctor Hoffman con su esposa, ambos de edad media y sin hijos a los cuales criar, eran personas bastante tranquilas amantes de la buena música y el silencio. El señor Hoffman tenía muchos años ejerciendo su carrera, hasta que los alemanes lo dejaron sin trabajo y sin licencia, solo podía chequear a judíos por el ser uno de ellos, así que convirtió su hogar en un pequeño consultorio donde a un bajo costo, ayudaba a sus vecinos y quien necesitará de sus servicios.

El hombre mayor abrió la puerta y le dio una cálida bienvenida a ambos hermanos, su esposa se encontraba en la cocina y les ofreció una taza de té, la cual no pudieron rechazar. Se sentaron en la sala para empezar a hablar de los síntomas de la pequeña.

—¿Cuantos años tienes Adina? — preguntó.

—hace poco cumplí los diecisiete señor Hoffman. — indicó la muchacha.

La respuesta de todas las preguntas que el doctor hacía, las escribía en una pequeña libreta, para llevar un pequeño historial sobre su paciente, luego de pesarla y medir su estatura, el doctor le indicó a la muchacha ir a una habitación, para hacerle una pequeña revisión, a lo que no pudo negarse.

—¿Puedo acompañarla? — pregunto su hermano.

—Hijo, es mejor qu esperes aquí. — le indicó el doctor. — no tardaremos mucho.

Adina y el mayor entraron a una habitación, donde había una camilla y una silla. Después de unas cuantas preguntas, el doctor comenzó a tocar el estómago y vientre de la muchacha.

—¿Haz presenciado ausencia de tu menstruación? — preguntó.

La chica pensó en aquello y asintió.

—¿Desde cuando Adina?

—Supongo que hace dos meses o tres, no lo recuerdo bien. — indicó. — he estado con mucho estrés por la situación actual, así que creo que se debe a eso ¿Que tengo doctor?

La Sombra De Mis Recuerdos / EN EDICIÓN Where stories live. Discover now