Parte 112: Confesión

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Miró a su alrededor pero no tenía idea de cómo había llegado hasta ahí, y mucho menos de cómo tenía que volver; no reconocía el lugar, no recordaba haber visto esa zona del bosque nunca. No ubicaba el sendero por ninguna parte, y supuso que, por el color del cielo, ya debía haber estado caminando mucho tiempo, pues había comenzado a salir ya el sol. Había salido de su casa antes de las cinco, y ya debían ser al menos las siete.

Decidió esperar sentada en un tronco para no seguir adentrándose más en zonas peligrosas; tarde o temprano Jorge comenzaría a buscarla y, cuando pudiera escuchar que alguien la estaba buscando, podría gritar para pedir ayuda y que la encontraran.

Jorge despertó y vio que Silvia no estaba en la cama; entonces recordó que ella había dicho que iba a levantarse temprano a correr, así que decidió ir a darse un baño y luego ir a ver a Angélica para darle de comer.

Terminó de darle el biberón a su hija, la bañó, la vistió y se quedó un rato con ella en su cama, jugando un poco y tratando de hacerla decir algunas palabras. Preparó el desayuno para cuando Silvia regresara, dejando a Angélica en su sillita en la cocina para tenerla cerca; sin embargo, dieron las nueve y cuarto, y su esposa todavía no había vuelto.

Se puso tenso al recordar lo que pasó la última vez que ella fue a correr, y que tardó en regresar; su corazón comenzó a latir con fuerza y rapidez y sintió que las manos se le ponían heladas. Sabía que David ya estaba preso, pero no podía evitar sentirse nervioso, así que prefirió ir a buscarla.

Tomó las llaves y salió de la casa; la plaza principal estaba como cada mañana, con personas que iban y venían para iniciar sus actividades del día. Se quedó parado en el centro de la explanada sin saber bien por dónde comenzar a buscar. Se giró un poco y vio que Mariela lo miraba con atención desde su local. Se acercó hacia ella y supo que la mujer había notado la preocupación en la expresión de su rostro.

- ¿Silvia está bien?

- No lo sé, estoy preocupado por ella. Anoche me dijo que iba a salir a correr temprano; desperté como a las siete y ya no estaba, pero... no ha regresado, y siempre había sido muy puntual, excepto el día que David la amenazó.

- Pues no la he visto pasar, y estoy por aquí desde las seis.

- En la casa no está. Y sus cosas de correr tampoco.

- De acuerdo. Entonces... A empezar a buscarla. – Mariela dejó la escoba recargada en la pared, e hizo caminar a Jorge hacia la iglesia tomándolo del brazo.

- No creo que le hayan dado ganas de rezar.

- Lo sé. Pero es la misa de las nueve; cuando acabe, el sacerdote puede pedir ayuda a la gente para buscarla.

- No quiero poner el pueblo de cabeza todavía. – dijo él, deteniéndose. - ¿Qué tal si es simple paranoia mía?

- Mire, doctor, hay que buscarla en las calles; si la encontramos, todo bien. Si cuando acabe la misa todavía no aparece, entonces vengo yo misma a pedir ayuda. – Jorge se quedó pensándolo unos segundos.

- Está bien... - accedió al fin.

Comenzaron a caminar para buscarla, y recorrieron varias de las calles durante casi media hora, sin éxito, así que Mariela lo hizo volver a la iglesia y el sacerdote dio el anuncio.

- Antes de que se retiren... Silvia, la esposa del doctor Salinas, no ha regresado de su carrera matutina. Si alguien la vio esta mañana, levante la mano, por favor... - todos permanecieron quietos, mirándose entre ellos. – De acuerdo. Ahora... si alguien quiere, y puede, ayudar a buscarla, que permanezca sentado para que podamos organizarnos de una vez.

En tu miradaWhere stories live. Discover now