Parte 82: Segunda salida

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Silvia sonrió y le correspondió el abrazo; terminando de calmarse, sintiendo a su respiración y los latidos de su corazón volver a la normalidad. Suspiró y sintió como si el nudo de su garganta se deshiciera, dejándola respirar bien otra vez. Poco a poco se soltaron; nadie se había movido de donde estaba, y todos los miraban fijamente, desconcertados por la escena.

- La señorita está en perfectas condiciones, sus honorables servicios ya no son requeridos en este momento. – dijo Jorge, dirigiéndose al personal. Casi todos se retiraron, a excepción del otro médico.

- Doctor, es mejor que le administre el medicamento, porque ya está cargado en la jeringa, y de todas formas se va a añadir a la cuenta de la paciente.

- No le voy a poner nada, y no se va a cargar nada a su cuenta, porque ella no ocupó ese medicamento.

- Tiene que pagarla porque fue un insumo que se pensó ocupar para la crisis psicótica que estuvo a punto de tener.

- Doctor, ¿usted le compra un ataúd a un moribundo o se espera hasta que la persona haya fallecido? – el otro médico se quedó callado. – Es lo mismo con la señorita. Los insumos no se preparan hasta que sea necesario; es mi paciente y yo nunca di la indicación. Pero no voy a generar un lío por una cosa tan sencilla: cargue ese medicamento a mi cuenta y asunto arreglado.

Jorge se colocó al lado de Silvia y le ofreció su brazo; ella lo tomó y se giró, para comenzar a caminar hacia donde estaban sus padres, a pocos metros de ellos.

- Doctor, podemos pagar el medicamento, por nosotros no hay ningún problema. – ofreció el padre de ella.

- No, no se preocupe, déjelo así. Quiero que pasemos al consultorio, por favor.

- Claro, está bien. – el padre de ella se acercó y le ofreció el brazo su hija para que se tomara de él; Silvia pensó un momento en si soltar a su médico y tomarse de su padre. Finalmente lo hizo porque no quería meter en problemas a Jorge.

Llegaron al consultorio; solo había dos sillas frente al escritorio, Jorge le indicó a Silvia que se sentara en la silla que generalmente usaba él, y se quedó de pie junto a ella.

- ¿Qué pasó cuando pasaron a verla? – preguntó Jorge, dirigiéndose a los padres de ella, pero la que respondió fue Silvia.

- Me dijeron por qué me casé con David, y por qué creen que él se casó conmigo. – Jorge la miró, y se arrodilló a su lado, con ganas de tomarle al menos la mano, preguntándole mil cosas con la mirada. – Me casé con él por sumisa, y por complacer a mis padres.

- ¿Y él? ¿Por qué decidió casarse contigo?

- Ya te lo había dicho: porque quería disfrutar del dinero de mi familia, y mis padres piensan que lo hizo por simple compasión, pero fue más conveniencia que humanidad.

- Claro, es cierto, me lo dijiste cuando recordaste con exactitud el día que llegaste aquí. Ahora lo recuerdo. – él se levantó un momento y se dirigió a los padres de ella. – El día en que el señor David trajo aquí a su hija, yo los dejé a solas un momento para que se despidieran; poco después, ella entró en la fase aguda, y... Ya no pude hacer gran cosa, pero Silvia logró recordar ese corto lapso en que la dejé con su esposo. Él le dijo que al fin iba a poder librarse de ella un rato, dejar de tener que cargar con su enfermedad, que nunca la amó, y que solo se casó con ella por dinero. Necesito preguntarles, ¿ustedes nunca se dieron cuenta de eso? ¿De que no la trataba con cariño siquiera?

- Doctor, si todo es cierto, David ha sabido ocultarlo bien frente a los demás; con nosotros siempre se mostró preocupado por el bienestar de Silvia, y en público era tan atento con ella que... nadie podría pensar que... no fuera así. – respondió su madre.

En tu miradaWhere stories live. Discover now