Capítulo 39: Sombreros de fiesta, payasos y ponis

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Para cuando terminé con todo el trabajo que, de pronto tenía que hacer ahora que era una empleada (a prueba) del Ciber café, mi reloj marcó las seis de la tarde, sin que yo fuese consciente de ello. Cosas como servir bebidas, tomar órdenes, hacer malabares con las bandejas de manera poco elegante y procurar equivocarme algunas (muchas) veces, ocuparon toda mi atención. Nic y Wilfred me corrigieron muchas veces y me explicaron cómo debía hacer el trabajo. Ambos tenían la paciencia de un santo.

En esas siete horas (quizás las más productivas y largas de toda mi vida), comprendí algo; resulta que trabajar en una cafetería era más complejo de lo jamás podía haber imaginado. No era solo entregar bebidas con una sonrisa (de esas sonrisas deslumbrantes que ofrecía Nic), parte del trabajo involucraba deleitar al cliente con comida deliciosa pero saludable, ofrecer un servicio de calidad y, entre otras muchas cosas, la más divertida, para mí al menos: experimentar con los sabores. Todo eso estaba muy bien, el problema era que Wilfred solo contaba con Nic, quien solo trabajaba a medio tiempo, claro. Por lo demás, dependía de sí mismo y de, no sé qué clase de poder mágico, para llevar adelante el Ciber Café; el siempre confiable. Y se lo agradecía, porque menudo problema sería para nosotras urdir nuestros planes sin nuestro sitio predilecto para las reuniones. Lo que es lo mismo a "para pasar el rato".

Era consciente de que estaba siendo evaluada y si hasta yo podía darme cuenta de mis muchos fallos, más aun mi jefe. Entonces ¿no eran mis esperanzas casi cero?

Aparte, apenas y tuve tiempo de alegrarme por pasar todo el día con Nic, respirando el mismo aire mezclado de café, jugo y pan. Tan cerca que nuestros codos llegaron a rozarse. Dos veces.

Entonces, ¿por qué permanecí allí, esforzándome? ¿Por qué no huí en cuanto tuve la oportunidad? Porque sería capaz; me conozco muy bien.

¿Por qué?

Tal vez... la sonrisa que recibí de parte de Nic al final del día uno. Era una sonrisa libre de preocupaciones, sincera, brillante. Y sus palabras, alimentando algo en mi corazón: "Nos vemos mañana".

También el hecho de que Emma y Rikki no se marcharon en ningún momento y esperaron por mí hasta el momento de cerrar.

—Bueno, ¿vamos a mí casa? —Rikki miró a Emma y asintió con la cabeza y el hecho de que no hiciera algún comentario elocuente me tranquilizó de sobremanera. Parecía cansada y un poco aburrida, por ende, sospecho que no hice un ridículo de mí misma.

Más tarde, todo en lo que podía pensar –aparte de la fiesta de cumpleaños de Cleo, claro –la cual era un secreto, obvio- era en darme una ducha y enterrar la cabeza en la almohada. Me dolían la espalda, los brazos y las plantas de los pies; había pasado mucho tiempo desde que había puesto mi cuerpo en movimiento; nadar no contaba porque... bueno, la cola hacia todo el trabajo y, técnicamente, en este momento "no existe". La sensación era casi desconocida pero... de alguna manera... no me desagradaba. ¿Cómo decirlo? Hacer algo que no había hecho antes... bueno, no está tan mal.

Con un ojo cerrado y el otro a punto de ceder, escuché a Emma, que no paraba de hablar de cómo el señor Sertori era el mejor planeador de fiestas del mundo y lo feliz que estaría Cleo con la sorpresa. Rikki y yo la escuchábamos en silencio sin interrumpirla en ningún momento, pues la notamos emocionada de verdad.

—Miren —Abrí los ojos. Emma extendía una fotografía en nuestra dirección. La había visto algunas veces, colgada en la pared de su habitación. En ella, una pequeña niña rubia pecosa y sonriente, montaba un poni que tenía un cuerno falso—. Esta es de su sexto cumpleaños. Fue la primera vez que monté un poni.

—Ugg. Adorable. —dijo Rikki.

—Pareces divertirte. —la pequeña niña rubia de la foto nos devolvía una amplia sonrisa feliz.

H2O, sirenas del mar; La Otra SirenaWhere stories live. Discover now