Parte 86: Propuesta secreta

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Jorge no pudo ocultar su sonrisa, y de inmediato buscó la manera de colocarse sobre el cuerpo de ella, tratando de no lastimarla.

- Ya. Para mí está perfecto, pero... Si no estás segura, puedo ir por los condones corriendo, y regresar en cinco minutos.

- No, ya no perdamos más el tiempo, por favor, yo ya me quiero enterar de qué tan buen amante eres.

- Si te quito la ropa aquí, te vas a congelar, hermosa.

- Cúbreme con tu cuerpo, y te aseguro que no voy a tener frío.

Él le dio un suave beso en los labios, y luego se arrodilló, poniendo sus piernas por fuera de las de ella, y la ayudó a sentarse. Le retiró la bufanda con delicadeza, tomó su suéter por el borde inferior, y lo levantó hasta quitárselo; ella no llevaba otra prenda debajo más que el sostén. Pronto sintió las manos de ella zafando los botones de su camisa y dejó que lo hiciera. Ella, al terminar con la camisa, se siguió de largo hacia el cinturón y el pantalón, y Jorge, nervioso, volvió a recostarla, subiéndose en ella.

- ¿Ves? El tímido de la relación eres tú.

- No es timidez. Es emoción, y la emoción me pone nervioso, porque nunca había estado en mi lugar de trabajo haciendo el amor con una mujer tan guapa como tú.

- Todavía no estamos haciendo nada. Deja que empecemos y entonces sí, te pones tan nervioso como quieras.

Silvia lo empujó un poco y él se hizo a un lado; ella se giró un momento hacia el borde de la cama y se zafó las medias y la falda con agilidad, mientras Jorge la miraba a media luz, con ganas de besarle hasta el alma.

Se había quedado solo con su ropa interior; él se apresuró también a quitarse la camisa y el pantalón y volvieron a acomodarse. Jorge se subió en su cuerpo y ella fue abriendo sus piernas, de modo que él quedó abrazado entre ellas.

- Silvia... Te amo. Te amo mucho, mi amor...

Ella sonrió y le acarició el cabello con una mano; se acercaron a besarse, y Silvia sintió el peso del cuerpo de él sobre el suyo. Le parecía muy excitante estar a punto de hacer el amor con él en el hospital, se sentía emocionada y nerviosa, y tensa, pero feliz al mismo tiempo, porque por fin podía sentir plenamente lo que era el amor, y era gracias a ese maravilloso hombre que se había cruzado en su camino.

Después de un rato de estar besándose así, él comenzó a bajar sus labios hacia el cuello, y luego hacia el pecho de ella; llegó al borde del sostén y buscó la forma de bajar los tirantes. Cuando lo hizo, jaló el elástico hacia abajo, liberando los pechos de ella; sintió que un cálido hormigueo le recorría el abdomen y su cuerpo se estremeció.

Varias veces la había tenido muy cerca, varias veces la había visto usando solo la bata del hospital, pero tenerla así, de esa forma, dispuesta a todo con él, le provocaba una inmensa felicidad y un aumento en su excitación.

- Por fin eres mía... - murmuró, acercando su rostro a su piel para aspirar su aroma, dejándola sentí su cálida respiración.

Comenzó a pasar su lengua por la piel de ella, sintiendo que iba impregnándose de su esencia a cada centímetro que recorría; mientras lamía sutilmente uno de sus pechos, con su mano iba acariciando el otro, jugueteando poco a poco con el pezón, sintiéndolo endurecerse entre sus dedos.

La respiración de ella se volvió jadeante, y notó que varios de sus músculos se tensaban y se relajaban; la vio cerrar los ojos y soltar un gemido cuando él mordió suavemente su pecho.

La calidez en la parte baja de su abdomen y pelvis aumentó hasta el máximo y sintió su miembro comenzar a reaccionar, se apoyó sobre sus rodillas para incorporarse un poco, y permitir que su excitación siguiera aumentando más.

En tu miradaWhere stories live. Discover now