—Y... ¡Terminé! —sentencié.
— ¿Y?
—Es un 65 % de compatibilidad. —concluí.
— ¡No está mal!
— ¿Quieres probar, Rikki?
— ¿Por qué querría? —se quejó, abriendo los ojos excesivamente.
— ¡Qué aburrida! —Noté que Cleo parecía mirar con un poquitín de curiosidad la revista—. ¿Y tú?—extendí mi brazo, para que Cleo pudiera alcanzar la revista pero ella negó.
Realicé el mismo acto pero a la persona que estaba a mi costado derecho. La aludida apartó la vista de su lectura para mirarme con recelo.
—No, gracias.
— ¿No quieres saber cuan compatible eres con... ¡Byron!...? —solté con sorpresa, cuando el rubio rizado apareció en mi campo visual.
—Hola. —sonrió Emma.
—Hola, chicas —las cuatro le sonreímos—. Esperaba que pudiéramos hablar —dijo, pero estaba mirando a Emma—. Pero tal vez no es un buen momento. —entonces nos miró de reojo.
Me encogí de hombros, como diciendo: "Está bien".
—Tranquila. No escucharemos. —confirmó Cleo.
Noté que Emma parecía dudar por lo que me corrí hacia el costado tirando de ella, para hacerle un hueco a Byron. Mientras lo sentía tomar asiento junto a mi amiga, intenté, enfocarme en mi lectura. Recalco que lo intenté, porque era un tanto en vano, si es que prácticamente los tenía conversando en mi oído.
— ¿Qué sucede? —inquirió Emm.
—La... semana que viene empiezan las competiciones de verano y... quiero ganarle a Zane en los cien metros, pero él siempre me gana. —el tono de Byron sonó un tanto... frustrado, al final de la última frase.
—Está bien llegar de segundo... —comenzó Emm, con tono condescendiente.
—O tercero, o cuarto —continuó el—. Pero... no sé cómo explicarlo; necesito ganar.
—Sí, sé cómo se siente —repuso Emm—. O al menos, lo sabía.
—Tú eras la estrella del equipo hasta que lo dejaste. Lo cual, es todo un misterio para mí —comentó Byron, y sonaba genuinamente intrigado—. Eres como una patineta de primera guardada en un armario.
— ¿Sabes? Opino lo mismo —Cleo, le dio un codazo a cierta rubia impertinente—. Lo siento, no escuchaba.
—Quiero que me enseñes a vencerlo —continuó Byron—. Enséñame a ser un campeón, a tener instinto competitivo —añadió—. Pero solo temporalmente; no quiero obsesionarme con ganar toda la vida. ¿Podrías ayudarme?
Noté que Emma se tensó en esa última frase, pero fue capaz de recuperar la compostura. Sonrió con pesar y respondió:
—Lo siento, Byron, pero ya no estoy en eso de las competencias. Es una vida pasada —nos miró de reojo—. No puedo.
—Está bien. Lo entiendo —Byron se puso de pie y sonrió una última vez—. Nos vemos.
—Emm.
—Hiciste lo correcto.
—No podemos acercarnos a una piscina.
Sin decir ni una palabra, Emma se levantó y se fue a algún lado. Volví a correrme hacia el costado cuando una segunda persona ocupó el asiento vacío. Le eché una rápida mirada a Cleo. Pero ella no estaba mirándome a mí.
—Las he buscado por todas partes, chicas. —murmuró Lewis, con un tono de papá enfadado.
—Hola para ti también. —saludé, mientras pasaba una página de mi lectura.
—Lewis, necesitas conocer nuevas personas, ¿sabes? —Dijo Rikki, mirándolo con hastío—. Socializar, hacer amigos, crear vínculos afectivos, ¿sabes lo que es eso?
—Es que ustedes son la mejor compañía —Lewis le dedicó una sonrisa. Entonces noté que sostenía en su mano derecha unas tijeras. Lo miré con recelo. ¿Por qué anda con unas tijeras tan descuidadamente?, ¿No sabe que puede lastimar a alguien?—. Necesito cabellos. —dijo, respondiendo a mi pregunta no formulada.
— ¿Hah?
—Necesito hacer más pruebas, para mi investigación —dijo con sencillez, mirándola con cara de que debía ser demasiado obvio—. Si me permiten —entonces estiró su mano en mi dirección, alcanzando un mechón de mi cabello. Yo solo miraba un tanto perpleja como la tijera se acercaba peligrosamente a mí. Todo el proceso de perder un poquitín de cabello sucedió en cuestión de segundos, pero yo estaba impactada—. Listo. Bueno... Adiós.
— ¿Cómo se atreve a pedirnos cabellos? —espetó Rikki, una vez que Lewis se había ido.
—Solo me los pidió a mí. —corregí.
— ¡Es igual! —exclamó—. Él y sus experimentos están comenzando a molestarme.
—Solo quiere ayudar. —lo defendió Cleo.
—En verdad lo dudo. Solo le gusta molestarnos. Y ya deja de defenderlo.
—Estás enfadada. —qué observadora.
—Sí, tu cara da miedo. —comenté, con una sonrisa burlona.
Rikki nos miró con hastío.
—Si él fuera un conejillo de indias, también estaría enfadado —bufó—. ¡Y mi cara siempre ha sido así...! ¿Del lado de quien estás?
¿Cuándo se formaron los bandos en primer lugar?
—Solo digo que... si continúas con esa mala cara te vas a poner fea y arrugada, ¿verdad, Cleo? —dije, con toda intención de fastidiarla—. Anda, sonríe.
Rikki abrió la boca al mismo tiempo que levantaba las cejas por la sorpresa.
— ¡Ja! ¿Qué?
—Desde aquí te veo una que otra arruga. —me burlé.
—No me hagas reír —espetó. Un par de segundos después, se volvió hacia Cleo—... ¿De verdad?
—Ahm, ¿saben algo? —Intervino Cleo, haciendo caso omiso—. Conozco a Lewis desde los cinco años y nunca lo he visto enfadado.
Ambas arqueamos una ceja.
— ¿Ah, sí? —Cleo asintió, muy segura. Bueno, eso es...
—Interesante. —Rikki sonrió.
— ¿Qué parte es interesante? —cuestioné, frunciendo el ceño.
Ella sonrió ampliamente mientras se encogía de hombros.
—Solo quiero... comprobar si lo que dice Cleo es cierto.
—Lo es. —reiteró la morena.
—Ya la oíste.
—No está de más comprobarlo por nosotras mismas —insistió—. He estado pensándolo pero... ¿no tienen curiosidad por descubrir, por ejemplo, que Lewis en realidad sea un androide proveniente del futuro?
Parece que alguien mira demasiadas películas de ciencia ficción.
— ¿Por qué haría eso? —Le pregunté, incrédula—. Yo tengo una vida. —Rikki se detuvo repentinamente y se giró, quedando frente a mí.
—Ah, ya entiendo —dijo, en un tono curiosamente alto—. No quieres que moleste a Lewis, ¿verdad? —ladeé la cabeza con confusión y noté que Cleo presenciaba nuestro intercambio, sin decir ni una palabra.
—No se trata de eso, Rikki —negué, rodeándola para continuar caminando—. Trato de salvarte a ti de desperdiciar tu tiempo y a mí misma de que me arrastres en esto. —bufé, sintiéndola caminar detrás de mí.
— ¿Cuál es el problema? Somos jóvenes y tenemos tooodo el tiempo del mundo para desperdiciar —excusó—. Pero, si lo que pasa es que te causa tanta molestia que Lewis se vea afectado por...—me detuve, haciendo que chocara con mi espalda.
—Ya te dije que no me importa. —insistí, un tanto irritada. Desde que supo lo del incidente con la última luna llena, Rikki no me había dejado en paz; buscando oportunidades para lanzarnos indirectas a Lewis y a mí.
—Entonces, apostemos. —propuso repentinamente.
— ¿Qué? —pregunté, de mala gana.
—Tú, que Lewis no se va a enfadar sin importar lo que yo haga, y yo que... explotará de lo enfadado que estará. —suena a que hay algo sospechoso en todo esto, pero...
— ¿Y qué pasa si pierdo?
—Chicas, ¿qué están diciendo?
—Es simple. —Cleo había intervenido para decir algo, pero Rikki la ignoró olímpicamente.
—Si pierdes tendrás que... comprarnos bebidas durante un mes. —continuó. Hice una mueca.
— ¿Y si tú pierdes?
Rikki se encogió de hombros.
—Lo mismo.
Medité durante unos pocos segundos
—Muy sencillo —dije al fin—. ¿Qué tal esto? Si tú pierdes —sonreí sin poder contenerme ante la idea fresca en mi cabeza—... serás amable con Zane y no lo insultarás durante un mes. —la sonrisa de Rikki se esfumó y pareció titubear. Parecía que iba a echarse para atrás, pero...
—Lo acepto. — ¡esta chica y su bendita terquedad!
—Será la peor semana de tu vida. —canturreé.
— Eso ya lo veremos. —sonrió.
—Chicas...
—Entonces...
—Está decidido. —con un apretón de manos, tenso y lleno de hostilidad, el trato estaba hecho y no podíamos retractarnos.
Durante todo ese desarrollo, Cleo permaneció mirándonos en silencio, con una mirada cargada de reprobación.
*.*.*.*
Naturalmente, fuimos a informarle de nuestros planes malvados a la cuarta integrante.
Cuando atravesamos el umbral, encontramos a Emm en la cocina, dándonos la espalda mientras preparaba una bebida... energética, saludable.
—Hey —saludé. El vaso casi se le resbala de las manos, pero logró atraparlo—. Lo siento.
—Ohm, ¿qué hacen aquí? —inquirió, desconcertada.
—Llamamos a la puerta y... no contestaste. —por alguna razón, Emma no dejaba de pasear su mirada entre el vaso que sostenía y nosotras.
—Y también marcamos a tú teléfono.
—Estaba... ocupada.
—Sí, nos dimos cuenta.
—Pareces un poco tensa. —observó Cleo.
— ¿Yo? —Las tres, asentimos al unísono—. No, para nada.
—Bueno, quería hablarte de algo que pensamos sobre Lewis... —Me extrañó bastante que Emma clavara la vista en la mesa, y se encorvara.
— ¿Emm?
— ¡Qué buena ducha! —un olor a champú invadió mi nariz, al tiempo que una figura rozaba mi hombro, al pasar a mi lado. Si mi vista no fallaba, y estoy segura que no lo hacía, esa persona era... un atractivo chico de pelo rizado, quien rodeó el mostrador y estiró la mano, alcanzando el jugo que Emma había preparado—. ¿Esto es para mí? Gracias —dio un gran sorbo a su bebida y se las arregló para sonreírnos espléndidamente, antes de volver a dejar el vaso vacío sobre la mesa y observar a Emma. Sí, miré todo esto en detalle—. Nos vemos.
Nadie dijo ni una sola palabra hasta que escuchamos el sonido que produjo la puerta al cerrarse.
—Chicas, les juro que hay una explicación para eso.
*.*.*.*
Lo prometido es deuda!
Nos leemos en el siguiente!! :D