Parte 26: Mar

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- ¿Tus padres?

- Sí, mis padres, tengo que irme ya. - Jorge le dio la espalda a Silvia y siguió desordenando las cosas de los demás para buscar su maleta.

- ¿Dónde están?

- Bajando en el muelle, en el bote que llegó. - ella volteó hacia el muelle para mirar.

Estaba segura de que, si fueran los padres de él, lo hubieran visto desde que estaban nadando, porque fue el bote que los alcanzó, el único que había llegado en ese rato, y, para ese momento, ya hubieran llegado hasta ellos, pero ninguna de las personas que iban dejando el muelle les prestaba atención.

Todos eran simples turistas.

Silvia intuyó que, en ese preciso instante, algo no estaba bien con Jorge, y comenzó a mirar a su alrededor en busca de alguien que pudiera ayudarla.

¿Dónde se suponía que estaban las chicas que se habían quedado cuidando las cosas?

Volvió a mirar a Jorge y el corazón se le encogió, no supo si de miedo o de impotencia.

Tuvo ganas de ponerse a llorar, pero era tanto su desconcierto que finalmente ni siquiera supo cómo reaccionar.

- Jorge... Eso no es tuyo, por eso no te cierra... - dijo, al borde de las lágrimas, al ver que intentaba cerrarse una camisa demasiado pequeña.

Él parecía no haberla escuchado, pues seguía intentando cerrar los botones.

Silvia sin saber qué más hacer, comenzó a buscar la maleta de él y, cuando la encontró, sacó su playera y se acercó a él.

- Mira, esta es la tuya, amor. - él por fin le prestó atención.

- ¿Sí?

- Sí, es la que traías puesta cuando llegamos. - Silvia se acercó y le ayudó a quitarse la camisa pequeña, sin dejar de buscar su mirada desesperadamente. Jorge tomó la playera correcta de las manos de ella y se la puso.

- ¿Cómo me veo? - preguntó.

- Guapísimo, como siempre... - le respondió ella, comenzando a llorar.

Estaba asustada, porque no sabía qué le pasaba a Jorge, no sabía cuánto iba a durar ese extraño comportamiento que empezaba a tener y no tenía idea de qué hacer.

Su corazón golpeaba con fuerza su pecho y las lágrimas le nublaban la vista.

- Allí vienen. Escóndeme. - él la tomó de la mano y la jaló, sentándose en la arena.

- Sí, sí, yo te escondo, mi amor. - ella se apresuró a buscar un pareo que llevaba en su bolsa y lo extendió.

Se arrodilló y envolvió a Jorge con él, dejando a la vista sólo su rostro.

- No, no... Escóndete tú también.

- Sí... Sí, guapo, ya voy. - Silvia quiso buscar algo más para cubrirse, pero Jorge se desenvolvió, la jaló para sentarla junto a él y le echó encima parte del pareo, acercándose más a ella.

De repente, le pareció que Jorge, por fin, la miraba directamente.

- ¿Por qué lloras? - preguntó él, poniendo carita triste.

- No, por nada... Es sólo que... te amo. - dijo ella, evidentemente preocupada.

- ¿Lloras porque me amas? No, no llores por eso, además las mujeres bonitas no deben llorar y tú eres muy bonita. Ojalá algún día fueras mi novia.

El llanto de Silvia se intensificó.

¿Por qué le estaba diciendo eso? ¿Por qué no recordaba que ya eran novios desde hacía casi tres meses?

En tu miradaWhere stories live. Discover now