En tu mirada

By Romantique07

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Una vez me encontré con unos ojos que me arreglaron el mundo, me quebraron los miedos y me armaron de valor e... More

Parte 1: Medicamento
Parte 2: Señor Perfección
Parte 3: Fiesta
Parte 4: Ebria
Parte 5: Película
Parte 6: Museo
Parte 7: Video
Parte 8: Verde
Parte 9: Templo Mayor
Parte 10: Lluvia
Parte 11: Objetivos
Parte 12: Viernes
Parte 13: Libro olvidado
Parte 14: Llamada
Parte 15: Planes
Parte 16: Cuento
Parte 17: Feliz cumpleaños
Parte 18: Alameda
Parte 19: Crisis
Parte 20: Reunión
Parte 21: Consejos
Parte 22: Primer mes
Parte 23: Segundo mes
Parte 24: Viaje
Parte 25: Playa
Parte 26: Mar
Parte 27: Bosque
Parte 28: Cabaña
Parte 29: Miedo
Parte 30: Accidente
Parte 31: Coma
Parte 32: Petición
Parte 33: Carta
Parte 34: Propuesta
Parte 35: Final feliz
Parte 36: Dosis máxima
Parte 37: Realidad
Parte 38: Cuatro años
Parte 39: Entrega retrasada
Parte 40: Boda
Parte 41: Reencuentro
Parte 42: Oficina
Parte 43: Tercer cuento
Parte 44: Congreso
Parte 45: Oportunidades
Parte 46: Dosis nocturna
Parte 47: Regreso
Parte 48: Nuevo comienzo
Parte 49: Relicario
Parte 50: Positivo
Parte 51: Divorcio
Parte 52: Compras
Parte 53: Amenaza de aborto
Parte 54: Secuestrada
Parte 55: Ilusiones
Parte 56: Bebé
Parte 57: Recuerdos
Parte 58: Regalos
Parte 59: Celos
Parte 60: Alcohol
Parte 61: Verdad
Parte 62: Noche Buena
Parte 63: Veintitrés
Parte 64: Mudanza
Parte 65: Matrimonio
Parte 66: Persecución
Parte 67: Búsqueda
Parte 68: Ilusión
Parte 69: Internamiento voluntario
Parte 70: Helado
Parte 71: Planes
Parte 72: Decoración
Parte 73: Pasado
Parte 74: Explicaciones
Parte 75: Cafetería
Parte 76: Baile
Parte 77: Noche de verdades
Parte 78: Pruebas de rutina
Parte 79: Noche en el hospital
Parte 80: Segunda opinión
Parte 81: Por compasión...
Parte 82: Segunda salida
Parte 83: Vestido nuevo
Parte 84: Navidad
Parte 85: Año Nuevo
Parte 86: Propuesta secreta
Parte 87: Demanda de divorcio
Parte 88: Autorizaciones
Parte 89: Micrófonos
Parte 90: Sentencia de divorcio
Parte 91: Aborto
Parte 92: Casa en la playa
Parte 93: Junto al mar
Parte 94: Bosque (Real)
Parte 95: Llamadas
Parte 96: Pueblo
Parte 97: Nueva vida
Parte 98: Psicosis
Parte 99: Inyecciones
Parte 100: Retraso
Parte 102: Trabajo de parto
Parte 103: Nuestro héroe
Parte 104: Una simple boda
Parte 105: Correr
Parte 106: Marido y mujer
Parte 107: Noche de bodas
Parte 108: Regreso al pueblo
Parte 109: Incidente
Parte 110: A salvo
Parte 111: Médico y paciente
Parte 112: Confesión
Parte 113: Sueño
Parte 114: Última carta
Parte 115: Para siempre
Epílogo
Gracias, siempre

Parte 101: Suspensión del tratamiento

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By Romantique07

- ¿No podían esperar un poco? Creo que ha sido demasiado pronto; hasta donde yo entiendo, como ustedes no han regresado a declarar, todavía no están cerrados todos los casos.

- Así es, ese también es el problema ahora: ella está embarazada y en psicosis. Así no puedo llevarla a ningún lado, porque... entonces las cosas se pondrían muy mal otra vez y... con David suelto... no quiero arriesgarme.

- Eso debiste pensarlo antes de que... En fin, no importa. Querías mi opinión... Bueno, creo que debes suspender el tratamiento. Si fuera cualquier otra persona, te diría que lo continúes, pero... Silvia ya tuvo un aborto, y... si ya pudo embarazarse, creo que lo mejor será hacer el máximo esfuerzo para que ese bebé nazca bien. El medicamento podría provocar daños en el feto, y hasta en ella, así que... te sugiero que lo interrumpas.

- De acuerdo, pero... Si la psicosis empeora ella puede hacerse daño, y... entonces los perdería a los dos, y jamás me perdonaría que eso fuera porque yo decidí suspender el tratamiento.

- ¿Quieres tener la mínima posibilidad de que nazca bien ese bebé? Suspéndelo. ¿Quieres mantenerla tranquila aunque eso signifique arriesgar el embarazo? Continúa con la impregnación.

- Claro, usted... tiene razón.

- Es más, hasta podrías intentar bajar la dosis en... dos o tres días. O sea, si ahorita le aplicaste dosis máxima, mañana ya aplicas una más baja, y se la dejas ya en lo mínimo en dos días. Yo sé que eso de disminuir la dosis normalmente se hace en un periodo largo, pero esta vez... tendrás que hacer una excepción.

- Eso era lo que necesitaba, alguien que viera las cosas con objetividad, porque a mí el amor no me deja pensar adecuadamente en ella como una simple paciente.

- Exacto. Ahora... con eso espero que ella se recupere pronto para que la suspensión del tratamiento no traiga mayores complicaciones. Para cualquier cosa, ya sabes que me puedes llamar, y prometo mantener a salvo el secreto.

- Muchas gracias, hasta luego...

Jorge salió, un poco más calmado. Le agradeció al panadero y luego volvió a la casa; se acostó, abrazado a ella y se quedó dormido sin siquiera cambiarse.

Durante los dos siguientes días, él hizo lo que el director le había sugerido, hasta que logró llegar a la dosis que podía ser cubierta solo por la pastilla. Había estado algo agitada los últimos días, pero no tenían otra opción.

La noche anterior a dejar de inyectarla, no podía dormir muy bien, así que decidió esperar para quedarse pendiente del momento en que ella despertara. Silvia comenzó a moverse después de las ocho; Jorge acarició su brazo para tratar de calmarla, y luego esperó hasta que ella abrió los ojos.

- Buenos días, mi amor, ¿cómo te sientes?

- Mal, ese maldito medicamento acaba conmigo, George. Pero... ni modo, sé que es necesario si quiero estar bien.

- Mi vida, mi Silvia, estás... estás bien, es decir... ¡No estás en psicosis! – gritó, sonriente.

- ¿Cuánto tiempo ha pasado? Lo dices como si no me hubieras visto en un año, mi amor, ¿estás bien?

- Desde que tuve que iniciarte el tratamiento con dosis de impregnación, han pasado casi diez días. Pero, para mí, sí siento que ha pasado una eternidad. ¿Cómo te sientes?

- Aturdida, confundida, tengo imágenes en mi cabeza que... creo que no corresponden a la realidad, me duelen los oídos como si alguien hubiera estado gritándome durante esos diez días, tengo recuerdos extraños que no logro identificar, pero... Al menos estoy consciente de ello, y creo que ya es ganancia.

- Mi amor, mi cielo, no sabes lo feliz que estoy. ¿Crees que vayas a quedarte así? Es decir... ¿Cómo te sientes? ¿Crees que ya hayas salido de este periodo difícil? ¿Crees que hoy podamos ir a cenar a la ciudad?

- ¿Ya lograste bajar la dosis otra vez?

- Tuve que hacerlo en menos tiempo del programado; tú sabes que este proceso puede llevar semanas, hasta meses enteros, pero... Era urgente que lo hiciera.

- ¿Urgente? ¿Por qué?

- Ya te lo explicaré luego. Ahora, ¿quieres bañarte y bajar a desayunar conmigo? Para que luego vayamos al jardín un rato a ver a Hot cake.

- ¿A quién? – ella comenzó a reír.

- Hot cake. Así llamamos al perrito. Entre los dos. – respondió Jorge, abrazándola y acercándose a su rostro para darle un beso.

- Mira, no es posible, te dejo diez días solo, y le pones nombre de comida al perro.

- Fue entre los dos, querida mía. Ahora, a bañarnos y desayunar.

- Ok. Pero me baño yo primero. – ella se levantó rápidamente y fue hacia el baño. Cuando salió, Jorge se metió a bañar y se arregló para que bajaran juntos a desayunar.

Luego de que juntos preparan todo, se sentaron tranquilamente; Jorge no dejaba de mirarla, le parecía más hermosa que nunca.

- Hermosa, me gustaría que hoy fuéramos a cenar a la ciudad.

- ¿Hasta la ciudad? ¿Por qué?

- Porque... quiero hablar contigo de varias cosas, y me gustaría que fuera una cena especial.

- Está bien, pero ahora me gustaría que fuéramos a... caminar un rato por el pueblo, con Cupcake.

- Es Hot cake. – Silvia soltó una carcajada.

- Bueno, igual es pan, ¿no?

Le pusieron una correa pequeñita que había comprado Jorge y salieron a caminar por las calles del pueblo; Silvia se dio cuenta de que muchas personas saludaban a Jorge por el camino, y le preguntaban a ella si se encontraba mejor.

- Oye, ¿es mi percepción o todo mundo ya sabe que estoy enferma?

- Creo que ya todo mundo lo sabe. Es un pueblo pequeño y... varias personas estaban cuando lo comenté el domingo, así que supongo que la información ya llegó a todos.

- ¿El domingo? ¿Por qué les dijiste? Es decir, no me molesta, pero... me parece raro que así nada más les hayas dicho.

- Es que me preguntaban por ti, porque ya no te habían visto en varios días, y me notaban preocupado. Solo les dije que desde que eras niña tenías una enfermedad, y que se había agudizado, pero que yo ya me estaba encargando de atenderte, y que esperaba que pronto estuvieras mejor. Todos fueron muy amables, y se ofrecieron a ayudarnos con lo que fuera necesario.

- Eso es muy amable. – comentó ella, sonriente. – Oye, ¿me dejas ir a ver a Mariela? Quisiera platicar con ella un rato.

- ¿No quieres que te acompañe? ¿Vas a estar bien?

- Voy a estar bien, lo prometo. Es más, si quieres déjame a Hot cake para que me cuide. – Jorge le pasó la correa.

- No te tardes mucho, ¿sí? Recuerda que quiero que vayamos a cenar fuera, y tenemos que irnos como a las seis y media para que no regresemos tan tarde.

Se fue caminando lentamente hasta la casa; estaba nervioso por haberla dejado sola, pero también entendía que ella necesitaba sentir que podía hacer cosas por sí misma, y la comprendía perfectamente. No podía permitir que Silvia sintiera que él estaba atado a ella, porque eso le hacía daño, aunque no siempre lo externara. Tenía que darle también su espacio para no fastidiarla ni hacerla percibirse más enferma de lo que estaba.

Pensó en las familias de ambos, en que quizá para ese momento estuvieran ya suficientemente preocupados por ellos para comenzar a buscarlos. Ese pensamiento lo hizo salir de la casa para ir a buscar al panadero.

- Buen día, don Joaquín.

- Doctor, buenos días. Ya está todo mejor, ¿cierto? Me han dicho que lo vieron salir a caminar con su esposa.

- Con mi prometida, sí.

- oh, cierto. Es que siempre me adelanto, porque... yo los siento como si fueran un matrimonio de recién casados, y por eso siempre digo que es su esposa. En fin, imagino que ella ya está mejor, y me da mucho gusto.

- Sí, así es. Vine a hablar con usted porque... bueno, en realidad es más una petición que una simple conversación.

- Dígame, ¿qué pasa?

- Es que... mire, por cómo ocurrieron las cosas en la Ciudad de México... pienso que es altamente probable que en algún momento a mi familia se le ocurra buscarnos aquí precisamente, porque saben que está la casa del abuelo. Pero... también podría enterarse el ex marido de Silvia y... estamos seguros de que él buscaría hacernos daño.

- El divorcio entonces no se dio en buenos términos.

- Claro que no, su esposo debería estar también en algún tipo de tratamiento, créame, es un hombre... cobarde, pero peligroso. Para ella, sobre todo, porque... le hizo mucho daño. Mi petición va encaminada a que... si en algún momento alguien llega a preguntar por nosotros... no digan nada. Ni usted, ni nadie del pueblo, hasta no comprobar que es una persona de la familia, o al menos alguien que no quiera hacernos daño. ¿Cree que podría ayudarnos?

- Sí, claro, no se preocupe. Yo me encargo de decirle a todo mundo para que no tengan problemas.

- Está bien, muchas gracias, y me gustaría que fuera lo más pronto posible; todos tienen fuertes influencias con personas importantes, pero... es difícil reconocer quién es amigo de quién, y por eso tantas precauciones.

- De acuerdo. Créame, su petición ya será de conocimiento de todos antes de las cuatro de la tarde. Voy a hacer una llamada.

Jorge se despidió y salió de ahí para volver a la casa; no se le había ocurrido antes, pero pensaba que así estarían más seguros ante cualquier situación. No se sentía dispuesto a enfrentar a su familia, ni a la de Silvia, y por supuesto no quería que David los encontrara.

Por la tarde, Silvia volvió y se arreglaron para salir; durante el camino, Silvia intentaba hacerlo decir por qué quería que la cena fuera especial, pero él no cedió.

Llegaron por fin al restaurante y Jorge pidió que les dieran una mesa que estaba en un balcón, en el primer piso; subieron las escaleras y se sentaron, para luego pedir la comida.

- Ahora sí, dime, ¿por qué has estado tan extraño, amor?

- Es que tengo muchos sentimientos, y quiero que tú sepas todo lo que siento, y... quiero saber también lo que tú sientes.

- Me estás asustando, en serio, Jorge.

- Bueno, empezaré para que no te sientas tan nerviosa, aunque no te quería decir nada hasta que ya estuviéramos terminando.

Jorge le dio un trago a su copa de vino, y luego suspiró.

- En primer lugar, quiero que sepas que estoy sumamente contento, porque tú estás bien; te había mantenido con la dosis alta porque creo que no disminuían las alucinaciones. Pero... era urgente que terminara de una vez con tu tratamiento de impregnación, y... disminuí la dosis en tres días, hasta llegar casi a la mínima. Tú sabes que ese es un proceso que puede llevar hasta meses, dependiendo de cómo reaccione el paciente, y yo intenté solucionarlo en tres días. Tenía miedo de que... cuando despertaras, siguieras en psicosis, pero... afortunadamente no fue así, y eso es lo mejor que me ha pasado últimamente.

- ¿En serio lo hiciste en tres días?

- Sí, lo hice en tres días. También es por eso que estoy preocupado. Estoy muy, muy feliz de que estés bien por ahora, pero sé que eso puede cambiar de un momento para otro. Quizá en otro momento no me afectaría tanto. O sea, sí, pero ahora menos que nunca me gustaría que te pusieras mal.

- Amor, pero ese miedo siempre va a estar presente.

- Pero ahora me afectaría más que en cualquier otro momento.

- ¿Por qué justo ahora?

- Espera, aún faltan más cosas por decirte. Tengo también mucho miedo porque David sigue libre, y ni siquiera sé si realmente estamos tan seguros como quiero creerlo y me da miedo que nos encuentre y que intente hacerte algo y que... yo no sea capaz de protegerte como siempre te lo he prometido. Hoy le pedí a Don Joaquín que, si algún extraño pregunta por nosotros en el pueblo, digan que no nos conocen.

- Eso es un tanto extremista, ¿no te parece?

- Me parece que es lo mejor. Es por nuestra seguridad, y... eso es todo lo que importa ahora.

- Bueno, está bien, solo porque estoy consciente de que tienes razón, mi amor. Entonces... esta cena era para contarme tus sentimientos y para festejar que no tuve recaída al suspender la impregnación, ¿no?

- Falta una última cosa por decirte, mi amor, y es la más importante, de hecho. Esto será un poco... extraño, porque normalmente es la mujer quien da este tipo de noticias, pero en este caso me toca hacerlo a mí.

- Deja de darle vueltas y dímelo ya. – Jorge le tomó ambas manos y se las apretó, mirándola fijamente a los ojos.

- Silvia... Estás embarazada. Vamos a tener un bebé, guapa.

- ¿Qué? – preguntó Silvia un tanto desconcertada, tratando de asegurarse de que Jorge realmente había dicho lo que ella escuchó, y que no se lo había imaginado.

- Qué estás embarazada, corazón, vas a ser mamá, vamos a ser padres, mi amor...

- ¿En serio? – preguntó con una sonrisa dibujándosele en el rostro. Se llevó las manos a la boca para intentar no gritar, pero al final no pudo contenerse. - ¡Estoy embarazada! – gritó y se acercó a abrazar a Jorge, comenzando a llenarle de besos la cabeza. - ¡Vamos a ser papás! ¡Párate y abrázame, Jorge! ¡Es una orden! – él rio y se puso de pie para abrazarla, sintiéndola dar saltitos entre sus brazos. - ¡Sí pude quedar embarazada!

- Sí, mi amor, estás embarazada... - ella se quedó todavía abrazándolo durante un largo rato.

- Gracias, Jorge, gracias por este maravilloso regalo, es lo mejor que me ha pasado en la vida, de verdad, lo mejor. – ella lo soltó y él pudo ver que Silvia estaba llorando.

- ¿Estás bien? ¿Por qué lloras, mi amor?

- Es que estoy emocionada, eso es todo, estoy muy emocionada por la noticia, no pensé que esto fuera a ser posible, me había quedado muy mal con lo que dijo Ricardo la última vez.

- No sabía cómo ibas a reaccionar, porque habíamos quedado en esperar un año para que pudiéramos casarnos.

- Lo sé, pero... de todas formas esto estaba en nuestros planes, aunque no tan pronto. Pero, ya que se pudo, vamos a disfrutarlo, Jorge, porque es maravilloso que podamos tener la oportunidad de ser papás, de formar nuestra familia a pesar de todo lo que hemos pasado.

- Me encanta verte tan feliz, tan ilusionada, hermosa.

- Ahora entiendo que esto era lo que te preocupaba, por eso dijiste que tenías que cuidarme más que nunca, por eso tuviste que suspenderme el tratamiento.

- Sí, y por eso justo ahora tengo más miedo de que vayas a recaer, porque ya no puedo inyectarte, el medicamento podría hacerle daño al bebé, y... estar en crisis podría ser peligroso para ti, mi amor. ¿Ahora me entiendes?

- Sí, ya comprendo todo. Yo sé que la esquizofrenia es algo que yo no puedo controlar, pero... puedo hacer un esfuerzo por mantenerme estable, para no exacerbar las crisis. Y ya tengo una razón muy importante para hacerlo. Bueno, dos razones y media.

- ¿Eh? ¿Dos razones y media?

- Tú, el bebé, y Hot cake.

- Ah, claro. – él rio.

- Es una verdadera maravilla haber recibido esta noticia. ¿Te das cuenta? Voy a tener un bebecito del hombre que amo, voy a tener un hijo contigo, Jorge... - ella lo tomó por el saco y se acercó a su cuerpo. – Esto hay que festejarlo, ¿no?

- Y... ¿cómo lo quieres festejar?

- No sé, piénsalo, tú me conoces mejor que nadie... - ella le pasó un dedo por la boca, mordiéndose el labio inferior.

- Silvia, Silvia, no me digas eso, que se me pasan mil cosas por la cabeza con esas palabras y ese gesto de seducción.

- Pues esas mil cosas me encantaría que me las hicieras.

- ¿Te parece si hoy nos quedamos en un hotel?

- ¿Me estás proponiendo algo?

- Sí, te estoy proponiendo que paguemos ya la cuenta y que nos paremos en el primer hotel que veamos, porque me estoy muriendo de ganas de hacerte el amor toda la noche.

- Entonces simplemente paga y vámonos ya.

Jorge sonrió, le dio un suave beso en los labios y le hizo señas al mesero para que les llevara la cuenta, pagaron con la tarjeta que estaba a nombre de Ricardo. Salieron del restaurante y subieron otra vez a la camioneta; Jorge condujo durante un rato hasta que encontraron un hotel. En la recepción Jorge pagó y pasaron a la habitación.

- Solo necesitábamos un poco de privacidad para poder hacer el amor, no tenías que pagar un hotel tan lujoso para una noche.

- Te ves preciosa con ese vestido, ¿ya te lo había dicho?

- Hoy no. Cuando me lo regalaste, sí.

- Te queda de maravilla el color. Y se ajusta muy bonito a tu cuerpo, tienes una silueta envidiable para cualquier mujer, y deseada por cualquier hombre... - él se acercó y la sujetó por la cintura. – Me encantas, Silvia Navarro.

- Y tú a mí, Jorge Salinas, pero la verdad... me encantas más sin camisa... - murmuró, empezando a aflojar el nudo de la corbata, para sacársela, y luego a desabrochar los botones de la camisa. Jorge sonrió y dejó que ella terminara con eso.

- Y sin pantalón también, ¿no?

- ¿Para qué te digo que no, si sí? – respondió, riendo, mientras buscaba la hebilla del cinturón para zafarlo. – No me mires así, yo no fui la que propuso venir al hotel.

- Pero se te nota la lujuria en la mirada, mucho más que a mí.

- Es por las hormonas del embarazo. – quiso justificarse.

Jorge rio y terminó de quitarse el cinturón y el pantalón, y se colocó detrás de ella para desabrocharle el vestido.

- ¿Sabes? Esto es perfecto, porque tú y yo habíamos quedado en que algún día íbamos a deshacernos de este vestido, porque en Navidad no pudimos.

- Sí, lo recuerdo muy bien. ¿Por qué crees que me lo puse? No tenía idea de si me ibas a decir algo bueno o algo malo, ero hacer el amor ayuda para ambas cosas: para festejar o para consolarse. – Jorge sonrió y, mientras se deshacían del vestido, la guio hacia la cama.

Dejó que el vestido cayera al suelo justo antes de recostarla. Se arrodilló en el borde de la cama y comenzó a subir por el cuerpo de ella, besando cada centímetro de su piel, empezando por sus pies y sus piernas, hasta llegar a su abdomen, donde se quedó un largo rato.

Silvia sonreía; la lengua de Jorge en su piel le provocaba cosquillas y tenía ligeros espasmos cada poco por la sensación que le causaba. Poco después, Jorge siguió subiendo los besos y hábilmente se deshizo del sostén, botándolo a un lado de la cama, para continuar recorriendo su piel con los labios. Una y otra vez pasó su lengua alrededor de su pezón, sintiendo claramente su excitación, sintiendo cómo su respiración se aceleraba y se hacía más pesada, cómo su temperatura corporal comenzaba a subir más.

- Me encanta tu boca caliente... - dijo ella, acariciando su cabello y su oreja. Jorge le dio una ligera mordida y luego subió a besar sus labios.

Se quedó sobre ella durante algunos minutos, mientras seguían besándose; en un momento, sintió que la manita de ella bajaba hacia su ropa interior, colándose por debajo de la tela para acariciar su erección. Toda su mano rodeaba su parte íntima, y hacía movimientos de abajo hacia arriba, estimulando cada parte, desde la base hasta la punta.

Él podía percibir su corazón latiendo rápidamente, como si quisiera salirse de su cuerpo; la mano de ella estaba tibia y le provocaba un hormigueo que le invadía todo el abdomen. Comenzaba a soltar ligeros jadeos en la boca de ella, y bajó sus manos para buscar el borde la ropa inferior de Silvia, comenzando a bajarla con algo de dificultad porque ambos estaban acostados.

No pasó mucho tiempo antes de que ella lo empujara, obligándolo a levantarse para que pudieran terminar de sacarse las prendas que les quedaban. Jorge se quedó unos segundos mirándola.

Siempre había sido demasiado perfecta, él lo tenía muy claro, pero le parecía que lo era más todavía en ese momento. Él, que tan bien la conocía, se daba cuenta de que el embarazo comenzaba a hacerse evidente en su cuerpo, en sus pechos, en sus caderas, y hasta en su forma de sonreír.

- Eres hermosa, me encantas, Silvia, de verdad... - susurró mientras se subía otra vez en ella, tomando sus piernas y abriéndolas con suaves caricias por cada centímetro de su piel que iba recorriendo con ternura y pasión. – Te juro que a veces todavía me cuesta creer que hayas sido mi paciente, y que ahora estemos aquí, tan tranquilos en un hotel.

- A mí me excita pensar en eso. – dijo ella, riendo.

Jorge también rio y luego fue bajando los besos por su cuello, sus hombros, sus pechos; se quedó ahí un rato, jugueteando con su lengua en los pezones de ella, mordiéndolos suavemente. Siguió bajando por su abdomen hasta llegar a su parte íntima.

Pasó su lengua unas cuantas veces, sintiéndola estremecerse, y sintiendo los dedos de ella enredarse en su cabello y empujar suavemente su cabeza.

Silvia sintió que Jorge introducía su lengua suavemente en su cuerpo y trazaba ligeros círculos en su interior; comenzó a gemir, moviendo ligeramente la cadera, los dedos de Jorge se iban enterrando más y más en sus piernas, apretando su piel. Poco después, sintió la lengua de él retirarse, y posarse ahora sobre su punto más sensible, haciendo movimientos rápidos, y dando ligeras succiones. Sentía su frente húmeda por el sudor, y el hormigueo tibio que le recorría el cuerpo entero.

- Jorge... ya... - trató de decir entre los gemidos y él se separó, para acercarse rápidamente y colocarse sobre ella; le sujetó ambas manos con fuerza y la obligó a ponerlas junto a la almohada, acomodando su miembro para que pudiera empezar a penetrarla con delicadeza, con la intención de mantenerla un rato más sintiendo el placer tierno que quería provocarle.

Entró en ella profundamente y la sintió estremecerse bajo su propio cuerpo, sin poder evitar soltar un gruñido en su oído; las manos de ella apretaron las suyas con fuerza. Jorge comenzó a moverse lentamente, entrando y saliendo, sin dejar de suspirar y gruñir en el oído de ella, escuchando al mismo tiempo el agudo tono de sus gemidos y respiraciones.

Silvia le abrazó las caderas con las piernas, permitiendo mayor profundidad; sentía la humedad de su propio cuerpo y la calidez de Jorge en ella, cómo lo iba humedeciendo a él también. Su pecho estaba sobre el de ella, y ya no estaba segura de si lo que sentía eran sus latidos o los de Jorge; los movimientos eran suaves, pero profundos y sumamente placenteros. A ella le pareció que duraban más tiempo de lo normal, y le gustaba que estuvieran así, le gustaba sentirlo tan tierno, tan dulce al hacerle el amor...

Él no resistió mucho tiempo más, y comenzó a aumentar el ritmo, hasta hacer que la cama rechinara con los movimientos y hasta sentir que ella no podía contener más los gritos de placer.

Sintió que llegaba al orgasmo y siguió con sus movimientos fuertes, haciéndola terminar junto con él.

Durmieron a ratos, e hicieron el amor dos veces más esa noche; por la mañana, luego de darse un baño, salieron juntos del hotel y se fueron de regreso al pueblo; al llegar, vieron a Mariela en la plaza principal. En cuanto los vio, les hizo señas para que se acercaran y ellos bajaron de la camioneta para ir con ella.

- Anoche vino a buscarlos la policía al pueblo. – soltó sin más, cuando ellos estuvieron suficientemente cerca para escucharla.

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