Parte 77: Noche de verdades

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- ¿Perdón?

- Me gusta todo de ti. Me gusta tu cabello, tus brazos, tu cintura, tus clavículas, el lunarcito de tu nariz, tus labios, tus ojos... - él se acercó hasta donde estaba ella y dejó la playera sobre la cama para tomarle ambas manos. - ¿Yo te gusto?

El tono de la voz de él le daba una extraña sensación de esperanza; sintió que sus labios temblaban de nervios, y las manos le hormigueaban.

- Dime, por favor, solo es una pregunta, no voy a fastidiarte, sea cual sea la respuesta que me des.

- Estuvimos casados en mi ilusión. ¿Usted qué cree?

- ¿Eso es un sí? – él se acercó hasta que su nariz rozó delicadamente la de ella. Silvia se soltó de él y tomó la playera de la cama.

- Me voy a cambiar. – pasó al lado de Jorge con la intención de salir de la habitación, pero él la detuvo, tomándola por el brazo.

- Quiero saber si te gusto, si Jorge, no el esquizofrénico, sino el psiquiatra, tu psiquiatra, te gusta o no.

- Sí, sí me gusta, pero no está bien.

- ¿Por qué no? – él volvió a acercarse demasiado a su rostro.

- Porque usted sigue siendo mi médico.

- ¿Y? Hay empresarios que se casan con sus secretarias, artistas que se enamoran de sus fans. Yo no le veo inconveniente.

- De acuerdo, bueno... Usted es divorciado, pero yo sigo casada.

- Viuda, si encuentro a David en este momento. – él soltó a Silvia y se dirigió a la puerta, saliendo rápidamente.

- ¿Qué? – Silvia salió casi corriendo detrás de él, temiendo que pudiera hacer alguna tontería. Aunque él dijera que solo estaba mareado y risueño, ella no estaba tan segura de que fuera capaz de mantenerse suficientemente cuerdo. - ¿A dónde vas?

Vio que él entraba por una puerta y lo siguió; había entrado en el estudio y tomó un paraguas.

- ¿Crees que con esto sea suficiente? – preguntó agitándolo en el aire, como si golpeara algo.

- Wow, deja eso donde estaba, y ven acá, no vayas a romper algo, que luego me vayas a querer reclamar a mí. – ella se acercó y Jorge soltó el paraguas; Silvia le tomó ambas manos, sujetándolo con fuerza. – Ya, quieto. ¿Te vas a quedar tranquilo?

- Sí, Silvia. Es broma que vaya a ir a golpearlo con un paraguas. Solo quería ver tu cara de preocupación y que volvieras a hablarme de "tú", porque me choca que te pongas de seria y correcta, cuando ese debería ser mi trabajo. Pero es cierto que no quiero que David siga a tu lado.

- El alcohol te pone demasiado sincero.

- Me quita la vergüenza y el sentido común. Me hace guiarme solo por lo que siento, y creo que está bien hacerlo por un rato. Ha sido la mejor noche que he tenido en años. – él le apretó las manos. – Sé que quizá mañana me arrepienta de haber sido tan honesto contigo en todos los sentidos durante todas estas horas, sé que quizá no recuerde muchas de las cosas que he dicho, porque sí, estoy bastante mareado, siento como si tuviera una burbuja gigante de aire dentro del cráneo, y tengo ganas de reírme de todo, pero cada cosa que he dicho es cierta.

- No creo que estés seguro de lo que dices ya.

- Estoy seguro de que fue una gran idea llevarte a bailar, aunque me meta en mil problemas. Estoy seguro de que, bailando contigo, me pasé las mejores horas de los últimos años. Estoy seguro de que me gustas, y de que probablemente tengas razón y está mal, pero es lo que pienso. Eres hermosa, me atraes, eres mi paciente, y yo tu psiquiatra, pero hoy no me importó que esto esté mal. Fin.

En tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora