30. El canto de los cisnes.

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Este capítulo esta dedicado a Eliza_FloresV
Espero te guste y muchas gracias por seguir la novela.
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30.
El canto de los
cisnes.
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fennella.

Las ramas rasgaban mi vestido, dejaban cortes limpios en mi piel, el terreno escapado del bosque añadía otro obstáculo a mi corazón acelerado y respiración febril.

Luego podía escucharlo a él, a mi cazador.

Alister se abría paso para alcanzarme entre la maleza, sabía que no su voluntad sino de aquella que lo tenía amarrado, era consciente de que no estaba siendo gobernado por sus verdaderos sentimientos y, aun así, eso significaría muy poco cuando me alcanzara para clavarme una daga en el corazón.

──En verdad lo siento, Fennella.

𐦍

Contemplé el piano de manera detenida. No era el mejor que había visto, no en su pintura descascarada y con su cuarta pata chueca, pero seguía siendo un gran hallazgo.
Aun si su sonido fuera más parecido al berrido de un animal que a una nota musical.

──¿Entonces?

El comerciante se veía ansioso.

Le di una mirada de aprobación a Mirra.

──Pero el precio es exorbitante para los arreglos que necesita ──agregué──. Hermoso sí, pero difícilmente servirá para más que decoración y en ese estado tampoco es que realce mucho el lugar.

El comerciante parecía contener sus ganas de abofetearme ahí mismo. Una vena estaba a punto de explotarle como Mirra le siguiera obligando a respirar el mismo aire que una jovencita sin rango o apellido.
Una que encima se daba el lujo de hablarle con prepotencia.

Le sonreí.

──Es un piano muy caro, fino, solo apreciable a la vista de expertos ──me lanzó una mirada venenosa.

──Pero la señora Mirra disfruta de la buena música, no de la decoración interior. Concordará conmigo, ya que es un entendido, en que difícilmente se pueda restaurar esta pieza. Podría explicar el porqué, pero me temo aburrirle con términos que no comprenda.

Entonces sí, el hombre pareció hervir en cólera al ver su inteligencia insultada.

Por suerte, Mirra intervino.

──Pagaré mil drezentines, mis hombres lo llevarán con mi abogado y luego lo escoltaran hasta la salida.

El mercader no parecía conforme, pero realizó una rígida reverencia antes de marcharse.

──Entiendes que vas a tener que encontrar la forma de echar esa cosa a andar ──me advirtió una vez volvimos a estar sola en el salón.

──Solo necesita un cambio de cuerdas y patas nuevas. Si tiene un zapatero medio avispado puede hacerlo.

Mirra sonrió conforme, ella había sido una antigua alumna de madame Faer, quien como institutriz le enseñó clases de canto que la hacían lucirse en los musicales y con las que supo afilar su voz como la mejor arma.

La directora del Cierna Ruza la tenía también a cargo de la administración de artistas y ciertos presupuestos del teatro, quizás porque tenía una personalidad mucho más amena y manejable que la arisca y rígida retirada actriz de teatro que comandaba la casa.

Los Pecados que Pagan las BestiasWhere stories live. Discover now