Los Pecados que Pagan las Bes...

Od nofarahway

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En un mundo de bestias, aprendes a ser el cazador o te convertirán en la presa. ✔️Hermosa portada por @TheSph... Viac

LOS PECADOS QUE PAGAN LAS BESTIAS.
❴♚❵ Parte I.
01. La Ambrosía de la Bruja.
02. El Regreso del Lobo.
03. El Arte de la Guerra.
04. El Silencio en la Noche.
05. El Baile de los Titiriteros.
06. Las Sombras del Fuego.
07. Los Aliados en la Oscuridad.
08. La Doncella de Blanco.
09. Sangre en el Vino.
10. El Retrato del Horror.
11. La Luz en las Sombras.
12. El Secreto de las Bestias.
13. La Bruja del Bosque.
14. Las Dos Caras de un Cuervo.
15. El Deseo de un Lobo.
16. Sinfonía de Guerra.
17. La Claridad de la Lejanía.
18. El Deber de los Ancestros.
19. Domar a un Lobo.
20. Al Acecho del Lobo.
21. Luna de Sangre.
22. La Hermandad entre las Bestias.
23. Las Bestias Mueren Solas.
24. El precio de la paz.
25. Lealtad kanverina.
27. Prado blanco.
28. Vástagos de hielo.
29. Perfume de lilas.
30. El canto de los cisnes.
Interludio.
31. La pianista valtense sin historia.
32. La rebelión de la serpiente.
33. El duelo de los espíritus.
34. Susurros suplicantes en noches oscuras.
35. Almas en pena.
36. La devoción del demonio.

26. Presagio de victoria.

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Od nofarahway


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Presagio de victoria.
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KAISER

Oí el llamado de la naturaleza, los bosques vivos susurrando, reclamando mi nombre, el prado blanco se extendía inmenso ante mí, podía ver la caravana alejarse con Killian y Kalena a la cabeza.

Las primeras filas como motas esparcidas sobre los caminos cubiertos de escarcha.

Exhalé la rabia, la impotencia, debajo de mi piel ardía un instinto de caza, las ganas de liberarse y rendirse al salvajismo.

Era noche de luna llena, era en noches como esta donde mis compañeros y yo, lacayos de la legión bantier, éramos utilizados como perros de caza.

Nos lanzaban al frente para arrasar con pueblos enteros, aprovechando el estado de adrenalina febril en la que nos sumía las noches de luna, cuando lo único a lo que respondíamos eran los instintos de una bestia.

Al otro día no éramos más que la vergüenza de nuestra tropa, despojados de toda ropa y dignidad, cubiertos de la sangre de víctimas que no reconocíamos.

Así nos habían usado y así prometí que no dejaría que lo hicieran otra vez, ni a mí ni a mis hombres, bajo ningún ideal.

Espoleé el caballo hasta que alcanzó al príncipe de Kanver.
Bajé justo a sus pies, Blak rodeó el caballo negro, el felino en guardia.

──Ya hablaste con ella ──notó con voz monótona.

──Imagino que tú también, no te perderías sus últimas palabras.

El semblante de Killian se ensombreció, la siraytza observó la escena desde la lejanía, montada en su yegua blanca.

Bien, esto era algo que debía saber.

──Por fin eres el último de los Vaetro.

──No lo entiendes, Heletrar, y no preciso que lo hagas, ella es de mi sangre, mi familia…

──Así que la mandas a morir ──le corté con rabia.

Blak se agazapó en mi dirección.

──Ella es una Vaetro, sabe lo que hace, y no vas a venir a decir qué es lo mejor para mi hermana, ella es parte de mi sangre, venimos de los pueblos originarios de las tierras de Kanver y tú…

──¿Y yo qué? Soy de la sangre del Cuervo, eso quieres decir, no confías en mí ──ladré con rabia──. Habla, Vaetro.

──Discutiremos cuando estés más calmado.

──Sabía que habría problemas con ustedes desde el día que llegaron a mi castillo llenos de odio y rencor, no conocen cómo se juegan las guerras entre los señores ──Ya estaba muy harto como para siquiera discutir──. ¿Permitirás que ese odio se lleve a la última familia que te queda? ¿La dejarás a su suerte? ¿Ese es el honor que te enseñaron tus ancestros?

Killian se mostró imperturbable en todo momento, tanto como el felino negro erguido a sus pies.

──No vinimos aquí por paz, Heletrar, vamos a vengar a nuestra familia, se derramará la sangre que deba ser derramada y si para cuando eso suceda no queda un Vaetro en Puerto Kanver, entonces seremos los últimos enterrados ahí también.

──Ustedes dos van a ser los únicos que terminen con el apellido de su familia.

──No lo entenderás, Heletrar, el honor de ninguna familia puede ser negociado, ni siquiera con paz, ni siquiera con la vida de otro miembro.

──Así que eso es todo, hoy enterraste a Keira.

Su mandíbula se comprimió, lo observé tragar con fuerza, las sombras bailaron densas a su alrededor, por un momento las vi, luego desaparecieron como un espejismo de humo en el viento helado de la noche.

──Si tu hermana no vuelve, ten por sentado que tú irás detrás de ella.

──No creas que valoras a mi familia más de lo que yo lo hago, Heletrar. No eres parte de nosotros, después de todo.

Espoleó el caballo para ir a la cabeza de la caravana, la pantera no tardó en ir detrás de Vantha.

La siraytza asintió en mi dirección, sabiendo que ese no sería el mejor momento para hablar, pero prestó atención a algo, alzó la mirada como si percibiera algo en el aire.

No tuvimos más tiempo para discusiones, una ráfaga de viento levantó una línea de polvo y nieve entre nosotros.

Esos infelices.

──Todos pónganse en posición ──vociferé──. A sus puestos.

──Heletrar, qué sucede ──insistió la siraytza.

──Manténgase a cubierto.

──No voy a esconderme ──me gritó con rabia.

Por un momento me tomé el tiempo de observar la rabia que ardía en sus ojos.

La tigresa blanca detrás de ella ya tenía los pelos erizados, no dispuesta a dejarse amedrentar.

──Bien ──acepté──. Pero en caso de una retirada, es prioridad que escape con esa tigresa suya.

Ella asintió, antes de espolear su caballo y darme la espalda.

──Está a cargo de la defensa y ataque, Heletrar.

Luego se fue directo a rearmar las filas, confíe en su juicio para preparar una retirada.
No podríamos resistir una emboscada.

──Señor, ¿nos preparamos para atacar? ──preguntó Delava, una de mis soldados katrenses.

La mayor parte de mi cuerpo de soldados venía de una campaña que había contratado cuando cruzaban el estrecho de Katreva en su viaje al Este, no podía arriesgarme a viajar con una flota llena de katrenses y ser reconocidos.

Éramos solo siete los que podríamos con esto, y eso no me aseguraba la supervivencia del resto de la caravana.

Había escuderos, sirvientes y trescientos soldados de la campaña que contraté.
Todos dependían del éxito de mi plan, Ciro nunca enviaría soldados solo para amedrentar, no por nada se los llamaba «los verdugos» a los miembros de su legión.
Los cuervos, cuando estaban muy solemnes, y los carroñeros cuando estaban seguros de que ellos no los escuchaban.

Aun así eran soldados con los que había peleado miles de veces, conocían mi forma de combate, pero yo también la suya.

Ese era el presagio, el comienzo de la batalla hasta su gran entrada durante la masacre, los cuervos querrían hacer su entrada triunfal.

──Envía a todo el resto de la caravana al bosque.

Observé la luna en alto, lista, cómplice.

Ella se limitó a asentir antes de ponerse en marcha.

No pasaron más de unos minutos, controlé quizás un cuarto de hora hasta que el camino quedó desolado.
Solo un carromato vacío y dos caballos purasangre que no podíamos arriesgar en terrenos fragosos.

Debíamos estar listos para devolver el ataque.

El Cuervo no buscaba secuestrar a la siraytza, podría haber hecho eso, la quería debilitada, la quería vulnerable y abatida, tan miserable como para volver a sus brazos por su propio pie.

Conocía al Varratrás, sus tácticas y estrategias.

Copos de nieve y polvo bailaron con la siguiente ráfaga.

El resto de mis soldados permaneció firme y en pie, la luna salió a escena, las nubes le abrieron paso como a una ceremonial guerrera lista para luchar, una diosa bajando a bendecir el campo de batalla.

Caí sobre mi rodilla, jamás acostumbrado al dolor de cada hueso de mi cuerpo rompiéndose para volver a reconstruirse.

Grité cuando mi columna se dobló dejándome de rodillas.

Escuché el llamado de la naturaleza, un aullido resonó hasta convertirse en un grito de guerra.

KALENA

Podía ver el bosque desde la altura, un mapa perfecto que desembocaba en el lago congelado al otro lado.
Busqué hasta trazar el camino más seguro a destino, luego Killian rozó mi cadera y volví al corazón del bosque.

La pantera se fundía con las sombras, la oscuridad era su campo y se notaba por la facilidad con la que arrancaba gritos y desgarraba la carne de los soldados mercenarios que nos intentaron dar caza.

Nívea rugió antes de aparecer frente a mí, con su pelaje blanco cubierto de sangre.

Los soldados que trajimos de Seleari hicieron la mejor línea defensiva que pudieron.

Heletrar había quedado atrás con el resto de su grupo, confíe en su plan y su experiencia como soldado, pero la nieve no hacía más fácil cruzar el bosque en medio de la oscuridad.

La luna iluminaba con su luz plata, los árboles, sus copas y el camino escarpado frente a nosotros, pero seguíamos en desventaja.

Aullidos cortaron la noche y mi sangre se heló ante lo cerca que resonaron.

Killian extendió su mano y Blak no tardó en colocarse a su lado, protector.

Lo único que podía escuchar era el susurro de las plegarias a la Madre por un soldado sileriano.

──Silencio ──lo calló Nezal.

Ella se encontraba en tensión, tan recta como una flecha.

──Avancemos ──apresuré la marcha──. Una vez que crucemos el bosque, bajaremos por el lago hasta encontrarnos con el resto de la caravana.

Seguimos en silencio, debíamos permanecer atentos al ruido del bosque.

Sentí un toque en mi mano, me sobresalte un momento, busqué a Nivea para encontrarla agazapada frente a un árbol.

Solo entonces noté que era Killian quien reclamó mi atención.

Se colocó el índice sobre los labios para que me mantuviera en silencio.

Luego dirigí mi mirada hasta las sombras que se escondían entre las cortezas torcidas y curvadas de los arrayanes y robles, Blak saltó entre nosotros para adentrarse más en la profundidad del bosque.

Nivea saltó detrás de él.

──¿Avanzamos?

Los susurros del hombre rezando volvieron a oírse en el bosque.

──Cierra la boca.

Creo que se llamaba Ronawer, el tipo corpulento que lo empujó hasta que cayó sobre un charco de barro, lo que quedaba de un río seco.

──Me estás poniendo de los nervios.

De repente la luna se ocultó, la negrura se fundió a nuestros alrededor, las antorchas hicieron un pobre intento por repeler.

Le hice una seña a una veladora del fuego para que lo dejara así, no valía la pena gastar la synergia en eso cuando podríamos estar en el umbral de una batalla.

Killian se colocó de cuclillas, sostuve su hombro mientras lo veía analizar algo en el suelo.

Un peso cayó sobre nosotros, Killian cayó hacia atrás y casi me fui con él ante la vista de un cuerpo destrozado, un revoltijo de piel y vísceras revueltas.

Tragué con fuerza, inhalé una gran bocanada de aire.

──Santa Madre, protégenos ──exclamó Ronawer.

Me arrodillé para ayudar a Killian a levantarse, él sostuvo mi mano antes de buscar mi rostro.
Hasta entonces noté que me había quedado pasmada.

Solté un carraspeo.

──Mantengan la calma ──Encontré mi voz──. Cruzaremos el claro y estaremos a salvo.

Nadie pareció muy conforme, ellos siguieron esquivando el cuerpo del hombre mutilado, los rezos parecían venir de dos lados cuando nos adentramos en el corazón del bosque.

El camino pareció eterno, aun más tortuoso cuando los aullidos de las bestias cesaron.

Pero cuando llegamos a la línea de salida, los primeros rayos del día ya comenzaban a sombrear el cielo en un pálido azul.

Sería un día despejado.

Lo primero que vimos fueron los restos de un campamento improvisado.

Los hombres de Kaiser ya estaban ahí, y al parecer habían acabado con quien sea estuvo ahí antes.

Kaiser Heletrar tomaba una botella de raven al abrigo del fuego, una piel de cordero era lo único que cubría su torso desnudo y cubierto de sangre.

Blak y Nivea esperaban atentos a los trozos de carne que le arrojaba.

Otro soldado se adelantó para realizarme una reverencia.

──Señora, su caballo ya está listo para salir.

──¿Qué ocurrió?

Era uno de los hombres de Kaiser, alto y fornido, con un bronceado curtido y llevaba el pelo recogido en un puño sobre la cabeza, igual que Heletrar, como si en esas tierras no hubiera más que guerreros de pura cepa.
El soldado lucía limpio y preparado para partir, pero dirigió una mirada de duda a su líder.

Entonces Heletrar se puso de pie, arrojando los últimos restos de carne a los felinos, Blak se hizo a un lado pero Nivea terminó hasta lo último de su recompensa.

──Tiene el camino despejado, mi siraytza, estará listo para que crucemos el lago cuando lo decida.

Me realizó una venia bastante burlesca.

──Nunca dudamos de ti, Heletrar ──intenté disculparme, leyendo por dónde venía su disgusto.

Killian lo había ofendido, él tenía derecho a estarlo, aun más contando que había arriesgado tanto por su amada cuando ella tenía sus propios planes por su cuenta.

Le lancé una mirada a Killian que él no correspondió, pero busqué su mano para que captara mi intención.

Observé a Kaiser perderse en una tienda y tiré a Killian a un lado.

El resto del cuerpo no tardó en descentralizarse en busca de comida, ropa limpia y quizás un breve descanso.

──Debes disculparte con él.

──No voy a retractarme en lo que dije.

──Killian ──lo reprendí.

Él se tapó el rostro con una mano, sosteniendo demasiado peso en su bastón.
Su piel se veía cetrina, con ojeras grises debajo de sus ojos ambarinos.

──No podemos viajar juntos en estos términos.

Extendió su mano y la sostuve junto a mi rostro, besé su palma logrando que me diera una sonrisa.

──Lo haré por ti, que quede claro.

──Lo aprecias y lo sabes, esperaré por ti en mi tienda.

Él asintió, un asistente se acercó para guiarlo hasta Kaiser cuando él se lo indicó, Blak fue más rápido para servirle de guía a su compañero.

Una vez sola decidí alejarme del campamento, en el borde del bosque encontré un cuervo con las alas atrapadas por unas ramas.

Me acerqué a liberarlo, el animal graznó el verse libre, acaricié su pelaje ébano y lustroso.

──¿Eres el mismo de ayer, verdad? El que me ayudó a ver el camino.

Podía sentir la presencia de Nívea atrás, en guardia, agazapada, lista para atacar.

Le lancé una sonrisa para tranquilizarla.

──¿Qué ocurre, Nívea?

Ella bufó para dejarse caer sobre sus patas traseras.

El pequeño ave picoteo su ala herida.

──Pobre pequeño.

Lo acaricié con aire pensativo, dudé, ayer de alguna forma me había ayudado, tal vez logré comunicarme con él de alguna forma.

Sonaba desquiciado, pero Ciro podía hacerlo y poseíamos un vínculo, el poder debía ser igual para que nuestra unión funcionara, así que tenía sentido pensar que ahora compartíamos habilidades.

El ave saltó a mi hombro, pero esa vez Nívea no volvió a prestarle atención, en su lugar decidí intentar algo más, probar el límite de mi propio poder.

Ya era hora de que lo reclamara.

Recordé a los cuervos que siempre sobrevolaban las torres del palacio escarlata, intenté encontrar algo, un vínculo a través de ellos.

Caminé a través de la nieve, la escarcha bajo mis pies crujió mientras me alejaba del campamento, el viento me acarició el pelo, la mejilla, me envolvió en su aliento gélido mientras intentaba buscar el control de mi propio eje.

Luego ya no vi la nieve; el prado y los bosques franqueandolo habían quedado atrás.

Podía ver el inmenso mar revolviéndose lejos, el cielo gris que avecinaba una tormenta, volé a través de las torres.

Estaba ahí, envolviéndome mientras mis alas cortaban el aire.

Entonces entendí que no había sido un sueño, todas esas noches, en verdad había estado observando a Escar.

El cuervo se metió por el palacio para permitirme observarlo, crucé las fortificaciones, atravesé los jardines y observé sirvientes y guardias ir y venir por los caminos.

Me dirigí hasta la Casa de Vaestea, podía observar el templo desde la altura, bajé hasta posarme en el alféizar de la ventana, en la sala del altar.

──El consejo requiere la presencia de todas las sacerdotisas.

──No pueden tomarse tales libertades ──ladró Zane, siempre fiel a sus ideales──. Kalena es la emperatriz.

──Y ya no tu amiga para que te dirijas a ella así ──la cortó Aida.

──Tomarán el trono y serás cómplice de un atentado.

Los pilares debían estar balanceándose muy mal en Escar si Aída permitía que Zane le hablara así, las jerarquías tambaleaban.

──Cumple tus oraciones, Zane, y prepárate para la noche.

Esperé hasta que Aída se alejó escoltada por dos guardias, hasta que sus pasos se perdieron en el eco de los muros húmedos de Vaestea.

Solo entonces bajé hasta el ara a un lado del altar, ese que solo se utilizaba en días de ritual y conmemoración.

Zane prosiguió con la cabeza gacha, las manos en la faldas de terciopelo rojo de de su vestido.

Me pregunté si yo también me había visto así, tan pequeña en comparación al enorme templo; tan frágil, vacía y resignada.

¿Qué había sucedido para quebrar así a la indómita Zane?

Ella empezó sus plegarias en silencio, juntó ambas manos mientras sus labios murmuraban en el idioma antiguo.

La dejé rezar, creer, aferrarse a la fé; y proseguí con el plan.

━━━━━━ ◦ ✧ ◦ ━━━━━━

Hola, gente, ¿cómo andan?

Bueno volví, todavía no estoy taaan bien ubicada pero veo, escribí 90 capítulos para la primera parte, veremos qué sale de esta🙆🏻‍♀️

Muchas gracias por los comentarios que dejaron en el capítulo anterior, me animó mucho leerlos y un poco por eso decidí actualizar💜

En fin, ¿qué les parece que va a hacer Kalena?

Por cierto, edité la última parte del capítulo anterior porque no me convencía, así entenderán mejor el humor de Kaiser en este capítulo.

Buscando inspiración encontré dos canciones que creo que resumen muy bien dónde está Kalena por Ciro y por Killian, se las dejo abajo porque creo que van muy bien con la novela también (y quizás las meta en la playlist).

Ahora sí,
gracias por leerme💚

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