Capítulo XXXXIII

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Adler y Adina caminaban por las calles austriacas, él no portaba su característico uniforme y parecía ser una persona completamente diferente, como era de esperar, las mujeres se quedaban viendo su perfil desde lejos y no era para menos, él era un hombre alto, delgado pero con un poco de músculos que se notaban sobre su sobretodo de color negro, su rostro era un poco alargado y sus facciones estaban bien marcadas, su cabello rubio resaltaba, pero todo él lo hacía también. Adina mientras tanto guardaba su distancia, como si aquello pudiera evitar malinterpretar lo que ellos tenían, pero no debía darle más vueltas, habían tenido sexo y ya había pasado, pero estaba preocupada porque Adler quizás anhelaba algo que ella no podía ofrecer. Para su alivio, él no habló en absoluto lo que había sucedido la noche anterior, andaba más concentrado hablando de su niñez y preguntando cómo había sido su vida antes de estar en el jardín.

—Mi padre falleció en un accidente y mi madre murió años después por culpa de una enfermedad. — murmuró, sin dejar que todo el engaño no afectará lo que realmente le había ocurrido a sus padres. — desde entonces he tenido que arreglarmelas yo sola. — dijo con pesadez, sintiendo que estaba mal ocultar a su hermano, aunque sabía que era lo mejor para él. — todo mejoró cuando comencé a trabajar en el jardín al principio comencé como ama de llaves, me encargaba de limpiar y esa misma noche, mi primera noche, la cantante había enfermado y yo era la única con una voz decente para cubrirla. — hizo una pausa. — al público le gustó tanto, que desde esa noche empecé a cantar.

—Vaya. — exclamó el joven metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón de vestir. Ambos se habían sentado en unas bancas en un parque cercano de la cafetería en la que se habían citado, al frente de ellos tenían una linda fuente. — no sabemos lo que nos tiene deparado el futuro.

Adina asintió, él no lo sabía, pero ella no podría estar más de acuerdo con sus palabras ¿Que pasaría si Adler se enteraba de quien era en realidad? ¿Seguiría teniendo el mismo interés? ¿La llevaría con la gestapo? Todas esas interrogantes se planteaban en su cabeza mientras Adler hablaba de su estadía en Francia. Ella intentaba escucharlo, pero andaba tan perdida en sus pensamientos que al poco tiempo, el joven se percató de que ella estaba más concentrada observando la forma en la que el agua caía de la fuente, que en la conversación que él sólo estaba sosteniendo.

—¿Que harás cuando todo ésto termine? — murmuró la joven, dejando perplejo al rubio quien no esperaba una pregunta como esas.

—Cuando Alemania gane la guerra, quizás pueda retirarme de las SS. — murmuró, como si la victoria de la Alemania de Hitler no fuera una posibilidad, sino un hecho. — podría volver a la universidad a terminar mi carrera de economía, impartir clases en la universidad o quizás ser el economista de algún personaje importante.

Adina asintió, él la miró directamente a los ojos. — ¿Tu que harás? — preguntó curioso.

La joven se encogió de hombros, junto ambas manos y sonrió. — Solo quiero estar vida y tener salud. — respondió. — Quizás inicie de cero en un lugar nuevo, aveces los cambios son necesarios.

El comandante asintió, no había entendido muy bien sus palabras, pero respeto sus pensamientos, una verdad se encontraba oculta detrás de esas simples palabras y él estaba tan ajeno a eso, que no era de esperarse que no fuera capaz de entender exactamente lo que ella había tratado de decirle en secreto.

—Podríamos empezar ese cambio de cero juntos. — Adler tomó la mano de Adina, su mano estaba fría, casi congelada y la de él estaba tibia.

Ella lo miró, como si pensará que estaba completamente loco, su ceño se arrugó y aunque intentó parecer ajena, su rostro la delataba por completo.

—Adler, no podemos. — dijo, separando su mano con rapidez. — eres un hombre importante y yo solo soy una cantante de un cabaret. — murmuró, tratando de hacerlo entrar en razón sin tener que revelar los verdaderos motivos. — somos de mundos completamente diferentes.

—¿Y eso qué? — preguntó moviendo sus manos. — empezaremos de cero en un lugar totalmente nuevo, nadie sabrá quiénes somos.

Ella negó, pero no dijo nada, esperando que Adler terminará de hablar.

—No quise darte una imagen equivocada. — dijo, tratando de disculparse. — solo nos acostamos Adler, no tienes que casarte conmigo. — murmuró. — no tienes que ofrecerme tu protección, ni el dinero o el poder que tienes. — hizo una pequeña pausa para respirar. — no necesito nada de ti, solo somos dos jóvenes que desean pasar un bien rato, eso creo que somos.

El rechazo abofeteo al joven alemán quien de sintió un poco aludido por las palabras que la chica que lo tenía loco decía con bastante seguridad. Adina se levantó de la banca, dispuesta a caminar a su hogar y dando por terminada la pequeña aventura de una noche con Adler, porque sabía que esas palabras iban a causar estragos en su ego, y no estaba equivocada. Él tomó su mano y se levantó con la rapidez de un resorte, la miró sin vacilar, incluso parecía que el joven intentaba descubrir el secreto que se escondía detrás de sus ojos.

—Si sólo quieres eso. — susurró. — me refiero a nuestra aventura. — hizo una pausa para humedecer sus labios con su lengua en un gesto sensual y nervioso. — si sólo puedes ofrecerme eso, lo aceptaré sin hacerte preguntas.

Adina lo miró, definitivamente Adler estaba loco o se había encaprichado con ella. En el fondo, sabía que se trataba de la segunda acción, pero no discutió ese punto, porque en su interior, ellz lo necesitaba tanto como él. Subieron a su auto y llegaron al apartamento del comandante, el mismo proceso fogoso lleno de chispas y electricidad recorrió cada centímetro del lugar, parecía que no podían detenerse en cuanto amar se trataba y se sentían muy a gusto en los brazos del otro, cada caricia, cada beso, cada latido de su corazón se había fundido en un mismo sentimiento, la magia ahora era real y sólo eran dos jóvenes cubiertos por una fina capa de sudor en sus cuerpos, las sábanas blancas se deslizaban sobre ellos como el pétalo de una rosa y se podía respirar el deseo, la necesidad y desesperación del momento. Ningún tiempo sería suficiente porque a pesar de no tenerse por completo, habían aceptado amar lo poco que podían del otro.

La Sombra De Mis Recuerdos / EN EDICIÓN Where stories live. Discover now