Parte 76: Baile

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La mano de ella temblaba entre la de Jorge, nerviosa y emocionada al mismo tiempo. Estaba nerviosa, con el tipo de nervios que era normal que provocara que su psiquiatra la tomara de la mano y la llevara, casi como en una cita, a bailar. Y eso era precisamente lo que también la emocionaba.

Además estaba confundida, porque él le había dado a entender que ya habían bailado juntos antes, pero ella no lo recordaba. Incluso, hasta antes de recordar que él se había quedado alguna vez en su cama, daba por hecho que entre ellos no había absolutamente nada, y que todo había sido producto de su imaginación, surgido de una confianza a ciegas que había tenido en su psiquiatra desde el principio, mucho más que en su propio esposo. Con esos pequeños detalles, entraba en pánico, porque sentía que, si comenzaba a ilusionarse, el golpe sería más difícil de superar cuando tuviera que enfrentar que no significaba para él más que lo que lo hacían todos los demás pacientes.

Los llevaron a sentarse casi al fondo, en una mesa pequeña y pidieron las bebidas.

- Para mí que sea un whisky, y para la señorita... solo una limonada, por favor. – dijo Jorge, y el mesero se retiró.

- Gracias. – dijo Silvia. – Supongo que... yo no consumo alcohol.

- No, no lo haces. Se te cruza con el medicamento y podría ser...

- Peligroso. En mi ilusión, el que no tomaba nada de alcohol ni café era usted. Yo sí podía ponerme ebria cuando me diera la gana.

- Bueno, eso era en tu ilusión, pero no puedes. Todos los cuidados que tenías con el Jorge esquizofrénico eran el reflejo de los cuidados que tú misma has requerido a lo largo de tu vida.

- Y también creo que mi comprensión hacia Jorge y su esquizofrenia era... el reflejo de la comprensión mi psiquiatra con mi enfermedad.

Al principio, Jorge se había sentado justo frente a ella, pero la mesa era pequeña y sentía sus rodillas presionando las de ella, incómodamente, así que decidió cambiarse de lugar, y colocarse a su lado. Silvia lo miró con timidez cuando lo hizo, pero no le dijo nada, y él lo notó.

- ¿Te molesta que me quede aquí?

- No, no me molesta, pero... No sé, estoy algo... confundida.

- El Señor Perfección acaba de romper todas las reglas éticas del mundo de la Psiquiatría, y te trajo a bailar. ¿Qué confusión hay en eso?

- Que no entiendo por qué lo hizo, no entiendo por qué mi psiquiatra rompe tantas reglas, por qué se arriesga tanto por mí.

- No te hagas más preguntas, Silvia; lo único que necesitas saber es que no estás sola. – le respondió él; poco después, les llevaron las bebidas y Jorge dio un trago grande a su vaso.

- No te vayas a poner ebrio, porque tienes que conducir.

- Cuando te preocupas o te pones nerviosa, o tensa, me empiezas a hablar de "tú". Y eso me gusta. Aunque me gustaría más si lo hicieras todo el tiempo, te lo dije desde el principio. Y no, no me hagas pucheros, conmigo no funciona, Silvia Angélica. Lo has intentado mil veces, y las mil veces has fracasado con eso.

- Estoy segura de que no es cierto. No me gusta ser tan... imprudente con usted, pero a veces no me puedo controlar.

- En este momento, no tengo la bata puesta, ni estamos en un consultorio, ni tienes tu ropa de paciente, ni estoy dándote medicamento. Es casi como si fuéramos dos personas normales.

- Eso no cambia ni un poco el hecho de que usted sea mi psiquiatra y yo su paciente. – ella trataba de mantenerse firme, aunque parecía que él, al menos en ese momento, no pretendía que se quedaran serios.

En tu miradaWhere stories live. Discover now