Los Cambios En El Amor

Por Rryolen

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Adamaris Gutiérrez es una mujer Mexicana que lucha constantemente por triunfar en un mundo en el que las medi... Más

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítu...💔
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13 MARATÓN parte 1
Capítulo 13 MARATÓN parte 2
Capítulo 13 MARATÓN parte 3
Especial Final De Maratón
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capitulo 17 MARATON parte 1
Capítulo 17 MARATON parte 2
Capítulo 17 MARATON parte 3
Especial fin del maraton
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capitulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capitulo 25
Capítulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55 Maratón parte 1
Capítulo 55 Maratón parte 2
Especial Final de Maratón
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70

Capítulo 55 Maratón parte 3

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Por Rryolen


Alan quedo de traer cobijas y algunos ropas  junto con algo de comer. Esos serían días duros para ella, y no podían quedarse a hacerle compañía, mientras que Mónica se apresuro en la búsqueda de pruebas que fueran contundentes, lo suficiente para que no  se alargue tanto el juicio.

Los días pasaron increíblemente rápidos tanto Alan como para Mónica puesto que aún no tenían nada seguro. Al atardecer del viernes Joel se unió a ellos para reclutar pruebas como única condición de que nadie se podía enterar que este estaba involucrado.

María y Marice también formaron parte del equipo.

Cada prueba tenía que ser revisada por peritos y auditores expertos en el tema, he ahí el porqué de conseguir todo lo más rápido posible y nos den la verificación de que todo está en orden. Si una prueba no posa por estas secretarías para ser válida no tiene valor en la corte.

El domingo por la noche llegó Mónica para decirle que la fecha probable de la sesión sería el jueves.

Mientras tanto para Adamaris cada día era eterno, había perdido la noción del tiempo y su apetito se había ido por completo y hasta le habían salido ojeras  debido a la falta del sueño.  Lo más traumático era que en la noche llegaban todo tipo de personas. La primera noche intento pedirles amablemente que no hicieran ruido, que trataba de dormir pero sólo consiguió que la insultarán. Tenía que aguantar, sería cuestión de días para que estuviera libre. O eso quería pensar. Todas esas noches extrañaba a Alejandro quería tenerlo cerca, abrazarla...Pero él ni una sola vez fue a verla, dejándola sumida en una gran incertidumbre. 

Para Alejandro todo fue caos. La prensa, su familia , los accionistas, la producción varada, su propio humor. Siente tantas emociones a la vez que son difíciles de lidiar con ellas, aunque ni siquiera sabe cómo sentirse o en qué creer.

Por otro lado, Mónica la tenía muy difícil puesto que Casa Victoria entregó un comprobante de pago a nombre de Adamaris inclusive con su firma. También porque su familia se había enterado que ella estaba defendiendo a la castaña. Su madre casi le da un infarto cuando al llegar a su casa le confirmó que era cierto que ella estaba ayudando a su amiga, a su padre poco le importó ya que ahora contaba con la posición económica que deseaba y su hermano... bueno él, simplemente no pudo descifrar su expresión aunque vigilaba de cerca cada movimiento que su hermana hacia.

Mónica no le dijo a Adamaris, sobre las  pruebas presentadas, suficiente tenía con lo que estaba padeciendo, ella podía solucionarlo, estaba segura que los peritos declararían que eran falsa, tenía un pálpito, algo no terminaba de encajar.

Alan por otra parte estaba desesperado, había renunciado apenas y se enteró de lo que pasaba con su hermana. Sentía que debía protegerla, ahora más que nunca su instinto sobre-protector y maniático salía a flote.  Cuando Mónica le dijo lo del comprobante de pago de la cuenta bancaria de Adamaris, no entendía por qué todo la señalaba, se estaba volviendo loco. Para él los principales y únicos culpables de lo que le ocurría a su bolita eran los Alcalá y la ex jefa de esta y no podía simplemente ni pensar en ellos sin llenarse de ira y sentimientos demasiado negativos.

No entendía por qué querían dañar a una persona tan buena y de buen corazón como lo era su hermanita. Ella no les había hecho nada, siempre era amable y atenta, responsable y cariñosa... Demasiado buena  y ahora lo tenía claro, ¡Había perdonado al hombre que le hizo tanto daño! Sabía que algún día la  iban a dañar, de hecho,  lo estaban haciendo.

Los días pasaron hasta que el día martes llegó. Desde temprano Mónica preparaba a Adamaris para el juicio, le aconsejaba en lo más que podía para hacer menos amena la situación.

Se despide de ella para poder continuar preparándose para el juicio, sabía que estaban nadando contra marea, pero no se daría por vencida, no vería a su amiga tras las rejas y mucho menos convencida de que era inocente. Sabía que sería difícil, sin embargo, ella no era la que daba su brazo a torcer. 

Todos se encontraban fuera de la secretaría de peritaje, le han mandado una copia al juez que han designado para el caso. Mónica estaba tranquila puesto que sabía que los documentos eran falsos. Uno de los peritos saco el resultado en conjunto al comprobante de pago y la firma de Adamaris en cheque, una hoja tamaño carta con letras en negritas donde se podía leer el resultado. El perito al mostrarlo a los abogados incluyendo a Mónica y Alan quienes reaccionaron completamente sorprendidos al leer su contenido. Y lo leyó.

Alejandro quedó sorprendido cuando sus abogados le dieron a conocer el contenido del papel. ¿Qué otra prueba quería? ¿A caso quería ella misma se lo confirmara? Se sintió ingenuo, fue un estúpido que se dejó llevar por los sentimientos, se engañó el sólo.

Sintió impotencia, rabia, pero a la vez le dolía el pecho, sentía que su cabeza explotaría, los ojos le escocían, sin esperar un segundo más salió como alma que lleva el diablo, se subió a su coche y empezó a recorrer las calles como si la vida se le fuera en ello.

Adamaris decidió repasar una vez más lo que Mónica le había dicho sin sospechar lo que se le avecinaba. Estaba nerviosa, ansiosa, las ojeras marcaban aún más sus ojos, los hacía más grandes incluso con más intensidad en su color natural. Su cabello estaba despeinado pues no podía bañarse ahí. Al segundo día de estar allí encerrada su cuerpo había desarrollado una constante ansiedad y paranoia que llegaban a convertirse en ataques de pánico. 

Pero no podía pensar en otra cosa que no fuera en el. 

Empezó a torturarse ella sola con la idea de que Alejandro no iba a volver, y al tercer día lo confirmó. Sin darle oportunidad de pensar algo más una sombra llamó su atención. Pasaban de las diez de la noche, se supone que ya no puede recibir visitas.

Al vislumbrar al hombre que se apodero de sus sueños del otro lado de las rejas corre hacia él. Necesitaba abrazarlo, olerle, pero él al contrario se alejó de aquellos barrotes.

—¡Alejandro, amor! —exclama feliz, sintiendo su pecho agitarse. Adamaris lo agarro de la mano, pero Alejandro rápidamente la aparta, sintiendo frialdad en la zona que la castaña había tocado.

Se arrepintió de no haber escuchado a su padre cuando le llamo al celular pidiéndole que regresara a casa, pero necesitaba verla, la anhelaba tocarla y extrañaba sentirla. Noto que el estado de la castaña no era el mejor y sin embargo, no pudo evitar apartar sus brazos lejos del toque de esta.  Por otro lado, pese a que la castaña estaba desconcertada por aquel gesto de su novio, no le dio importancia y sonrió con calidez, aunque su corazón se había apretado solo un poco.

—Viniste... —murmura ilusionada con sus ojos brillantes al igual que su flácido rostro. 

Su corazón saltaba de alegría que era  incapaz de creer que el castaño no corriera a consolarla, y en cambio el silencio reinara entre ellos. Adamaris no se imaginaba el gran esfuerzo que hacía Alejandro para no gritarle cuan ruin creía que era.

Si antes dudaba en su inocencia ahora no tenía ninguna duda que era culpable. Los documentos y firmas que tenía en su poder y que Victoria se había encargado de mostrarle, eran reales, por más que su corazón y mente le gritasen otra cosa ya el sabía la verdad.

 Ella lo había engañado, enamorado y estafado, todo por su propio beneficio.

 Ahora... Sólo quería verla pagar, era lo único que deseaba... o eso creía.

—¿Amor?

—¿Qué soy para ti? No, no, me equivoque de pregunta —ríe con ironía—, mejor dime, ¿Qué fui para ti? ¿Un imbécil, un patético, ridículo tal vez o idiota, no sé... tu dime?—cuestiona tosco apretando con fuerza su puño. 

Las palabras se le cruzaron y tuvo que tragar saliva para pasar el nudo que se le había formado en su garganta.

 Tenía tanta rabia y coraje, necesitaba descargarla con alguien. 

—Seguro que debí de parecer lo. Creyendo todas tus falsas palabras, viviendo solo por ti, queriéndote bajar el universo. ¿¡Para que!? Para que tú me dieras una puñalada por la espalda. ¿Fue divertido? ¡debió de serlo! Nos engañaste a todos... a Joel, a mí. Me imagino que ese era tu plan, llegar a mí por medio de mi mejor amigo. Enfrentarnos, quedarte conmigo, traicionarme y ¿después qué? ¡¿QUÉ?! ¿Pretender que nada paso?

Aprieta la mandíbula al compás de puños. Adamaris se atragantó con su propia saliva. 

Esa mirada era... ¿La odiaba? Su corazón se estrujo. 

—Te equivocaste de persona. Te voy a hundir. A ti y a tu familia, tal y como tú pretendías hacerlo conmigo —su voz se disipó hasta convertirse en un murmullo.

Adamaris no podía creerlo, ¿Pero de qué hablaba? Aun sin saber el motivo de su furia le dolía escucharlo decir eso.

—No sé de qué hablas... Por favor para. 

Ya en ese punto, Alejandro no podía parar. Estaba completamente cegado por el odio, por su orgullo herido. 

—¿¡Oh Mónica, todavía no te dice!? —tuerce una sonrisa—. Las pruebas que llevaron analizar, con los pagos que recibiste por los diseños son reales, son completamente verdaderos, te voy a hundir. 

Adamaris empezó a negar con la cabeza.

—¡Eso es mentira Alejandro! ¡Tienes que creerme, por favor! ¡YO SOY INOCENTE! ¡SOY INOCENTE! ¡TE LO JURO! ¡TE LO JURO! Te juro que soy inocente...

—Victoria...

—Alejandro... Victoria está mintiendo, ella miente y no entiendo la razón. No puedes creer en ella. ¡Yo te amo! Te amo... escúchame bien; jamás ¡JAMÁS! Buscaría dañarte. ¿Cómo puedes creer eso de mí?.

—¿Cómo negar algo que tus propios ojos han visto?. 

—Alejandro... por favor...Yo te amo. Te amo y te soy Leal, por favor. 

Alejandro apretó la mandíbula, viendo a Adamaris consumida en el desespero. Quiso correr a consolarla, decirle que el creía en ella, que todo iba a estar bien,  pero no lo iba a hacer, no cuando ella lo había  traicionado. Ella no puede estar hablando de lealtad. Alejandro sintió su cuerpo temblar. 

—¡Cállate! Ya no te creo nada. ¡Eres una mentirosa! —para Adamaris sus palabras se escucharon tan seguras, tan frías y vacías que la hicieron estremecer.

Sus palabras la torturan, parece que le girasen alrededor.

Mentirosa....

Ya no te creo...

Eres una mentirosa....

En un par de segundos su cuerpo fue perdiendo fuerza, sus manos que apretaban los barrotes cayeron a ambos lados junto con sus hombros. Alejandro cegado por la rabia acortó la distancia y llega al frente de la castaña que  ni se percata de aquel movimiento, su mente se encontraba ida, incapaz de reaccionar.

Entonces Alejandro pasa sus brazos a través de los espacios de los barrotes y con sus brazos toma los de ella apretándolos. La castaña jadeo, incapaz de mirarlo.

—¡Dime, ¿Por qué?! ¡¿querías dinero?! Si era por eso... yo... yo te fuese dado toda mi fortuna y más. .. ¡TODA! ¡¿Qué era?! ¡Anda, dime! ¿Qué me faltó? —conforme sus palabras salían su agarre crecía al punto de estar estimándola.

—Me estas haciendo daño... —jadea, pero no hace nada por apartarse.

—¡¿Qué fue?! ¡DIME! Ten el valor de decírmelo en la cara maldita sea. —insiste desesperado incapaz de medir su fuerza.

—¡Ya lo hice! ¡TE DIJE TODO! —grita a todo pulmón, congestionada a causa del llanto, enfrentándolo y lastimándose la garganta en el proceso—. Dime, ¿Qué quieres escuchar? Ya te lo dije todo, pero no me crees,¿Como puedo hacer para que me creas?.

—Tienes razón... ya todo está dicho —por fin aparta sus manos dejándolas caer a cada costado. El cuerpo de Adamaris no duró mucho de pie—. Espero que te pudras en la cárcel. Maldigo la hora en que me fije en una... gorda. Maldigo el amor que siento por ti.

Al acabar se permitió observar por última vez a la mujer que amó y a la que lo traición, Adamaris no lo veía a los ojos, es más ella ni siquiera estaba mirando un punto, sus ojos estaban vacíos, sin vida.

Alejandro suspiro tratando de calmarse, se arregló el traje y sin mirar atrás, abandonó aquella celda, dejando su corazón latente al lado de la chica que ama.

Él estaba por salir de la estación cuando se encuentra de frente con Alan, este al verlo se apresuró a encararlo.

—¡¿Qué haces aquí bastardo infeliz?! –le planta cara.

—Alan por favor, no queremos problemas...—intervine Mónica intentando persuadirlo, llegando un poco tarde puesto que se había retrasado al estacionar el auto y cuando entró, Alan ya lo tenía prendido del cuello de la camisa, ella lo toma del brazo haciendo que lo soltase, por inercia inspecciona el lugar y varios policías estaban observando la escena y algunos se estaban acercando dispuestos a intervenir.

—Sólo vine a ver con mis propios ojos a la persona que me ha arruinado —sentencia tajante.

—Mejor lárgate si no quieres que te parta la cara. Vuelvo a verte y te mato 

Duraron algunos minutos asesinándose con la mirada hasta que Alejandro salió del lugar aunque en el camino a la salida se encontró a Joel que iba a visitar a la mujer que ama. 

—¿Cómo puedes estar aquí después de lo que esa mujer nos hizo? —le pregunta asesinando lo con la mirada a causa de los celos.

—No se de lo que hablas pero yo creo en ella Alejandro. Ahora por favor, vete—pide Joel incapaz de pelear con su mejor amigo e intentando comprender la tensa situación que se encontraba. 

—Esa mujer te va a salir traicionando—asegura. Joel aprieta los puños contando hasta diez para no saltar y golpear a su amigo—, tal y como lo hizo una vez—prosigue. 

—¿De qué estás hablando? —cuestiona este acercándose amenazante, con ceño fruncido y mandíbula apretada. 

Mónica y Alan dieron un paso hacia ellos, pero no podían escuchar lo que hablaban. 

—Habló de que tu adorada gorda —Joel apretó los puños—, es mi mujer, MÍA.  Todo este tiempo te estuvo engañando conmigo —cuenta con burla, buscando herirlo y apartarlo de la castaña a la vez. Lo que no se imaginó era que Joel iba a lanzarle un puñetazo directo a la cara.

—¡¿QUÉ HAS DICHO ANIMAL?! —aquella reacción alertó a todos los presentes quienes corrieron a detener la pelea. Mónica y Alan fueron los primeros en llegar y Alan los separó, lanzandole un empujón a Alejandro y agarrando a Joel para que no siguiera la pelea—¡¿QUÉ HAS DICHO?! ¡REPITE LO QUE DICES! ¡HAZLO MALDITA SEA!. 

Los oficiales no podían contener la furia de Joel y Alejandro todavía en el piso, se reía a carcajadas ignorando que tenía una ceja partida. 

—¡Es mejor que se lo lleven! —exclama Mónica señalando a Alejandro. 

Varios policías agarran a Alejando y lo sacan del recinto. 

—!EY!¿Estás bien? —Alan siente mecánicamente—, genial. Voy con Ada, algo me dice que  hoy nos necesita más que otros días. Ustedes quédense aquí—les ordena. Alan siente, agarrando con fuerza a un Joel estoico por lo que se acaba de enterar y sin poder creer que la única mujer que ama lo hubiera traicionado.  

Cuando Mónica entró a la celda, Adamaris aún estaba en el suelo con la mirada perdida, incapaz de digerir lo que acababa de suceder. Mónica no dijo nada, se dedicó a levantala para después llevarla a la banca de cemento, una vez sentadas se dedicó a secar sus lágrimas.

—Por lo visto ya te enteraste, ni siquiera te voy a preguntar la manera en que ese animal te lo dijo, pero... escúchame —la toma con ambas manos de la cara y hace que la mire—. Tienes que estar consciente para el juicio, mañana es tú ultimo día aquí. Un día, sólo te pido que resistas un día, sólo eso y después podrás llorar o morirte de depresión si quieres y te dejamos, pero ahora está en juego tu libertad. No puedes dejar que todo se vaya a la borda sólo por él.

Alejandro no es de esos hombres que al tomar unas copas ya están rendido al poco o mucho alcohol que contienen las bebidas, pero esa noche se caía de la borrachera. Llevaba horas tomando a oscuras, con su soledad puesto que era praticamente las dos de la madrugada y el recuerdo de su Adamaris, su corazón estaba herido, desecho por la supuesta traición de la castaña pero también profundo amargado por querer creer en el amor que está profesaba por el.

Recordó entonces lo que le dijo al verla; sus lágrimas al intentar volver a mentirle y reacciones, pero sabía que ella estaba mintiendo, ya no podía ocultar el sol con un solo dedo. Adamaris lo había enamorado para después... ¿qué? Traicionarlo ¿por dinero? Tal parece que su inocencia era solo una fachada y el estaba dispuesto hacer cualquier cosa por ella.

—Tonto. Eres... eres un tonto A-alejandro, tonto y... —volvió a empinarse de la botella, dándole un gran sorbo—, y enamorado —añade con amargura.

Si Alejandro pensaba que estaba solo se equivoco, Miranda se había devuelto a la oficina a por su teléfono olvidado y algunas cosas de Julio, ella también estaba sorprendida de que la castaña hubiese resultado ser la culpable del fraude y medio enfadada por haberle dado su confianza. Pero al estar a punto de irse a casa, vio por el retrovisor de su auto el automóvil de su jefe.

Extrañada se bajó del auto, atravesó el parqueadero y subió al ascensor, directo a su oficina.
Ajena al estado físico de Alejandro, Miranda entra a la oficina.

—¿A-alejandro? ¿estas bien? —le pregunta. Pero al mirar el estado en que se encuentra, corre a su encuentro—. Hay Alejandro, mirate como estas.

—No, no, déjame, déjame. Yo estoy bien —dice atropellando las palabras, empujándola lejos de el.

—Por favor Alejandro, solo te voy a llevar hasta la silla. Anda, levántate del suelo.

—Estoy bien. Yo puedo sholo.

Lentamente se levantó pero Miranda no perdía de vista ninguno de sus movimientos y mantenía sus manos a una distancia inexistente de este, lista para agarrarlo por si volvía a caerse. Ya en pie, Alejandro se tambaleo de atrás hacia delante.
No sabia como habia llegado a parar al suelo el solo queria callar las voces que habian en su cabeza.

Al esta última estar tan cerca de él, Alejandro siente el tacto de sus manos en su cuerpo al intentar ayudarlo, no obstante le vienen a la mente pequeños recuerdos momentáneos de la mujer que ama y la tragedia emocional que le arrebató aquel sentimiento. Pero, no se piensa rendirse a sus instintos por un vago recuerdo que lo atormenta, más que estar abatido por lo que fue y no tendrá futuro que no sea el fracaso. Prefiere escapar de todo ese abismo que lo hala.

Miranda con la ayuda del propio Alejandro, logra colocarlo nuevamente en la silla. Él tenía la camisa a medio entrar y el pantalón con el cinturón aflojado. Suspira y se aparta de el.

—¿Quieres que llame a alguien? Aquí no te puedes quedar.

—Eshtoy bien. Bien.

—No, no yo no me fio. Vamos levántate, te voy a llevar hasta tu casa —le dice—, voy a llamar a seguridad.

Alejandro aprovecha que Miranda se acerca a su escritorio y en un impulso, la agarra impidiendo que se pueda comunicar. Sostuvo la mejilla y con el pulgar de aquella mano derecha, acarició la comisura de sus labios.

—Tu no vas para ningun lado.

—Alejandro... —jadeo sorprendida.

Ella presentía lo que sucedía pero simplemente no entendía lo que le pasaba, porque parecía tan... No Alejandro, y mucho menos con ella quien siempre la había ignorado como mujer.

—Basta Alejandro, estás tomando y-y no sabes lo que hacer,así que... suéltame —pidió, en un intento fallido de alejar las manos de éste sobre su cintura.

Pero no le hace caso y besa su cuello deseoso de olvidar su pena. Provocando que Miranda soltara un jadeo por ser abordada tan abruptamente, sabiendo él mismo lo mucho que le importaba a la chica...

De un tirón suave se acomodó en el sillón. Con la mano derecha tomó la mano opuesta de Miranda alzándola hacia sí, con la mano libre acarició levemente sus mejillas mientras la dirigía hacías el torso por donde la condujo a recostarse en él sentada en sus piernas. Miranda escasamente se resistió para no hacerlo fácil pero su ser lo deseaba y rompía el bloqueo que por mucho tiempo sintió que existía entre ambos. Aún más se dejó vencer de su seducción al sentir en sus labios carnosos sobre los de ella.

Miranda suspiró al sentir las manos ajenas que la desvestía al compás de disfrutar de los besos enloquecedores y cargados de pasión que Alejandro -su Alejandro como solía ella pensar cuando este le dirigía la palabra-. Le daba. Ella intentó repetir con el la mismo acción, más la pasión y el deseo le entorpecieron los movimientos, Alejandro poco le importó aquello ya que su cuerpo estaba concentrado en su propio placer. Gruño al sentir las Manos de Miranda sobre su espalda y en un rápido movimiento las separó de su cuerpo.

Las palabras de Mónica sólo aumentan sus lágrimas, sabía que saldría de esta, tenía a muchas personas que creían en ella, pero le dolía que Alejandro no lo hiciera. Aunque lo comprendía, sabía que él también estaba siendo dañado por todos los falsos pero  eso no le daba el derecho de hablarle así. De maldecir su amor y dolía, quemaba.

Tampoco entendía porque las pruebas habían salido en su contra, lo único que sabía era que le estaban levantado falsos, que quieren dejar su reputación por los suelos sin importarles que perdiera su libertad. ¿Cómo podían acusarla de algo que ella no había hecho? ¿Qué había hecho para que la trataran así? No le entra en la cabeza que haya gente sin escrúpulos, sin corazón... simplemente ella no tendría cabeza para dañar a alguien he ahí el ¿por qué ella?, ¿qué les había hecho? ¿qué tipo de karma estaba pagando?. 

Así duró casi toda la noche; sin dormir, llorando a mar y en silencio hasta que bien entrada la madrugada el oficial de turno apareció con una chica delgada, esbelta, con un vestido que no de baja nada a la imaginación, y que apenas y se sostenía de la guardia ya que por lo visto estaba borracha.

—Ojitos, hoy tendrás compañía...

—¿Esta borracha...? —Adamaris no alcanzo a terminar ya que un apagón de luz la hizo ponerse en alerta. Espero a que volviera la luz, pero después de un tiempo entendió que eso no pasaría.

En cuestión de segundos la chica que acompañaba a la guardia se enderezó y caminó en línea recta hacia ella, la guardia también pasó y cerró la reja. El corazón de Adamaris parecía que se saldría de su pecho.

—Adamaris ¿verdad? —pregunta la chica aparentemente rubia, ella no le contesta y retrocede conforme ella avanza hasta que queda acorralada contra la pared—. Lo siento, no es nada personal, lo juro, yo sólo recibo órdenes —se excusa. 

Después de eso todo sucedió muy rápido para Adamaris. La guardia sacó su lámpara inmovilizadora dándole toques en su espalda baja, eso hizo que cayera de rodillas, dándole  la oportunidad a la otra chica para subir en ella y repartir golpes en su pecho y unos cuantos en su cara. Al cabo de unos segundos la rubia está muy agitada.

—Rápido, no tenemos toda la noche —la apresura el guardia.

—En verdad lo siento... —le susurra a contrariada. Adamaris ya no veía con claridad y aunque las palabras de la chica le sonaran sinceras por ese mismo motivo su cuerpo tiembla esperando lo peor. La rubia saca una navaja de bolsillo y sin titubeos perfora la parte izquierda de su torso.

Con un movimiento igual de rápido retira la navaja del cuerpo de Adamaris, se pone de pie, limpia el arma en su vestido para después salir a toda velocidad.

Adamaris, sentía como su ropa se mojaba con su propia sangre, su respiración era desenfrenada, quería gritar, pedir ayuda, pero su voz era inexistente. Las lágrimas empezaron a brotar sin tapujos, sentía que su vida se escapaba por esa pequeña abertura, su mente queriendo torturarla más le trajo a la mente a Alejandro, moriría siendo odiada por el hombre que ama, después le trajo a su hermano, los buenos y malos momentos, a  sus padres, su tía. Por último, la sonrisa de Alan acompañado de sus padres y Alejandro, eso, exactamente eso fue lo último que pensó antes de desvanecerse por la pérdida de sangre.

Después de eso no tardó mucho en volver la luz y gracias a otro detenido que se encontraba despertando la vio tirada con un charco de sangre a su alrededor. Él empezó a gritar por ayuda, cosa que en cuestión de segundos los oficiales llegaron encontrándose con semejante escena.

Una ambulancia de la estación la trasladó a un hospital. Durante el transcurso al hospital le dieron aviso de lo ocurrido a Mónica como su abogada.

Esta al enterarse corrieron despavoridos a donde se les indico mientras les daba aviso a los familiares de su amiga. Alan sintió que su mundo se caía a pedazos nuevamente, maldijo y estrelló el celular contra la pared. Al sentir tanta adrenalina le importo un bledo irse en pijama, no tenía tiempo para eso, sólo sabía que su hermana había sido herida y muy probablemente grave, pero su tía y Maria se lo impidieron y obligaron a colocarse ropa mientras Marice se cambiaba para acompañarlo. No sabía la gravedad del asunto y no quería pensar en lo malo. Sólo tenía que llenar al hospital lo más rápido posible al hospital. Mientras que Mónica no podía creer lo que le habían dicho. 

Al amanecer seguían sin noticias, al llegar no les dijeron nada, justo cuando Alan iba a ser un escándalo una enfermera llegó por él, necesitaban sangre, les explicó que Adamaris había perdido mucha y que necesitaban donantes. Tanto Alan como Marice se ofrecieron pero fue Alan quien era compatible con ella. Le sacaron tres pencas  de sangre y lo dejaron descansar, debido a que estaba muy nervioso le dieron un tranquilizante logrando que se quedara dormido.

Un par de horas después se despertó un poco desorientado. Fue con Mónica a esperar las noticias y minutos después un médico con bata azul manchada de sangre preguntó por los familiares de la señorita Gutiérrez. Todos corrieron hacia el. 

—Hemos podido controlar la hemorragia, el corte fue profundo, pero no dañó ningún órgano interno e importante.

—¿Por qué han tardado tanto?—le pregunta Marice. 

El doctor traga en seco, no le parece prudente decir lo que ocurrió justo antes de la operación, acto que casi le hace perder la vida de su nueva paciente.

—Como ya dije, la profundidad de la herida fue grande, tuvimos que unir varias capas en la piel sin mencionar la pérdida de sangre. Que, por cierto, gracias a la suya sobrevivió a la operación. La cuestión es que no sabemos cuándo despertará...

―¿¡Qué, por qué? —pregunta eufórico Alan. Marice se tapa la boca ahogando un jadeo. 

—Por favor no me interrumpa... —Mónica le da un codazo por su indiscreción—. Ella despertara hasta que su cuerpo reponga un 40% de la sangre perdida, aunque podemos hacer una transfusión directa.

—¿Eso como seria? —pregunta Alan. 

—Tendría que seguir donando tu sangre, pero como si fueran un organismo solo... —habla Mónica, pero se ve interrumpida por Alan.

—¡Hagámoslo!

—Todavía no te explico bien —responde el doctor—. Te sentirás débil, sin duda tu energía bajará mucho, sacando el hecho que acabas de donar una cantidad importante de sangre... 

—Doctor escúcheme; es mi hermana, si eso es lo que necesita eso haremos, usted solo pida,¿okay?. Yo estoy bien—aseguró, mintiendo en el proceso ya que aún se sentía bastante débil. 

Tras decir aquello, el doctor no vuelve a hablar y ambos se van a la habitación donde está Adamaris y hacen la transfusión.

Son las cuatro de la tarde cuando Adamaris va recobrando el sentido, Mónica está con ella ya que su tía tuvo que regresar a la casa para preparar comida para sus sobrinos y llevar información a la pobre de Maria, ya ha pasado a un cuarto para que la transfusión se hiciera sin complicaciones.

Ella al ver a Alan en la camilla de al lado inconsciente se espanta, Mónica se percata de que ha despertado y va con ella antes de que se altere más.

—Tranquila, él está bien, sólo tiene que descansar.

—¿Qué le pasó?

—Perdiste mucha sangre y están haciendo una transfusión, por medio de una intravenosa te transfiere su sangre...

—¡Eso lo matara!—ahogo un jadeo. 

—No, tranquila. La enfermera detiene el paso de la sangre cuando el pierde el conocimiento. Así deja que se recupere, sólo estará débil...

Va a continuar, pero Alan bosteza abriendo los ojos, contempla y analiza su alrededor, cuando su mirada se encuentra con la de su hermana intenta levantarse pero su mundo da vueltas. Aunque con la ayuda de Mónica logra llegar hasta donde ella y abrazarla aportándole poco la intravenosa en su brazo.

—¡Funciono! Despertaste —la abraza con sumo cuidado para después volver a sentarse en la camilla con la ayuda de Mónica—. ¿Cómo te sientes?

—Bien, pero creo que yo debería de preguntarte eso.

—Creo que está de más esa pregunta. ¿Acaso no ves? Estoy hermosamente perfecto —sonríe.

—Ya lo creo...

—Ada, sé que no debería pedirte esto ahora, pero necesito que me cuentes que paso, tienes que decirme todo con lujo de detalle.

Ella suelta un suspiro y como puede le cuenta todo o hasta donde recuerda. Su hermano y amiga escucharon con suma atención y sus miradas reflejaban el mismo miedo que se reflejaba en los ojos de la castaña.

—Yo me encargo de todo no te preocupes.

Al rato el doctor entra a la habitación.

—Vaya ya despertó, todo funcionó a la perfección. Haremos una última transfusión, los dejaremos descansar, necesito que usted se quede aquí por si las cosas se agravan —señala a Adamaris.

—Por mí no hay ningún problema.

—Revisare los latidos y respiración... —le explica mientras se dirige hacia ella—. He visto al guardia en la puerta y ayer cuando la trajeron estaba custodiada por un de patrullas, si no es indiscreción puedo saber que paso, sinceramente no creo que usted sea un peligro para la sociedad...

Ella lo mira desconcertada, no esperaba las palabras del doctor, en realidad nadie esperaba lo que el doctor había dicho, él al acabar de revisarla hace lo mismo, queda sorprendido al ver sus ojos grandes, se siente acechado, el color gris parece ser casi transparente, puede notar como se refleja perfectamente en ellos, tal vez sea por las sábanas blancas que la rodean, pero eso sin duda lo ha consternado.

Ella desvía la mirada a sus manos avergonzada, no sabe por qué, pero decide contarle todo al doctor, a excepción de algunas cosas como la visita de Alejandro. Tal vez le cuenta todo por no sentirse juzgada, no lo sabe, pero sintió un alivio al poder explicar su situación a alguien ajeno y que él estuviese dispuesto a creerle.

—Pero no lo hice, ¡lo juro! En verdad soy inocente, se lo juro.

—Tranquila, no tienes que convencerme de nada, te creo.

Lo mira sorprendida, no esperaba eso, a él le causa gracia su mueca sacándola así de su letargo.

—¿En... en... serio? —le es imposible no tartamudear

—Sí, no me preguntes el por qué, simplemente lo hago —sonríe gentil.

—Doctor...

—Damian, soy Damian, puedes llamarme así –Adamaris le devuelve la sonrisa gentil, nunca espero toparse a alguien tan amable, con una profesión tan noble, tal vez por eso esa amable con ella. La actitud de Daniel le dio un poco de confianza sobre el juicio, si él que era un completo extraño creía en ella, lograría demostrar que los demás lo hicieran también

—Yo creo que... —interrumpe Alan tosco—, hay que empezar la transfusión, ¿verdad, Doc?.

—Bien, si. Necesito que usted me acompañe a llenar unos formularios, es algo rápido, no le quitará mucho tiempo —esto último lo dice dirigiéndose a Mónica.

Alan mira atento a ambos.

—¿Quieres controlarte? —gesticula Adamaris viendo la expresión de la cara de su hermano endurecerse. 

—No sé de qué hablas...

—Por supuesto —dice sarcástica.

La enfermera hace su trabajo y espera a que Alan pierda el conocimiento por segunda vez, pero antes de hacerlo, se aproxima a su hermana y le toma la mano que los une gracias a la intravenosa.

—Juntos bolita, siempre juntos...

Tras decir eso el agarre se disuelve y cae dormido. La enfermera hace su trabajo y se marcha. Adamaris no se queda sola mucho tiempo ya que entran Mónica y el doctor Daniel.

—Adamaris tengo que irme, me faltan algunas cosas por hacer... pero el asunto importante es si te sientes preparada para el juicio.

Esta suspira cansada pero no quiere aplazar esto ni un día más.

—Sí, mientras más pronto se acabe esta tortura mejor...

—¿Segura?, puedo apelar para que descanses un día más.

—No, estoy bien.

Mónica desiste, comprende por lo que está pasando y que quiera que concluya cuanto antes.

—Bien, yo me iré, pero regreso por ustedes para irnos al tribunal. Por cierto, han designado una jueza, creo que eso es bueno para nosotros

Esta asiente para después ver salir a su amiga. El doctor revisa su pulso, se despide y de igual manera sale.

Después de unos minutos, las noches sin poder dormir le cobran factura y cae rendida en los brazos de morfeo.

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