04. El Silencio en la Noche.

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El Silencio en la Noche.

El Silencio en la Noche

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KALENA

El soldado frente a mí se encontraba de rodillas, pelo rapado y barbilla afeitada, por un momento me llegó el vistazo de Alister.

──Lo encontramos enviando información a Valtaria, es un informante del Cuervo.

El otro soldado se irguió con altura, orgulloso de ser de utilidad.

──¿Es eso cierto? ¿Eres un informante? Contesta.

Clavó sus ojos en el piso con un fervor necio.

──No desconfiará de mi palabra ──insistió.

──Pero me gustaría que él tuviera el valor de admitir la suya.

Silencio invadiendo las paredes, incómodo silencio envolviendo el gran salón de techos bajos y ventanales en arco, que no parecían ser suficientes para dejar correr el aire.

O quizás era solo yo la que se sentía sofocada.

──Si no necesitas la lengua, quizá debería cortarla.

Extendí una mano hacia uno de mis guardias, aunque ellos vestían los colores de Seleari.

──Lo hice, sí ──Alzó la cabeza con orgullo──. Informé al capitán y lo haría otra vez, no voy a dejar que una bruja nos gobierne.

──Y no pareces tener problemas con un mercenario.

──¿Qué fue lo que le dijiste? ──indagó Killian──. Cuéntalo todo, tu única prioridad ahora es mantener tu cabeza sobre tus hombros.

──O que no le devenga un gran sufrimiento al momento de tu muerte ──completé.

El soldado lo aceptó como una prueba más de honor.

──Le dije lo suficiente, si piensas colgarme por servir a mi nación, que así sea.

──Ya lo escucharon, lo tomará como una prueba de honor ──le señalé a los guardias──. Y quiero que le envíen sus cosas al capitán Beltrán.

Me retiré de la sala, sin la paciencia para aceptar objeciones, ocultando la forma nerviosa en la que jugaba con los dedos de mis manos.
Al entrar a mi habitación, abrí las cortinas de par en par, en busca de aire.

El atardecer ya caía, trayendo consigo el frío y la humedad de la noche, al otro lado del balcón solo la tranquilidad muda y el silencio cómplice que se escondía en la ciudad portuaria. Me obligué a mantenerme serena.

¿Eso era? ¿Una traidora? ¿Estaba matando a un soldado por cumplir con su deber? ¿Ese joven bien podría ser Alister?

No entendía qué ganaba Ciro con eso, él podría enviar cuervos, serían más discretos, incluso en Seleari. ¿Qué era lo que buscaba? ¿Saber que incluso desde la distancia me tenía controlada? ¿O recordarme que no podía confiar en nadie a mi alrededor?

Luego de meses en silencio, bajé la guardia para permitirle acercarse, dejé que el lazo volviera a conectarnos, esperando que él asistiera a mi llamado.

Fueron solo unos momentos los que bajé mis defensas, y antes de que pudiera retractarme en mi acción, él tomó la oportunidad para acercarse.

Su presencia me rodeó en el aire silente de la noche, volteé para verlo rodeado por el calor de las lámparas de aceite.

Se veía igual a la última vez que habíamos estado juntos, perfecto y pulcro en cada detalle, controlando cada aspecto de su apariencia como lo hacía con todo lo que lo rodeaba, como lo haría un cazador con cada pieza de su trampa.
Atractivo de una forma que resultaba cruel.

Me puse de pie para no perder altura frente a él.

──¿Por qué enviaste a espiarme?

Torció una sonrisa.

──Tanto tiempo sin verme, mi querida esposa, ¿y eso es lo que tienes para decirme? ¿Acaso ya encontraste alguien que te caliente las sábanas?

──De hecho, descubrí que no necesito a nadie que lo haga.

Me sostuvo la mirada el tiempo suficiente para convertirla en una batalla. Al final cedió.

──Tengo ojos en todos lados, diviértete intentando cazarlos.

──Intentas jugar conmigo, ¿qué es lo que haces ahora? ──escruté──. Recluido en Valtaria, esperando tu destino.

Ciro cortó la distancia con una lentitud ceremonial, alcé la cabeza fingiendo que no me importaba.

──Podría decir lo mismo.

El frío subió por mi columna, él lo captó en mi piel, y volvió a mi mirada.

──Vuelve conmigo, Kesare.

──¿Me extrañas?

Ciro sonrió, apenas, en contra de él mismo, antes de descender los escalones hasta mí.

──Te extraño, Kalena, te necesito aquí, tanto como tú me necesitas ──me apuntó directamente—. Me gustaría que estuvieras aquí, y todavía puedo recordar como era tocarte y sentirte cerca.

Se acercó tanto que por un momento pareció que pudiera tocarlo, intenté retroceder incluso sabiendo que no hacía falta, pero un imán me retuvo.

El desafío y la desición en sus ojos grises me encadiló para enmudecerme un momento. Me pregunté cómo sería besarlo otra vez, y si yo todavía podía recordar cómo se sentía tenerlo.

Parecía haber pasado una vida de eso.

──Alguna vez dije que mataría un ejército por ti, Kesare ──Su tono fue tan bajo como una amenaza──. Y si no vuelves, eso dejará de ser una promesa.

──Nunca cumpliste con tus palabras ──rebatí──. No será diferente ahora.

La sonrisa cruel que se curvó en sus labios me dió escalofríos.

──Te alegrará saber que cambié, amor.

Su gesto fue rígido, su mirada dura, antes de desvanecerse frente a mí, y llevarse cualquier rastro de calidez.
Inhalé en el frío de la noche, recordando cómo se sentía volver a respirar.

Los Pecados que Pagan las BestiasWhere stories live. Discover now