Capítulo 92: Confiar o no confiar.

304 43 47
                                    


Confiar o no confiar.

—¿Disculpa?

—¿Eres sordo o qué? —¡Oh, vamos, por favor! Reconocería este barco aunque estuviera a kilómetros de distancia (¿Cómo no hacerlo? Cuando el irónico «Research & Rescue Foundation» parecía estar riéndose de mí y de toda esta situación), porque era el medio de transporte por excelencia que Denman utilizó cuando estuvo de visita en la ciudad meses atrás y durante sus excursiones por la isla Mako y cuando, dicho sea de paso, casi se escapa con una muestra de nuestro ADN y con Lewis. ¡Esa bruja! —. Dije: quiero entregarme. Pésquenme o captúrenme o como sea que quieran llamarle. —repetí con firmeza, en caso de que la primera vez no hubiese sido lo bastante clara sobre mis intenciones.

Ante mi enérgica declaración, todo lo que atinó a hacer el secuaz número dos de Denman fue contemplarme de arriba abajo con ojos entrecerrados.

—No puedes estar aquí —dijo, con un tono un tanto severo y haciendo caso omiso de mis palabras anteriores—. Esta área está cerrada al público. Estamos… eh… trabajando. —agregó, dubitativo. Se percató de su error e intentó corregirlo: cruzar los brazos sobre su pecho, y sus músculos remarcados bajo la camisa que lo hacían asemejarse a un muro alto que no se dejaría traspasar con facilidad.

Tuvo el descaro de contemplarme de arriba abajo, rudo e insondable, como si yo fuese una especie de delincuente, una intrusa, que rompía las reglas del mar.

¿Trabajando? ¿Así es como le dice la doctora a la barbaridad que está cometiendo? Secuestrando, amenazando y engañando. No podía hablar por las chicas porque no sabía lo que podría estarles pasando en este momento (pero lo más seguro es que no era nada bueno) pero podía hablar por mí, por mi experiencia… personal y no había sido un paseo por el campo, sin duda. ¡Qué gran trabajo!

El sujeto no se inmutó en lo más mínimo cuando lo miré con una ceja en alto. No lo conocía en lo absoluto pero aparentaba estar tranquilo, en control de la situación, quizás un poco sorprendido y molesto por mí aparición, pero la expresión casi en blanco en su rostro no dejaba entrever demasiados detalles sobre su personalidad como para estar del todo segura.

—De todos modos, no puedes estar aquí. Este lugar está repleto de tiburones, te sugiero que regreses por donde viniste.

¿Acaso cree que no lo sé? Por favor.

Rodé los ojos y dejé escapar una bocanada de aire en un largo, largo suspiro de hastío y frustración, e ira. Exasperada e impaciente, sacudí una mano en el aire, en un gesto frívolo.

—Empecemos de nuevo, ¿Te parece? Genial —no esperé por una respuesta, negativa o positiva, solo seguí hablando sin detenerme. De alguna manera, me las ingenié para esbozar una amplia sonrisa que en realidad no sentía en lo más mínimo—. Acabo de recordar. Oh, mis modales. ¿Tú nombre es…? —me dirigí a él en un tono en extremo empalagoso y cursi, y lo hice con toda la intención del mundo... solo para provocar algo en él, de preferencia: molestar.

El "secuaz de Denman no identificado" me miró con recelo y tardó lo que me pareció una eternidad en responder una simple pregunta.

—Steve. —Soltó de mala gana, y al hacerlo pareció en extremo contrariado. Su rostro pareció agriarse. Era como si no quisiera proporcionarme aquel pedazo insignificante de información, o ninguna en lo absoluto.

—Steve, no hagas esto, por favor —le advertí, con un bufido saturado por una sensación de genuino hastío y cansancio, acumuladas durante horas y horas—. No finjas que no sabes de lo que estoy hablando —canturreé—. Ahórranos la molestia y el tiempo. —le dediqué una mirada significativa. Lenguaje no verbal, le dicen.

H2O, sirenas del mar; La Otra SirenaWhere stories live. Discover now