Parte 85: Año Nuevo

1.7K 150 32
                                    

- ¿Mi culpa? ¿Es mi culpa que usted no quiera dejar salir a los pacientes hoy? No entiendo a qué se refiere.

- A lo de la señora Navarro, ¿a qué más voy a referirme?

De inmediato sintió que se ponía helado, porque no sabía exactamente a qué se refería el director: si al simple hecho de haberla sacado, o si, por algún motivo, se había enterado de que ella se fue con él y no con su familia.

- El señor David me llamó más tarde de medianoche, preguntando si sabía dónde estaba su esposa. Él jamás fue notificado de que usted había firmado el permiso, y de que la señora no estaba aquí; casi llama a la policía y estoy seguro de que, si algo hubiera pasado, yo ya estaría siendo investigado y el hospital en quiebra y envuelto en un escándalo.

- La paciente estaba con su madre, en perfecto estado, yo no veo cuál es el lío. Si ella no quiso avisarle su esposo, ya no es asunto del hospital.

- Sí lo es, porque usted la dejó salir.

- Ya, piense lo que quiera. Pero los pacientes no tienen la culpa de su intransigencia. Le exijo que nos permita firmar las autorizaciones. – los demás médicos lo apoyaron.

- Bueno, vamos a hacer una cosa. Yo permito que todos firmen lo que quieran. Pero la señora Navarro hoy no sale. No quiero más líos con su esposo. ¿Queda claro, Salinas?

- Perfecto, pero entonces la madre de la paciente tiene permiso de quedarse con ella toda la noche.

- Pero usted va a quedarse y se hará responsable de cualquier incidente que ocurra.

- Claro, para mí no es una carga quedarme aquí. – respondió en tono agresivo; no estaba enojado por tener que quedarse, sino por la actitud tan déspota, como siempre, de su director.

Salió de la oficina y se acercó a los familiares para anunciar que el director había cambiado de opinión; la madre de Silvia se acercó a él.

- Señora, de verdad, hice... lo que estaba en mis manos, pero el director está molesto de que haya dejado que Silvia saliera la semana pasada, así que... cedió a dejar que se firmen los permisos, pero... su hija tendrá que permanecer aquí. Dice que no quiere tener problemas con David.

- Ya. Pero... David puede venir por ella, ¿no? Me refiero a que... quiera quedarse aquí, no hay nada que le prohíba entrar a verla. No quiero que... Que se acerque ya a mi hija, ahora me doy cuenta de que... no es una buena persona.

- No, desgraciadamente no puedo prohibírselo, porque no tenemos todavía una razón bien justificada y demostrable; puede quedarse usted, y no hay ningún problema. El director me dijo que voy a quedarme yo a cuidar a los pacientes que se queden, y entre ellos obviamente está su hija.

- Algo me dice que no se está quedando simplemente porque sí.

- El director piensa que me tortura haciéndome quedar, pero no sabe que en realidad... está perfecto para mí.

- Iré a la casa por lo que preparé de cena, vengo para quedarme un rato, y luego me voy. – Jorge asintió. – Yo sé que no necesito pedirle nada, pero... cuando ya me vaya, ¿puede cuidar a mi hija? Sobre todo, que no la moleste David.

- No se preocupe. Sabe que para mí es un placer estar cerca de ella. Y lamento que haya tenido que ser así. Nada de esto habría pasado si yo no me la hubiera llevado la semana pasada.

- No, no pida disculpas. Estoy segura de que mi hija se la pasó mucho mejor con usted que aquí encerrada.

La madre de ella salió un rato; poco a poco, Jorge vio por la ventana que muchos de los pacientes iban saliendo con sus familiares, el hospital fue quedándose muy silencioso. Eran casi las ocho de la noche cuando el director entró en su consultorio sin tocar.

En tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora