En tu mirada

By Romantique07

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Una vez me encontré con unos ojos que me arreglaron el mundo, me quebraron los miedos y me armaron de valor e... More

Parte 1: Medicamento
Parte 2: Señor Perfección
Parte 3: Fiesta
Parte 4: Ebria
Parte 5: Película
Parte 6: Museo
Parte 7: Video
Parte 8: Verde
Parte 9: Templo Mayor
Parte 10: Lluvia
Parte 11: Objetivos
Parte 12: Viernes
Parte 13: Libro olvidado
Parte 14: Llamada
Parte 15: Planes
Parte 16: Cuento
Parte 17: Feliz cumpleaños
Parte 18: Alameda
Parte 19: Crisis
Parte 20: Reunión
Parte 21: Consejos
Parte 22: Primer mes
Parte 23: Segundo mes
Parte 24: Viaje
Parte 25: Playa
Parte 26: Mar
Parte 27: Bosque
Parte 28: Cabaña
Parte 29: Miedo
Parte 30: Accidente
Parte 31: Coma
Parte 32: Petición
Parte 33: Carta
Parte 34: Propuesta
Parte 35: Final feliz
Parte 36: Dosis máxima
Parte 37: Realidad
Parte 38: Cuatro años
Parte 39: Entrega retrasada
Parte 40: Boda
Parte 41: Reencuentro
Parte 42: Oficina
Parte 43: Tercer cuento
Parte 44: Congreso
Parte 45: Oportunidades
Parte 46: Dosis nocturna
Parte 47: Regreso
Parte 48: Nuevo comienzo
Parte 49: Relicario
Parte 50: Positivo
Parte 51: Divorcio
Parte 52: Compras
Parte 53: Amenaza de aborto
Parte 54: Secuestrada
Parte 55: Ilusiones
Parte 56: Bebé
Parte 57: Recuerdos
Parte 58: Regalos
Parte 59: Celos
Parte 60: Alcohol
Parte 61: Verdad
Parte 62: Noche Buena
Parte 63: Veintitrés
Parte 64: Mudanza
Parte 65: Matrimonio
Parte 66: Persecución
Parte 67: Búsqueda
Parte 68: Ilusión
Parte 69: Internamiento voluntario
Parte 70: Helado
Parte 71: Planes
Parte 72: Decoración
Parte 73: Pasado
Parte 74: Explicaciones
Parte 75: Cafetería
Parte 76: Baile
Parte 77: Noche de verdades
Parte 78: Pruebas de rutina
Parte 79: Noche en el hospital
Parte 80: Segunda opinión
Parte 81: Por compasión...
Parte 82: Segunda salida
Parte 83: Vestido nuevo
Parte 84: Navidad
Parte 85: Año Nuevo
Parte 86: Propuesta secreta
Parte 87: Demanda de divorcio
Parte 88: Autorizaciones
Parte 89: Micrófonos
Parte 90: Sentencia de divorcio
Parte 91: Aborto
Parte 92: Casa en la playa
Parte 93: Junto al mar
Parte 94: Bosque (Real)
Parte 95: Llamadas
Parte 96: Pueblo
Parte 97: Nueva vida
Parte 98: Psicosis
Parte 99: Inyecciones
Parte 101: Suspensión del tratamiento
Parte 102: Trabajo de parto
Parte 103: Nuestro héroe
Parte 104: Una simple boda
Parte 105: Correr
Parte 106: Marido y mujer
Parte 107: Noche de bodas
Parte 108: Regreso al pueblo
Parte 109: Incidente
Parte 110: A salvo
Parte 111: Médico y paciente
Parte 112: Confesión
Parte 113: Sueño
Parte 114: Última carta
Parte 115: Para siempre
Epílogo
Gracias, siempre

Parte 100: Retraso

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By Romantique07

- Está bien. – con un nudo en la garganta, aceptó, tratando de convencerse de que era lo mejor.

Limpió con algodón su brazo y tomó la jeringa. Nunca en su vida la mano le había temblado de esa manera, nunca se había sentido tan nervioso por poner una simple inyección; cerró los ojos un momento y respiró profundamente, tratando de darse el valor suficiente para hacerlo. Insertó la aguja en su músculo en cuanto dejó de temblar, presionando luego el émbolo para permitir que la medicina entrara.

- Ya está. – murmuró cuando retiró la jeringa. Pasó una vez más el algodón. - ¿Te dolió? – le preguntó él.

- No, amor, tienes mano suave. – Jorge tiró la basura y se acercó luego a ella, para recostarse juntos en la cama.

– Con eso ya te vas a poder quedar tranquila un rato.

- Lo sé, gracias; sé que no es fácil para ti, mi amor, así que mi agradecimiento va por mil veces más. Ahora debes cumplir la segunda parte del trato. – dijo suavemente, acariciando su barbilla con delicadeza.

Jorge esbozó una sonrisa y se acercó a darle un suave beso sobre los labios, apenas rozándolos. Silvia profundizó más el beso succionando suavemente el labio inferior de él; podía sentir su respiración, ese aliento que siempre había sabido envolverla, esa calidez que le daba seguridad... Estaba tan tranquila con ese beso, que ni siquiera alcanzó a procesar en qué momento se quedó profundamente dormida por el efecto del medicamento.

Jorge, cuando sintió que ella dejaba de besarlo, la acomodó sutilmente y se levantó; se quedó un largo rato sin saber qué hacer. Ella era la que le daba ideas, la que lo alentaba a hacer cosas, la que hacía los planes, la que lo animaba. Y ahora que estaba así, él se sentía como perdido, como si no supiera qué hacer, como si solo supiera vivir cuando ella se lo pedía.

Tenía aproximadamente doce horas antes de que ella despertara y, cuando no había pasado más que una, ya no sabía qué hacer.

Bajó a ver al cachorro y lo cargó para subirlo a la habitación; en cuanto lo dejó en el suelo, el perrito se puso a husmear por todos lados. Se acercó a la cama y se quedó quieto del lado de Silvia, donde finalmente se acostó.

Hizo algo de comer para cuando pasaran los efectos, y comenzó a hacer una lista de todas las cosas que necesitaba conseguir, que además parecía interminable.

Para empezar, tenía que conseguir todo lo necesario para el tratamiento de ella: más medicamento, jeringas, algodón, alcohol. No sabía por cuánto tiempo iba a tener que prolongarse el tratamiento, y solo había llevado la dosis necesaria para cinco inyecciones en caso de emergencia, pues no tenía previsto que ella volviera a ponerse tan mal.

Además, iba a tener que buscar suplementos alimenticios, ya que no estaba seguro que ella pudiera comer de forma normal, y tenía que asegurarse de que no fuera a bajar mucho de peso para que no hubiera mayor descompensación con la dosis del medicamento; también necesitaba conseguir almohadillas para que no se lastimara por pasar tanto tiempo acostada, cremas hidratantes...

Debía conseguir también cosas para el cachorro, como comida, su plato, juguetes, una camita, y decidir si iban a permitirle quedarse siempre abajo, o podría, como en ese momento, subirlo un rato. Al parecer le gustaba la alfombra de la habitación.

Debía ir también por cosas de limpieza para la casa, para arreglar el jardín, porque no quería tener que estar saliendo a cada rato, quería conseguir todo de una vez y no tener que dejarla sola más que el mínimo tiempo indispensable.

Por la madrugada, Jorge comenzó a notarla más agitada a medida que iba terminándose el efecto; acercó lo que le había preparado de comer, cargó otra jeringa, y dejó todo sobre el buró. Le puso la inyección y luego, mientras ella estaba adormilada, intentó darle de comer; había cortado todo en trozos muy pequeños para que pudiera comerlo, y usó un popote para que pudiera tomar el agua sin peligro. Cuando terminó, Jorge la ayudó a acomodarse otra vez y la dejó tranquila.

Vio que el cachorro se había acercado y estaba otra vez acostado del lado de ella. Se sentó en el suelo, a su lado, y le acarició la cabeza y las orejas.

- Se ve que eres un guardián muy fiel, y no la quieres dejar sola, ¿verdad? Yo tampoco. Pero... mañana tengo que salir a hacer algunas compras, fuera del pueblo, así que... te la voy a tener que encargar un rato. Y, así como ahora, no quiero que la dejes sola ni un minuto, ¿de acuerdo? Quiero que no le quites los ojos de encima... - él se quedó mirando a Silvia. – Es muy bonita, ¿verdad? A mí me encanta mirarla, me encanta abrazarla, me encanta besarla... Seguramente tú ya reconociste ese olor maravilloso que siempre tiene, ¿no? ¡Claro! Eso es lo que te tiene aquí, cerquita de ella: su aroma. Cualquier se quedaría con ella por eso. Si alguien me viera en este momento, diría que el que tiene problemas mentales soy yo, hablando con un perro que no sabe ni siquiera ladrar todavía. En fin...

Se levantó y se preparó para dormir; durante todos esos meses, había aprendido que Silvia percibía todo lo que hacía por ella, aunque estuviera medicada, así que se acercó a abrazarla, y le susurró al oído que la amaba; se quedaron así toda la noche.

Al día siguiente, Jorge despertó muy temprano y, en el rato en que ella estaba un poquito más consciente, la llevó a darse un baño y le dio de desayunar. La dejó recostada, dejó al cachorro con ella, y salió.

Subió a la camioneta y se dirigió a la plaza principal; bajó para ir a buscar a Mariela y se acercó rápidamente.

- Doctor, buenos días, ¿quiere que le sirva su desayuno?

- No, hoy no, gracias. De hecho, vengo a pedirle un favor. Voy a dejar a Silvia sola un rato, tengo que ir a la ciudad, espero no tardarme. La dejé descansando y... bueno, solo para que usted sepa que ella está ahí, y que se está quedando sola.

- Ah... Claro, bueno... ¿Quiere que ayude a Silvia con algo?

- No, no, solo... bueno, es que yo he visto que... usted a Silvia le ha resultado simpática, y... bueno, quizá en algún momento se le ocurra venir a buscarla, si llega a despertarse antes de que yo regrese, así que... solo para que, si llega a hacerlo, se quede acompañándola un rato, ¿sí? Por favor.

- ¿Le puedo preguntar algo? – Jorge asintió en silencio. – Su mujer... ¿está enferma? Es que... bueno, creo que a veces me da la impresión de que está... diferente. Y... no es por ser metiche, sino porque... quisiera saber si hay algo en lo que pueda ayudarle. Ya le he dicho que siempre nos apoyamos entre todos.

- Agradezco su interés, y sí, Silvia tiene un problema de salud desde que era una niña, pero... yo me estoy haciendo cargo de eso. Generalmente no tenemos que preocuparnos, pero... hoy preferí que se quedara descansando. Solo es cosa de... acompañarla mientras yo regreso, si llega a salir de la casa por alguna razón.

- Está bien, no se preocupe.

- Muchas gracias, de verdad, me voy más tranquilo...

Jorge fue la ciudad y pasó a comprar todas las cosas que necesitaba. Miró la hora al volver a subir a la camioneta; apenas tenía tiempo para llegar y aplicarle la siguiente dosis. Luego de conducir unos kilómetros por la carretera, vio que los carros comenzaban a disminuir la velocidad, y pronto quedó el tránsito completamente detenido.

No dejaba de mirar la hora, nervioso porque todavía le faltaba la mitad de camino, y ya tenía que aplicarle la siguiente inyección; no sabía en qué condiciones podría despertar ella, y era obvio que el cachorro no era precisamente el perfecto guardián que necesitaba Silvia.

Casi hora y media después, cuando pudo llegar al pueblo, vio en la plaza principal a Mariela, leyendo. Quiso suponer que Silvia no había salido, y eso le dio tranquilidad, porque sería peligroso para ella andar sola en un lugar que no conocía bien.

Llegó hasta la casa y entró rápidamente; escuchó ruidos en la habitación y, al abrir la puerta, vio que ella estaba sentada en el piso. Al principio se preocupó, hasta que ella volteó y le sonrió; Jorge vio que tenía en sus piernas al cachorrito.

- Amor, llegaste, ¿a dónde habías ido? Te tardaste mucho, mi vida, ya hasta le di de comer a Madi. – Jorge se acercó y se sentó justo frente a ella.

- ¿Cómo te sientes, hermosa?

- Me tenías preocupada, porque desde que desperté tú ya no estabas, y no sabía si estabas bien, si te habías tomado tu pastilla, a dónde habías ido...

- No te preocupes, cariño, estoy muy bien. Solo fui a comprar algunas cosas que necesitamos, pero ya estoy aquí.

- Hot cake y yo estábamos muy preocupados por ti.

- ¿Quién? – preguntó Jorge desconcertado.

- Hot cake. – respondió, levantando el perrito de sus piernas y poniéndolo justo frente a su cabeza.

- Ah, claro. ¿Así lo llamaste?

- Lo llamamos, querido, porque fuimos los dos.

- Ya, sí, es cierto... - comentó, riendo; no, no había sido entre los dos, pero le gustaba el nombre, y le gustaba el tono con el que ella lo decía. – Oye, mi amor, ¿quieres comer algo?

- Sí, me muero de hambre...

Jorge bajó con ella a comer y luego, con algo de trabajos, la convenció para que se dejara poner una inyección, con la excusa de que había estado enferma recientemente.

Volvieron a recostarse y Jorge consideró que tenía que ser más cuidadoso en los horarios de las inyecciones, para que no pasara eso otra vez. Cualquier desequilibrio podría retrasar el progreso completo del tratamiento y la disminución de la dosis.

Habían pasado ya dos semanas más; durante la mañana, se había sentido demasiado fastidiado porque llevaba trece dís días sin que Silvia estuviera despierta el tiempo suficiente para conversar, para besarse, o hacer algo. Con trabajos lograba darle de comer, ayudarla a bañarse, y dejarla tranquila. El domingo, Jorge tuvo que ir al pueblo para comprar algunas cosas que hacían falta para la cocina. Como era domingo, vio que estaban todos reunidos en la plaza principal, escuchando a los músicos. Se acercó y se quedó un rato; el panadero lo vio y fue hasta donde estaba él.

- Buenas tardes.

- Hola, ¿qué tal?

- ¿Cómo han estado?

- Bien, muy bien, gracias.

- ¿Su mujer también está bien? No la hemos visto en más de una semana. Si necesita algo ya sabe que estamos para ayudarlos.

- Muchas gracias, de verdad se lo agradezco como no tiene una idea. Es solo que... ha estado algo indispuesta últimamente. Yo espero que pronto se le pase. – Jorge se quedó en silencio; era evidente que estaba preocupado, y sabía que cualquiera podría notarlo. – Ella... está enferma desde que era una niña. Estos días se ha... agudizado un poco, pero yo me estoy encargando de cuidarla. Muchas gracias por su apoyo.

- ¿Es algo grave? Podemos hacer algo entre todos para ayudarla. Si necesita algún tratamiento especial, o algo... no sé, quizá podemos cooperar para ayudarlos.

- No, no se preocupe. Por fortuna... económicamente estamos bien, y... lo único que queda es esperar. Así es esto.

- Bueno, está bien. Si en algún momento requiere salir, podemos pedirle a alguien que venga a ayudarlo a cuidarla.

- Gracias, yo... espero no requerirlo. Muchas gracias. Por cierto, quería hablar con usted de... bueno, Mariela nos comentó que aquí no tienen farmacia, ni médico, y... Silvia y yo pensamos que nosotros podíamos poner un consultorio para atender a la gente, y traer medicamentos y lo que haga falta.

- ¿De verdad? Bueno, sería de mucha ayuda.

- Claro, pero... no sabemos si todos van a estar de acuerdo.

- Doctor, podemos aprovechar que todos están reunidos aquí hoy, o al menos la mayoría, para plantearles el asunto. No creo que nadie tenga inconvenientes, es algo que nos beneficia a todos... Tan solo hace un año falleció una señora porque no había nadie que la atendiera aquí en el pueblo, y perdimos demasiado tiempo en intentar resolverlo porque ninguno de nosotros tenía idea de qué hacer, y nos tardamos en ir a buscar al padre para que nos prestara su carro para llevarla a otro lado. Sería estupendo que pudiera evitarnos tener que volver a pasar por una situación como esa.

- Bueno, si a usted le parece una buena idea, entonces acepto que hablemos con los que se pueda de una vez.

Jorge se quedó ahí durante toda la tarde; volvió a la casa por la noche. Silvia seguía dormida, justo como la dejó cuando salió. En la reunión todos habían aceptado la propuesta muy bien, y notaba la solidaridad en cada una de las personas, dispuestos a apoyarlo no solo con lo del consultorio, sino también con el asunto de Silvia. Les había contado lo mismo que a Mariela y al panadero: que ella estaba enferma desde que era una niña, que en esos días había estado un poco más delicada, y todos ofrecieron su ayuda. Confiaba en ellos, como esperaba que ellos confiaran en él. Y esa era la forma de vivir allí, entre las montañas y los árboles.

Fue a darse un baño y, al verse en el espejo, notó que estaba demasiado desaliñado. Se preguntó cómo se había atrevido a hablar en público luciendo así, ya ni siquiera recordaba cuándo había sido la última vez que se había rasurado. Supuso que había sido desde antes de que ella empezara con las crisis otra vez, y eso ya tenía dos semanas. Abrió las puertas de la gaveta del lavabo para sacar un rastrillo nuevo y, al mirar entre las cosas, su corazón se aceleró.

Las crisis habían comenzado justo un día antes del día en que se suponía que empezaba su periodo, y él la había estado cuidando absolutamente todo el tiempo, pero nunca comenzó con su regla.

Recordó el día que hicieron el amor en la cabaña, recién despiertos, sin protección, sin contar los días, y sin preocuparse por nada. Más tarde, ella le había dicho que sus días fértiles habían comenzado el día anterior. Y no se habí preocupado por eso hasta ese momento,en que tenía prácticamente veinte dís de retraso.

Ya era muy tarde para ir hasta la ciudad a comprar una prueba de embarazo, así que tendría que hacerlo al día siguiente. Por la noche ni siquiera pudo dormir pensando en que ella podría estar embarazada; no era el momento ideal para ello.

Se levantó muy temprano para ayudarla con su desayuno, para ayudarla a darse un baño, y para dejarla perfectamente acomodada; bañó también al cachorro, y luego salió apresuradamente para ir a la ciudad.

Antes de salir del pueblo, se detuvo en la panadería.

- Buenos días, don Joaquín.

- Buenos días, doctor. ¿Cómo va todo? Hoy ya empezaron los muchachos a limpiar y ordenar la oficina vacía que le comentamos ayer para que instale ahí su consultorio. Hoy en la noche esperamos que ya esté eso listo.

- Gracias. Yo tengo que ir urgentemente a la ciudad; quise pasar a avisarle que Silvia se quedó sola en la casa...

- Claro, nos quedamos al pendiente de ella.

- Muchas gracias...

Jorge se fue y condujo rápidamente hasta la ciudad; ni siquiera llegó al centro, se detuvo en la primera farmacia que vio y compró tres pruebas de embarazo de diferentes marcas, para volver rápidamente. Al llegar, vio que ella estaba profundamente dormida; no quería despertarla, así que tendría que esperar hasta que ella lo hiciera por la tarde.

Si estaba embarazada, iba a tener que pensar muy bien si seguir poniéndole el medicamento o no. Había estudios que demostraban que era peligroso utilizar el tratamiento para trastornos psiquiátricos en mujeres embarazadas, porque podía ocasionar problemas severos en el bebé; pero había otros que aseguraban que las madres corrían mayor peligro si descontinuaban el tratamiento en casos de enfermedades mentales graves, por las tendencias a la depresión o a la manía que solían exacerbarse.

Casi a las siete, cuando ya tenía preparada la cena, el efecto comenzó a disminuir y él aprovechó para darle de comer, para ayudarla a darse un baño y para hacer las tres pruebas de embarazo de una vez. La llevó otra vez hasta la cama y le puso la inyección, quedándose con ella, abrazándola, hasta que se durmió profundamente.

Después fue al baño para mirar los resultados de las tres pruebas; cuando entró estaba demasiado nervioso, no sabía ya si de verdad quería enterarse de ello. Tenía miedo.

Vio los resultados, suspiró, las tiró en la basura y, luego de asegurarse de que Silvia estaba completamente bajo los efectos del medicamento, salió de la casa, con rumbo a la panadería.

- Doctor, ¿está todo bien? ¿Necesita algo?

- La verdad es que estoy un poco... alterado, y necesito hacer una llamada urgentemente. Es... muy necesario.

- Claro, yo con mucho gusto le presto mi teléfono, pero... Ahorita lo están ocupando. Si gusta puede esperar sentado un rato, en lo que sale la persona.

- Sí, muchas gracias... - Jorge se sentó en una de las sillas que estaban junto al mostrador y se cubrió el rostro con las manos.

- Disculpe que me meta, pero... yo no lo veo nada bien.

- No, no estoy nada bien.

- ¿Quiere hablarlo? Ya casi no viene gente a esta hora, yo tranquilamente lo puedo escuchar si quiere desahogarse.

- Claro, sí, muchas gracias.

- Intuyo que... es por su esposa. Digo, su prometida. ¿Es así?

- Sí, es por ella. Lo que pasa es que... Mire, creo que de todas formas tarde o temprano se va a saber, así que... le voy a contar las cosas como son.

- Está bien, lo escucho. – el panadero se sentó en la silla a su lado y lo miró en silencio.

- Yo ya le había dicho que Silvia está enferma desde que era una niña, y... Por esa razón, ella llegó a estar internada en el hospital en el que yo trabajaba hasta hace poco tiempo. Yo la recibí el día que llegó y... como yo abrí su historia clínica, fui su médico tratante durante todo el tiempo que estuvo ahí. Durante esos meses... yo me enamoré de ella, me enamoré como nunca antes lo había hecho; el problema era obviamente que eso no estaba bien visto y... además ella estaba casada. Cuando se fue recuperando, el sentimiento se volvió recíproco y... finalmente acordamos que lucharíamos por estar juntos. Se separó de su esposo, yo dejé de trabajar ahí y la di de alta; prácticamente salimos huyendo de la ciudad, y... por eso ahora estamos aquí, porque no queremos que nadie nos encuentre.

- Pues yo creo que hicieron lo que era correcto para ustedes, porque se ve que se aman profundamente, y hacen muy bonita pareja. Se complementan a la perfección, ¿no?

- Sí. Me afecta demasiado que ahora esté teniendo una recaída tan intensa, yo no esperaba que volviera a entrar en este estado. La última vez me costó demasiado trabajo sacarla adelante, y temo que en esta ocasión suceda lo mismo.

- ¿Es muy grave lo que ella tiene? – Jorge suspiró.

- Lo que pasa es que... creo que no le había mencionado esto. Yo no... no soy médico general, soy especialista y ella fue paciente de mi área.

- ¿Y cuál es su especialidad?

- Soy psiquiatra y ella es esquizofrénica. Hace casi tres semanas empezó a tener crisis otra vez, alucinaciones y esas cosas, así que he tenido que mantenerla con altas dosis del medicamento. Uno los efectos es el sueño inducido, y... por eso ni siquiera ha podido salir de la casa.

- Entonces... ¿La mantiene dormida todo el tiempo?

- Sí. Tengo que hacerlo... - una chica caminó desde el fondo de la panadería y se acercó.

- Ya desocupé su teléfono, muchas gracias. – dijo y luego salió.

- Bueno, ya está, ya puede hacer su llamada, y de verdad espero que su mujer se ponga bien. Cualquier cosa... ya sabe que nosotros los apoyamos.

- Claro, sí, muchas gracias.

Jorge fue hacia el teléfono y marcó el número del hospital; pidió que lo comunicaran con el director, pues sabía que los lunes se quedaba hasta tarde.

- Buenas noches, doctor Salinas, ¿cómo ha estado?

- Buenas noches, bien, gracias.

- ¿A qué debo el milagro de su llamada? La verdad pensé que nunca más iba a saber de usted, ni de la señorita Navarro.

- Precisamente por eso lo llamo. Necesito pedirle una opinión. Creo que... en mi condición, no puedo tomar una decisión objetiva.

- ¿Decisión sobre qué?

- Primero necesito que me prometa que no va a decirle a nadie sobre esta llamada, ni mucho menos sobre el tema que quiero que me ayude a tratar.

- Está bien, se lo prometo.

- Bueno... ¿Qué haría usted si... tiene una esquizofrénica en psicosis aguda, y está en pleno tratamiento de impregnación con haloperidol, y... se da cuenta de que la paciente está... embarazada? ¿Continuaría el tratamiento o lo suspendería?

- Jorge Salinas, ¿Silvia está embarazada? ¿Tan pronto?

- Sí. Le hice tres pruebas de farmacia. De diferentes marcas. Y las tres salieron positivas.

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