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Poco a poco sentía como algo en su cabeza comenzaba a dolerle. La parte posterior de sus ojos la sentía oprimida y en la nuca sentía sudor. Fue que de un momento a otro todo se volvió negro, se balanceó hacia delante sin control alguno, alcanzando a golpearse la frente con el pecho de la Dra. Jauregui. Ella la sostuvo colocando las manos en su cintura fuertemente pues la morena no tenía control siquiera de sus piernas, las cuales parecían hechas de mantequilla derretida. Todo le daba vueltas, los colores y las formas se le mezclaban, sintiendo después como los brazos protectores de la ojiverde la sostenían cual recién casadas, recostándola en la cama con cuidado.
Podía sentir además como Lauren se agachaba y sin darse cuenta colocaba su cuello muy cerca de la boca y nariz de Camila, mientras la tapaba con las cobijas de la cama, ella se embriagaba de manera peligrosa con el perfume de aquella mujer. Quería correr, aquellas sensaciones no eran normales ni propias.
Lauren: -posó los dedos cerca de sus párpados- Tus pupilas están bien, ¿me ves?
Camila: Algo -todo lentamente volvía a su forma, sentía muchas náuseas pero respiraba profundamente para no devolver la comida- estoy mareada.
Lauren: Debemos hablar de doctora a paciente. -Acomodó una silla al lado de ella mientras le sostenía la mano y entrelazaban los dedos. ¿Eran normales aquellas actitudes inconscientes?- Yo sé que tú has decidido no tratarte con quimioterapia o radioterapia, creo que yo tampoco lo haría; pero eso no significa que no te trates con medicamentos para combatir los síntomas, para sentirte mejor y quitar todas estas reacciones como la que acabamos de ver. -A la morena se le llenaron los ojos de lágrimas- No debes tener miedo, recuerda que me prometiste ser valiente y luchar hasta el último día. -Besó su mano, enviando extrañas ondas de tranquilidad a la muchacha- Sólo quiero que si optaste por aprovechar todos estos días, lo hagas estando bien.
Camila: -trató de secarse las lágrimas- Debo acostumbrarme al dolor, no tengo dinero para costear esto, ¿y de que vale si al final de todas formas me voy a morir? No le voy a pedir un sólo dólar a mi abuela porque no quiero ser su carga.
Lauren: Pero hiciste una promesa, si has de vivir lo que te queda lo harás dignamente. -Miró su reloj, aún tenía tiempo pues se daría un poco de aquello para hablar con su paciente más importante- Yo te regalaré cada pastilla y examen que has de hacerte, costearé todo esto ¿de acuerdo?
Camila: -trató de sentarse en la cama con cuidado para quedar frente a ella- ¿Por qué haces esto? ¿Por qué yo? –susurraba algo jadeante, aún estaba mareada.
Lauren: Porque los amigos hacen esto. –La morena apretó los labios avergonzada mientras sus pómulos volvían a sonrojarse sin darse cuenta que con ese gesto, Lauren la veía aún más adorable.
Volvió a acomodarse entre las sábanas mientras la ojiverde sostenía una toalla que había sacado para secarle la nuca y la frente que le sudaba. ¿Amigas? ¿Eran amigas? Quería sonreír como boba pero se limitó a cerrar los ojos cada vez que las náuseas volvían. Malditas defensas que ya no le funcionaban, maldito glioblastoma. Fue en ese minuto que sintió la necesidad de contarle lo de Dianna, sentía mucha angustia por pelear con ella, a quien consideraba una amiga importante. Y a medida que le aclaraba lo de la mañana pasada, el rostro de Lauren se fue endureciendo, sus ojos se iban oscureciendo y sus cejas se fueron frunciendo. Llevó su mano derecha al tabique nasal para no decir ninguna estupidez. Amaba a sus amigos pero cuando cometían errores se los debía hacer notar. Podía ver la pena en los ojos marrones de Camila, sabía que sólo poseía a Shawm y Dianna en Nueva Orleans, discutir o pelearse con ellos era quedarse sola.
Lauren: No te preocupes, seguro no lo hizo con mala intención; pero voy a hablar con ella. -Antes de que la morena se lo impidiera, continuó- Y no me dirás que puedo o no hacer, porque después de amenazarme con una cuchara hace aproximadamente 2 meses no puedes exigir cosa alguna. -Sin poder evitarlo, la morena rió inclinando la cabeza hacia atrás. Recordaba cuando no la conocía y se había visto acostada en la casa de esa mujer. Una cuchara podía pegarle y nada más. Observo su risa, sus mejillas inflarse y teñirse de tinte rojo. Lauren tosió nerviosa y miró el reloj en su muñeca- Sebo irme Camila, aunque no quisiera –ella pestañeó varias veces- digo, uh. Porque puedes desmayarte o algo así.
Camila: Tranquila Lauren, ya me siento mucho mejor -comenzó a sentir bastante sueño, era como si los párpados le pesasen 3 kilos cada uno- sólo promete que no harás alguna estupidez con Dianna, no quiero alejarla.
Lauren: -tragó saliva y se acercó para besarle la frente en modo de despedida- Voy a hacer el intento sólo si prometes cuidarte y acceder a mi regalo –ella asintió como niña obediente- descansa –susurró.
Camila: -levanto su rostro hacia delante para besarle unos segundos la mejilla- Gracias por todo, de verdad no sabes cuánto te lo agradezco.
En esos pequeños segundos en que le besó su mejilla, sintió como si alguien le estuviese acariciando la frente con cuidado y lentamente, ese calor exquisito provocaba esas ganas casi animalescas para encontrar a quien lo hacía. Se alejó rápidamente de aquel beso sonoro en su mejilla y caminó hacia la salida, cerro con seguridad aquella puerta y deseo pensar en que debía hablar con Dianna, sólo en eso y nada más.
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Domingo 18 de noviembre 2015
Caminó hacia la entrada de esa casa para tocar con cuidado. Estaba mirando fijamente la puerta con sus lentes de sol puestos, el día anterior había hablado de lo más calmada con su mejor amiga para acordar reunirse y no delatar la molestia que sentía. De pronto apareció su rostro acompañado de una sonrisa, con tanto estudio echaba de menos a sus mejores amigos. Caminaron hacia la cocina donde Dianna le sirvió una taza de café con un poco del pastel que había comprado.
Dianna: ¿Qué tengo en la cara Jauregui? Me miras como si no me conocieras.
Lauren: La verdad es que te miro como si algo pasara por tu mente –se fueron a sentar al sofá para comer el pastel y beber el preciado café caliente- vamos, no soy tan idiota, Vero si lo es. –Dijo con una sonrisa. Debía escuchar la otra parte de la historia.
Dianna: -dejó la taza en la mesilla y apoyó su rostro en el hombro de ella. Tenían confianza, eso era lo bueno y no temía que Fiore sintiera celos de aquella amistad, de hecho la italiana estaba contenta del tipo de amigas que su "casi novia" tenía- No sé si he hecho algo bueno o algo grave -Lauren la abrazó de costado- verás, el día miércoles le grité enojada y bastante herida a una persona que es sumamente importante para mí, en realidad a dos, me siento engañada pero a pesar de eso no puedo evitar pensar que estoy haciendo algo malo.
Lauren: ¿Con quienes has peleado Dianna?-murmuró algo apenada, no le gustaba ver mal a las personas que quería y si había llegado un poco molesta, todo se había disipado.
Dianna: Puse mucho de mi esfuerzo para convencer a las porristas de la universidad a darle una oportunidad a Camila, les dije que tenía una enfermedad pero jamás dije cual. Feliz, extremadamente feliz estuve el miércoles de comunicarle la noticia, cuando ella me dice que dejará la universidad, los estudios y todo. Yo no soy tonta, sé que algo le pasa y por eso mismo discutí con Shawn cuando Camila se fue casi llorando el miércoles de mi lado. Sé que él sabe algo, simplemente colapsé porque yo quiero mucho a Camila, me preocupé de ir lo máximo de veces posibles a su departamento a pesar que no me abriera la puerta, la llamé muchas veces, asumí que era por lo del VIH, pero llegar al punto de no confiar en mí es demasiado.
Lauren: Necesito que me mires fijamente a los ojos rubia -se colocó de lado para ser franca- hay cosas que simplemente cuesta mucho contar por la gravedad del asunto. Entiendo lo que sientes pero debo decirte que debiste ser mucho más delicada porque si sabes que Camila tiene VIH positivo, debiste pensar en que puede tener algo más. No te imaginas cuan fuerte es contar aquello y te lo digo porque lo sé, lo he visto en pacientes.
Dianna: No entiendo a lo que quieres llegar –en realidad no quería entenderlo por temor.
Lauren: -resopló cansada, sólo quería lo mejor para esa muchacha a quien tanto quería proteger- Sabes que me he convertido en la doctora de Camila, ella está asistiendo a unas charlas que la están ayudando a sobrellevar una carga fuerte y desgarradora, si no te lo he contado es porque la privacidad del paciente ha de mantenerse y tú sabes cuál es mi ética respecto a ello, pero necesito de tu ayuda.
Dianna: ¿Qué es lo que pasa? -dijo casi gimiendo temerosa, colocándose de rodillas sobre el sofá.
Lauren: Camila lo sabe y por eso le es tan difícil vivir día a día con la idea de que su vida tiene una cuenta regresiva, le diagnosticaron efectivamente SIDA y a causa de aquello tiene una masa tumoral en la cabeza –cerró los ojos, hablar de esto le era difícil porque quisiera admitirlo o no, Camila era muy importante para ella- y que por estar al centro de su cerebro no se le puede extirpar, menos porque al tener SIDA trae más riesgos para su salud. A la pobre le dieron un tiempo estimado de 7 meses, de los cuales ya son como 6 lo que queda. Ha intentado quitarse la vida varias veces, se ha cortado las muñecas y los brazos en secreto y lucha día a día contra ese pensamiento. –Sonrió con la nariz sonrojada, no sabía si el deseo de llorar era por angustia o por el orgullo de la valentía de aquella morena- Antes de ayer viernes, fue a la charla y no sabes cuanta pena reflejaba en su mirada. Y es porque le falta el apoyo de sus amigos, porque la pelea contigo le angustia, porque siente culpa de no contarle aquello a su abuela y porque siente las consecuencias en su cuerpo de los estragos que el SIDA está causando. -Respiró profundamente para quitarle las lágrimas a Dianna- ¿Entiendes ahora en el calvario que está viviendo? Esta semana le harán exámenes y le administraran medicamentos para que pueda sentirse mejor, si ha de morir en paz debe ser con el apoyo de la gente que la quiere. Ve cuanto antes, corre y abrázala, dile que tiene todo el apoyo, que no sienta miedo. Tan sólo es una muchachita de casi 19 años y si tú eres su amiga, eres tan participe de su lucha como cualquiera.
Y ella no sabía que algo más agobiaba a Camila. El miedo constante de volver a encontrarse a Sinu, y la pena de darse cuenta de que cosas no normales le ocurrían cuando la doctora le hablaba o el terror de dormir y no despertar jamás.
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