She will be loved |COMPLETA|

By heronmomo

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(COMPLETA) Gil Collins es una mujer de buena clase social, la favorita de su padre, y la más buena de las ami... More

Nota
Prólogo.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15.
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20.
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
⚘Especial⚘ Capítulo 24
🥀 Especial 🥀 Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28.
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32.
Capítulo 33
Capítulo 34.
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40.
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
⚘Especial⚘ Capítulo 70.
Capítulo 71
EPÍLOGO
Nota

Capítulo 9

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By heronmomo

George llegó en cinco minutos. Cole observó como el padre de Gill llegaba al departamento.

No traía a sus usuales escoltas y lucía tranquilo, demasiado tranquilo para Cole.

Cole se encontraba sentado en el sofá de Gil, con el control remoto entre las manos (lo había tomado para no sentir que las tenía vacías)

Estaba a punto de romper su promesa y de fallarle tanto a Flor como a Gil, pero no había podido contenerse. Cuando llegó y vio esa nota solo había podido pensar en una cosa:

Se había marchado, y con ese hombre.

No tenía idea de porque, si ya sabía que esto podía pasar, pero no sabía que sería tan pronto, que Gil se iría sin siquiera darle la oportunidad de hablar con ella, habría pensado que significaba más para ella.

Así que llamó al único ser humano que conocía, que podría sacar una idea de la testaruda cabeza de Gil Collins.

—¿Cómo que se ha ido? —lo interrogó George, lucía molesto y más pálido que nunca—¿No te dije que hablaras con ella?

Cole tragó saliva con fuerza.

—Sí—respondió—vine para hablarle, pero todo lo que he encontrado es esa nota.

George se pasó una mano por el poco cabello que tenía y soltó una maldición. Estaba perdiendo el control, y era obvio que no le gustaba.

Cole pensó en que nunca lo había visto así.

—¿Y tienes idea de por qué se ha ido? —preguntó George—¿O A dónde? De seguro se fue con aquel hombre del que me alertaron.

—No tengo idea de a donde se ha ido, pero...—dijo y sintió como la bilis amenazaba con quemarle la garganta—estoy seguro de que se ha ido con él.

George arqueó una ceja, sospechaba. Cole lo sabía, George no había llegado a ser el magnate de los negocios que era pensando bien de la gente.

Era un hombre inteligente y perspicaz, que detestaba que le vieran la cara.

—Porque la escuché hablar—mintió. Le daría toda la información que fuera necesaria para encontrar a Gil, y traerla de vuelta, pero no metería en problemas a Flor—Para aquel entonces no sabía a qué se refería, pero ahora todo cae en sentido.

George apretó los labios, dudaba de él, pero por el momento estaba enfocado en otros asuntos.

—Se quién puede saber—dictó—acompáñame a tu casa.

El camino desde el departamento de Gil a la casa de Cole fue increíblemente tenso. Tener a George sentado en el asiento del copiloto lo ponía increíblemente tenso, pero lo que más le angustiaba era pensar en la reacción de Flor.

Se enteraría de lo que había hecho y se molestaría con él.

Al llegar, George se soltó el cinturón y entro a su casa siendo tan insufrible como siempre.

—¡Flor! —la llamó Cole al entrar, prefería hacerlo él antes que George.

Flor apareció de inmediato, se había cambiado de ropa. Ahora lucía un vestido color azul muy hermoso, que lo hacían temblar de ilusión. Y sonreía, estaba alegre.

Pero cualquier rastro de alegría se esfumó de su rostro al ver al hombre que acompañaba a su prometido, aunque Cole tenía que darle créditos, se recuperó del shock casi de inmediato.

—Tío, George—dijo imprimiéndole a su voz tanta alegría como pudo—que sorpresa que estés por aquí, ¿Pasa algo con Gil?

—No te hagas, Flor—la cortó el hombre de inmediato—te conozco, y conozco a Gil. Se que tú te enteras de todo lo que hace ella, y si realmente te preocupas por tu amiga, me vas a decir a donde se fue y como se llama el hombre que se la llevó.

Flor lució sinceramente sorprendida. Cole lo comprendió, ella estaba al tanto del romance de Gil y de que esta se iría, pero no tenía idea de que tan pronto.

Los ojos de flor se enfocaron en él y se volvieron tan fríos que Cole sintió que se congelaba en su sitio. Lo sabía, comprendía que había cantado, había traicionado su confianza.

Con la misma frialdad con que lo había mirada a él, se dirigió a George.

—Pues sé exactamente lo mismo que usted—le respondió. No tenía ni una sola gota de miedo por ella misma, había visto a ese hombre toda su vida, sabía perfectamente de lo que era capaz y aun así no le temía—que existe un hombre, y que lo ama, y él la ama a ella. Y estarán juntos, fin de la historia.

George la fulminó con la mirada, y Cole pensó que, si las miradas pudieran matar, Flor ya estaría tres metros bajo tierra.

—¿Y esperas que me trague eso? —espetó George con furia—que no conoces su nombre, ni sabes a donde van.

Flor se encogió de hombros, antes de cruzarse de brazos.

—Lo que ve, es lo que hay—dijo imitando a su amiga a la perfección.

George le sostuvo la mirada por un tiempo que tanto a Flor como a Cole les pareció eterno.

—La voy a encontrar, Florence—le dijo lentamente—moveré cielo y tierra, y todos los que se interpusieron en mi camino se van a arrepentir.

A pesar del nuevo pánico creciente en su interior, Flor alzó la barbilla retadoramente.

—¿Me estás amenazando? —preguntó.

George le ofreció la sonrisa más mordaz que Cole le había visto a hasta ahora.

—Sí dices la verdad, entonces no—respondió dándose la vuelta para salir—que pasen buena tarde.

Tanto Flor como Cole se quedaron en el mismo sitio, evitando mirarse, al menos por quince minutos. Flor quería asegurarse de que George no estuviera por los alrededores.

Finalmente, Cole rompió la barrera e intentó acercarse a ella, perro ella lo evitó.

—No me toques—dijo corriendo hacía su habitación.

Cole fue tras de ella.

—Flor, por favor...

—¡NO! —gritó ella dándole una bofetada.

Ambos se quedaron sorprendidos, ella nunca le había alzado la mano. Jamás.

Flor respiró hondo, ignorando los sentimientos de culpa que comenzaba a experimentar por haberle pegado.

Sin más se dirigió al armario, sacó una maleta y comenzó a meter la ropa ahí.

—¿Qué haces...? —preguntó Cole aterrorizado.

Ella lo ignoró.

—Confíe en ti—le espetó—te conté el mayor secreto de mi mejor amiga, y ni ¡UNA SEMANA PUDISTE MANTENER LA BOCA CERRADA! ¡Eres un cerdo, Cole!

Cole intentó abrazarla y esta vez lo consiguió, la tomó en sus brazos y la apretó con fuerza mientras ella se removía.

—Suéltame—gimió Flor.

—No—dijo él—no. Tienes que escucharme, entiéndeme Flor, lo hago por el bien de Gil.

Flor le dio tala codazo que no le quedó más que apartarse, jadeando por aire.

—¡¿Qué sabes tú del bien de Gil?!—le gritó ella con rabia—si la conocieras de verdad sabrías que significa el amor para ella, no puedes privarla de eso, tú no...

—¡Ella no lo ama, Flor! —le gritó él—si se fue con él fue por otra razón, no lo sé y me preocupa.

Y era cierto, después de la revelación de George se había pasado la noche pensando en que tan obvio había sido el amor de Gil, y en como él le había roto el corazón. Lo más seguro, pensaba él, era que Gil se había inventado eso del romance, había conseguido a otro hombre en vaya a saber dónde, y se había fugado con él solo para molestarlo.

Para vengarse de él, y tenía que admitir que estaba funcionando.

Le ponía de nervios saber que Gil podía estar allá a fuera, a cuenta propia, con un hombre al que a penas conocía, o quizás a uno que conocía desde hace tiempo y solo quería aprovecharse de ella.

Flor puso los ojos en blanco.

—Ay, sí Cole el experto en Gil—se burló—pues déjame decirte que solo dices tonterías. Gil jamás me mentiría, está enamorada de ese hombre y yo le creo. No tienes ningún argumento para sostener lo que dices.

Cole la miró con atención, ¡Claro que tenía un argumento! Y era la bomba de los argumentos.

—Estoy seguro de que no se fue con él porque lo ame—repitió.

Flor se cruzó de brazos y alzó la barbilla amenazante, sus ojos parecían escupir fuego.

—¿Y cómo estás tan seguro de eso?

—Porque, Flor...—dijo tomando aire entre la frase—Gil está enamorada de mí.

*

—Sí, estoy enamorada de él desde que lo conozco—confesó Gil.

Estaban ya en carretera abierta, lejos de Seattle, en alguna parte que resultaba desconocida para Gil.

El viaje en el auto de Jay le había resultado más relajante de lo que pensaba, era cierto que era un conductor genial. A pesar de estar manejando con una sola mano, ya que tenía el otro brazo enyesado (cosa que Gil temía que fuera en contra de la ley) también la había ayudado a relajarse con su charla.

Había conocido más acerca de él, como que su abuela se llamaba Adeline, y su tía Kate. También sabía que sus padres se habían llamado Katherine y Jon, y que tenía un hermano llamado Will, aunque sus ojos se habían oscurecidos al hablar de estos, y se había negado a proseguir.

Ella también le había hablado de su familia. De cómo George era déspota y manipulador, como su madre, Esmeralda, era desinteresada y solo le importaba la moda, como Grace y su madre Laura, la detestaban sin remedio. Y como Flor y Josh se habían vuelto su único pilar.

Jay pareció tener compasión de ella, ambos tenían familias muy . . . particulares, aunque de manera diferente.

Y ahora hablaban del tema que los trajo aquí, de Cole.

Jay apartó la vista un segundo de la carretera para enfocarse en ella.

—¿Y desde hace cuánto lo conoces? —inquirió, parecía inusualmente curioso.

—Dos años y algo, ya—respondió ella melancólica —que rápido pasa el tiempo.

Jay asintió.

—Ni que lo digas— dijo y luego volvió a preguntar—¿Cómo se llama? ¿Y cómo es...en general? ¿Por qué te enamoraste de él?

Gil se acomodó en su asiento, llevaba horas recostada en la misma posición. La nueva que adquirió hizo que la camiseta que cargaba se moviera un poco, mostrando un poco más de la piel del pecho.

Jay clavó la vista en la carretera y apretó un poco el volante. Gil no se dio cuenta del cambio.

Y suspiró.

—Se llama Cole—dijo—y créeme que es una larga y aburrida historia, no querrás escucharla.

—Sí quiero—replicó Jay con una sonrisa.

Ya que.

—Pues...—empezó ella, tomando aire con fuerza—físicamente es muy atractivo, él tipo de hombre que te deja sin palabras al verlo, del que se roba las miradas al entrar a un lugar. Y....su personalidad era...tan agradable, al inicio claro. Me trataba bien, se preocupaba por mí, y realmente me hizo pensar que era un buen amigo, aunque claro, sólo lo hizo para conquistar a Flor.

Gil se calló y se mordió el labio. Hablar de eso le estrujaba el corazón, era una herida que la dejaba sin aire. Amaba a Cole, lo veía en cada esquina, cada reflejo, en cada par de ojos.

A pesar de todo, sin importar nada. Le había entregado todo su corazón.

Jay se percató de su silencio y le dirigió una rápida mirada de preocupación.

—Y si lo amas tanto—dijo muy a su pesar —¿Estás segura de querer escapar? ¿No sería mejor lidiar con tus sentimientos? Tal vez él...

—No, por favor Jay—le suplicó ella, tenía una sonrisa triste dibujada en los labios—no más "tal vez", la esperanza lastima, no trae nada bueno.

—Pero...la esperanza es parte de ser humano, es lo que nos mantiene vivos.

—Y lo que nos mata—completó ella.

A lo que vino un gran silencio en el auto.

Se sentía incómoda, no por no hablar, sino por la situación en general, sentía que molestaba a Jay.

Él estaba tan lleno de esperanza y pensamientos positivos, y ella solo acarreaba miserias. Su temporada juntos iba suponer para ellos muchas molestias.

—Creo que es suficiente tristeza por el día de hoy—sentenció Jay con voz animada mientras le daba un golpecito al volante—¿Qué te parece si hacemos algo divertido?

Gil lo miró con curiosidad mientras una sonrisa comenzaba a danzar en la comisura de sus labios. Jay era el hombre más extraño que había conocido jamás, cambiaba de humor rápidamente y siempre parecía estar dispuesto a hacerla sentir mejor.

—¿Qué tienes en mente? —le preguntó.

Por toda respuesta posible, Jay dobló el auto hacia la derecha, saliéndose del camino.

Gil lo miró con precaución mientras sentía que el corazón le latía con fuerzas. Quizás si había sido demasiado arriesgado irse con un extraño.

Esta debía ser la parte en dónde la descuartizaba y la enterraba, haciendo imposible que su padre o cualquier miembro de su familia la encontrara.

Estaba empezando a imaginar las mil formas en la que esto podría salir mal cuando Jay se detuvo.

—Hemos llegado—dijo mientras abría la puerta y se bajaba del auto.

Gil se quedó maravillada, estaban frente a una especie de claro oculto.
Aquí las briznas de hierva estaban muy bien recortadas y cuidadas y en el centro se encontraba un pequeño lago.

Pero con aspecto de tener profundidad.

Jay se movió a su lado y le sostuvo la puerta.

—¿Qué tal, señorita? —dijo, ofreciéndole su mano sana.

Gil la aceptó encantada, tratando de no apoyar el peso en él y salió al exterior.

El aire fresco de las lejanías de la ciudad le dio la bienvenida, sacudiendo sus pulmones. A pesar de encontrarse en las etapas finales del invierno, Gil podía sentir el frío enroscándose en su cuello, erizando sus pezones, y bañándole la piel.

Pero no se sentía mal.

Le sonrió abiertamente a su acompañante.

—Es hermoso—dijo.

Jay se quedó de piedra, nunca en su vida había visto nada más fascinante que aquella mujer.

La vio caminar hasta la orilla del lago y la siguió.

Gil parecía estar absorta en sus pensamientos, a pesar de los pocos días que llevaban de conocerse oficialmente, Jay sabía que ya esto era algo particular de ella.

Se acercó lentamente y le susurró al oído. Disfrutando de los estremecimientos que provocaba en el cuerpo de Gil.

Ella lo miró sorprendido, como si estuviera loco.

—¿Ahora? Ya es casi de noche—dijo mirando el sol poniente, y cielo de tonos azules y rosas—además no traje vestido de baño, yo...

Él la estaba mirando burlonamente de nuevo.

—No seas gallina, Gil—le dijo.

Y sin más, empezó a quitarse la camisa.

Fue un proceso interesante de ver, ya que se la quitó ágilmente a pesar del yeso. Y luego prosiguió con los zapatos y de último los pantalones.

Gil se quedó de piedra, a pesar de que ya antes lo había visto quitarse la ropa, nunca lo había hecho a plena luz del día. Al aire libre.

No podía apartar la vista de sus ropa interior, ni del enorme bulto que se le formaba. Gil se mordió el labio, había fantaseado con estar así de cerca de un hombre, en esta situación, muchas veces, pero jamás pensó que pudiera ser real.

—¿Gil? —inquirió Jay, alzando una ceja mientras seguía su mirada.

Gil se sonrojó violentamente y se dio la vuelta, escondiendo su rostro entre ambas manos.

—¿ESTÁS LOCO? —Dijo, con voz muy aguda—¿Por qué te quitas la ropa?

Jay no pudo aguantarlo más y se echó a reír, rio tanto que le empezó a doler el estómago.

Ella lo fulminó con la mirada.

—¿Qué dije que fue tan gracioso? —preguntó, arrugando la nariz de esa forma que le parecía encantadoramente tierna a Jay.

—Ay, Gil—dijo él acercándose lentamente a ella, hasta ponerle ambas manos sobre los hombres.

Gil no pudo hacer más que quedarse mirándolo. Tenía unos ojos tan bonitos...tenía todo tan bonito.

—No puedo nadar con la ropa—dijo él, ofreciéndole media sonrisa —¿Cierto?

Sin decir más, se alejó de ella y se metió al lago. Se adentró en él hasta que el agua le llegó a la cintura (lejos de su yeso) y la saludó con una mano.

—¡Gil, ven! —la llamó—¡El agua está deliciosa!

—Ay, no mames—le gritó ella de vuelta—ni de pedo voy a entrar allí, mejor te veo desde acá.

—Como quieras—dijo él, riéndose a carcajadas.

Gil se sentó sobre el capó del auto y se dispuso a disfrutar de la vista. Y no, ya no estaba hablando de los increíbles colores del atardecer, si no del increíble hombre que se encontraba explorando el lago.

¿Estaba mal que lo viera así? A pesar de que amaba a Cole, y sabía que no había nadie como él, y que jamás amaría a alguien como lo hizo con él. Jay despertaba en ella una sed de diversión que no podía contener.

Diversión y lujuria.

¿Era así como se sentían las chicas bonitas? Las que salían a bailar y le sonreían a los extraños sólo por diversión. Si era así, entonces las comprendía. Las cosas bonitas pueden resultar adictivas.

Vio como Jay se acercaba a una pequeña corriente que se filtraba entre las piernas y se echaba agua en el rostro.

Lo que vino a continuación la sorprendió.

Sin saber de dónde había sacado la valentía, se puso de pie y se desvistió hasta quedar en ropa interior. Su sostén no hacía juego con las bragas, pero por suerte eran piezas bonitas, no sus bragas de hello kitty, ni sus bragas de abuela para el periodo.

Era encaje.

Respiró profundamente y se metió al lago.

Se sumergió hasta el fondo, disfrutando de las corrientes de agua, dejando que se llevaran sus preocupaciones, sus sentimientos por Cole, y su timidez y tristeza anterior.

Para cuando sacara la cabeza, quería ser otra Gil.

Estuvo unos segundos más bajo el agua, hasta que localizó las piernas de Jay. Sin pensarlo, alzó la cabeza para quedar justo frente a él.

Le sonrió.

Jay la miró sorprendido, de repente sentía que le habían sacado todo el aire del cuerpo. Encontraba a Gil singularmente despampanante.

Su largo cabello castaño le caía en rizos desordenados hasta la mitad de la espalda, y la bonita ropa interior se le ceñía en los lugares adecuados para resaltar lo que tenía que resaltar.

A Jay le estaba dando un ataque.

—Tenías razón, está buenísima—dijo Gil, refiriéndose al agua.

—Como no tienes idea—dijo Jay con la voz ligeramente ronca, él no se estaba refiriendo al agua.

Gil le sonrió y se acercó un poco más a él. Miro a su alrededor, realmente era un lugar bellísimo.

—¿Cómo sabías de este lugar? —le preguntó con curiosidad.

—Un día lo descubrí por accidente, y continúe viniendo, aunque en verano. Claro—le contestó —ayuda a pensar.

—Ciertamente—estuvo de acuerdo ella.

Volvió a hundirse y a salir, hizo eso repetidas veces. Le gustaba como el agua fría le devolvía la vida, como la hacía más valiente.

—¿Te diviertes? —dijo Jay en tono burlón—parece que nunca habías estado en un lago.

Gil se encogió de hombros, ya no sentía que quería esconder nada.

—Nunca había estado en uno—confesó—lo más cerca del mar que he estado es en la playa de Venice, a los doce años. Con mis padres vigilándome constantemente.

—¡No lo creo! —rio Jay—no puedo concebir una vida lejos del agua.

—Así es mi vida—dijo ella sonriendo —simple y aburrida. No conozco demasiado.

Jay se acercó más a ella y le dedicó una de esas sonrisas capaces de derretir el mundo.

—Yo me voy a encargar de que ya no te aburras—dijo acariciándole el cabello—te prometo. Escúchame bien, Gil Collins. Te prometo que te daré el tiempo más feliz de tu vida, el más interesante. Me aseguraré de que no me olvides.

El tacto era tan gentil, tan suave que Gil sintió que flotaba, se sintió en un sueño.

—Yo no podría olvidarte, Jay. Jamás —confesó.

Jay la miró con tal intensidad y Gil se sonrojó. El momento era tan íntimo y algo... ¿Romántico? que Gil, como no, no pudo hacer más que meterse de lleno al agua.

Aún dentro del agua escuchó a Jay reírse de su timidez, y ella misma no pudo evitar sonreír.

Una hora después de la parada en el lago, y luego de una terrible sesión de karaoke, se hallaban en un pequeñito motel en donde Jay había alquilado un cuarto. Riendo y comiendo pollo del KFC.

Gil dejó el bote sobre la mesa y se arrojó a la cama, mandando a volar sus zapatos.

—¡Nunca pensé que estaría en uno de estos! —dijo con emoción—es tan...película, o novela romántica. No sé.

Jay la acompañó en sus carcajadas y se acostó a su lado, con la cabeza descansando sobre su brazo bueno.

Una sonrisa presumida se iluminó en su rostro.

—¿Acaso acabas de compararnos con una novela romántica, Gil? —dijo con voz sugerente.

Gil se sonrojó estúpidamente.

—Eh...este...yo—tartamudeó, haciendo uso de todas sus facultades mentales.

Jay estalló en una carcajada.

—Te ves tan linda cuando te quedas sin palabras—dijo y luego se mordió el labio mientras le acomodaba un mechón suelto tras la oreja.

Gil ya no podía avergonzarse más.

—¿Disfrutas haciéndome pasar vergüenza? —le preguntó.

Él se levantó de la cama para ir a encender el televisor.

—Pues tú no me la pones muy difícil, eh—dijo, volviendo a ella.

Gil ya se había girado, se sentía como drogada, o ebria. Valiente.

Lo suficientemente valiente como para acariciarle esos tentadores rizos rubios, o quizás, para más. A penas había levantado la mano para hacerlo cuando escuchó una voz que la dejó helada.

—La última vez que la vi fue ayer—estaba diciéndole George Collins a un reportero —había un hombre...un hombre con el cual había estado teniendo problemas. Creo que ha sido él quién...se la ha llevado.

Gil se enderezó rápidamente, sus ganas de tontear se habían esfumado.

George Collins estaba en la tele, mostrando una pena falsa, inclusive sus pausas en donde se le "cortaba" la voz, parecían demasiado ensayadas para Gil, pero sabía por experiencia que el mundo se las tragaría.

—¿Que sucede? —le preguntó Jay con preocupación.

—Es...es mi padre—dijo Gil, apretando las manos con furia.

¡Ahí estaba de nuevo! tratando de manipular su vida, tratando de hacer que su "niña" volviera al nido. A la miserable vida que él podía controlar.

Era típico de su padre, lo que en serio la preocupó fue ver que Cole, el mismísimo idiota, se encontraba a su lado, y se veía ansioso. ¡Como si se tragara el cuento!

¿Desde cuándo él se había vuelto una de las marionetas de su padre?

Esta es la foto de la mujer. Responde al nombre de Gil Collins, tiene veinticuatro años de edad, fue vista por última vez en...

—Arg—gruñó Gil, apagando la tele y lanzándole un cojín —¡Lo está haciendo otra vez, Jay! ¡Quiere hacerme volver! ¡No lo soporto!

Jay no la volteó a ver, se encontraba pegado a la ventana, con su atención en otro lado.

—Eh...Gil, tienes que ver esto—le dijo.

Gil ya estaba preparada para decirle que en este momento no estaba de humor para paisajes ni cosas "hermosas" pero entendió a qué se refería.

En la pequeña estancia que hacía de "recepción" estaban pasando las noticias. Y el matrimonio que les había dado la bienvenida los veía.

Gil pudo ver como la mujer alzaba el teléfono y sintió un escalofrío.

—Tenemos que salir de aquí.


Nuevo cap, pedacitos de cielo! ❤
espero que les gustara. Como siempre, gracias por todo.
Espero sus votos y comentarios.

Y no está de más decirles que le recomienden esta historia a sus conocidos, realmente me gustaría llegar a los 500k ¡No estamos lejos!

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