Parte 105: Correr

1.3K 109 10
                                    

En cuanto Jorge reconoció que era ella, comenzó a correr también para alcanzarla; no sabía por qué, pero presentía que no era una buena señal verla corriendo tan tarde en la noche.

La vio girar a la izquierda al llegar a la esquina de la plaza principal, y supo que se dirigía a la casa; siguió corriendo, dejando la camioneta donde estaba, y llegó a la entrada de la casa de su abuelo apenas unos segundos después que ella. Vio que entraba a la casa y subía las escaleras; estaba a punto de ir tras ella, cuando vio el arreglo de la mesa del comedor con las velas y flores que ella había puesto. Se quedó pensativo un momento y después subió; abrió la puerta de la habitación y vio que ella estaba llorando frente al espejo, desatándose el cabello, y botando los pasadores en el piso sin ningún cuidado.

- Amor... Silvia, preciosa, ¿qué pasa? ¿Por qué lloras?

- Déjame en paz, vete, no te quiero ver. – le respondió ella entre sollozos y respiraciones entrecortadas. - ¡Vete!

- No, no voy a irme, mi amor, no voy a dejarte sola. – él se acercó y la sujetó por la cintura, abrazándola por detrás con fuerza, recargando su cabeza en el hombro de ella. – Estás hermosa, Silvia Angélica... - le dijo, mirando el vestido que ella usaba, y notando que se había puesto algo de maquillaje.

- Pero a ti te importa un carajo. – le gritó, y quitó las manos de él de su cintura. – Ya vete, Jorge, hablo en serio.

- No, ¿de qué hablas? ¿Por qué quieres que me vaya? Mi amor, yo no voy a dejarlas solas, tengo que estar contigo y con mi bebé.

- Pues tu bebé ya está dormida desde hace rato, y yo también ya me voy a dormir. – le dijo y, sin quitarse el vestido, fue hacia la cama y se acomodó entre las sábanas. – Apagas la luz cuando te vayas. – espetó con frialdad y se cubrió.

- Silvia, de verdad, dime qué te pasa, mi cielo...

- ¡¿Qué me pasa?! ¡¿Quieres saber qué me pasa?! – ella volvió a levantarse, acercándose a él bruscamente. – Pasa que me dejas sola en el consultorio, no me dices ni siquiera a dónde vas, te preparo una cena y me arreglo para ti, y me dejas esperando hasta las diez de la noche, sin saber nada de ti, salgo a buscarte y estás tranquilamente saliendo de la casa de esa mujer, ¿te parece poco?

- Silvia, yo... Lo siento, no quería que te molestaras, solo ayudé a Mariela con unas cosas que tenía que llevar a su casa.

- ¡Es que no es solo lo de Mariela! ¡Estuve esperándote desde las siete para cenar! – ella volvió a llorar. – Estoy muy enojada contigo, de verdad, por favor, vete.

- ¡El que debería estar enojado contigo soy yo! – le gritó, desesperado por la actitud de ella. No le parecía justo.

- ¿Y tú por qué? ¿Yo te dejé esperando? ¿Yo te hice prepara una cena en vano? ¿Yo me largué sin avisar nada? No, ¿verdad? Entonces no reclames nada. Vete al demonio.

- No, claro que no hiciste nada de eso. Te bastó con un "Es una simple boda" para joderme el día. – soltó él. - ¡Para mí no es una simple boda, Silvia! ¡¿No lo entiendes?!

Ella se quedó callada y cerró los ojos.

- Claro que sí es una simple boda, no dejes que te engañe diciendo que no es así. Igual te va a dejar, se casen o no, sea una boda grande o pequeña. No vas a retenerlo mucho tiempo. Él no es para ti. Ni él ni nadie. Tú misma lo viste saliendo de la casa de esa mujer. Ya ha comenzado a reemplazarte. Ni siquiera va a probar tu comida. Pero la comida que prepara ella... esa sí que la come con gusto todos los días, ¿lo has notado?

- No... - murmuró, cubriéndose el rostro con las manos. – Si no le importara, no se hubiera molestado por mi comentario. Lo dijo porque me quiere, porque lo hice sentir mal, porque no debí decirle eso, porque de verdad lo lastimé... - siguió susurrando. Jorge la tomó por los hombros, preocupado la ver que había comenzado a susurrar cosas, hablando sola.

En tu miradaWhere stories live. Discover now