Capítulo 91: Captura.

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91: Captura.

—¡Oh, Kayla, querida!

Cuando aparecí en su campo visual, el rostro de la señora Gilbert se iluminó y una amplia sonrisa apareció en sus labios. Por si no era lo bastante claro, incluso su voz transmitía el mensaje de que le alegraba mucho verme. Y, a pesar de todo, el sentimiento era mutuo.

— ¿Cómo has estado? —como había aprendido por todas las ocasiones en las que pasar el rato con Emma involucraba relacionarme con sus padres y hermano pequeño, sabía que la señora G no preguntaba por cortesía, pues su interés por conocer la respuesta era genuino.

Cuando me había hecho la misma pregunta meses atrás, ella se conformaría con un escueto «Bien, gracias» de mi parte. No fue sino al cabo de un tiempo cuando comprendí que eso no era lo que ella esperaba escuchar y, en el fondo, no era lo que yo quería decir.

Como consecuencia, aprendí a esperar y agradecer estas cosas: su genuino interés por mi persona, como si yo fuese digna de esa atención, aún sin habérmela ganado.

Sin embargo, en este momento era imposible para mí dar una respuesta apropiada... por obvias razones. Además, ¿qué iba a decirle? Veamos… ¿Por dónde comienzo? Mi padre me mantuvo encerrada durante días, me escapé y ahora mismo me encuentro en medio de evitar que una bruja y sus secuaces encuentren a mis amigos.

«Pregúnteme más tarde, cuando todo esto (o al menos, eso espero) haya terminado».

—Estoy —ups, por poco. Rayos, ¿podían culparme? Como si me hubiera mordido la lengua el ratón… solo que mi lengua estaba bien y en lugar de un ratón, la culpable era una bruja—. Ohm... bien. —los viejos hábitos nunca mueren, eh.

Pasaron unos segundos, en completo y absoluto silencio, y a esas alturas las dos lo sabíamos: no iba a responder, o al menos si lo hacía no sería del todo honesta.

No estaba bien, ¡nada estaba bien! y quizás no lo estaría hasta no tener una muy necesaria conversación con las chicas.

—Por favor pasa, querida, estás en tú casa. —entonces la señora Gilbert dejó el asunto en el aire y, una vez más, lo agradecí.

Sin embargo, su paciencia no era eterna y ella no pareció feliz cuando no quise pasar más allá del recibidor, y me arrastró a la sala. Era… terca y me dejaba sin manera o fuerzas para oponerme a su extraordinaria hospitalidad.

Me quedé en mi lugar, torpemente de pie, mientras mis ojos iban de la sala, a la cocina, y de allí a los escalones que llevaban al segundo piso, lugar donde, entre otras cosas, se hallaba la habitación de Emma.

Todo en esta casa con estilo minimalista, era agradable. El aire acondicionado, el silencio tranquilo, lo ordenado del espacio y el olor a limpio. Paz y tranquilidad se respiraba en este pequeño sitio perfecto y armónico. Era lo contrario a como luciría mi diminuta prisión de oro: sábanas arrancadas, una bandeja de comida a medio terminar sobre el colchón, una alarma rota, una puerta bajo llave, una ventana abierta de par en par y una cuerda que delataba un sueño de libertad cumplido a medias.

— ¿Y cómo has estado? —retomó aquella pregunta mientras tomaba asiento en el sofá, frente a mí. En algún momento, había regresado con dos tazas y me ofreció una de ellas. Humeaba y estaba caliente al tacto.

«Hablemos, Kayla».

«—¿Todo está bien?»

« ¿Hay algo que quieras compartir conmigo? »

«¿Qué estás ocultando de mí?»

¿Por qué estas preguntas otra vez?

«Lo sé todo».

H2O, sirenas del mar; La Otra SirenaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon