15. El Deseo de un Lobo.

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El Deseo de un Lobo.

El Deseo de un Lobo

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KAISER

El viento comenzó a remover las velas, Seleari ya había dejado de ser un punto en el horizonte tres días atrás y la costa de Venari comenzaba a abrirse ante nosotros.

Según el mensaje que había llegado la noche anterior, Sek, Barek y el resto de la flota nos estarían esperando para atracar las costas del Ministerio de Guerra de Valtaria.

Ciro ya debía contar con la Legión Negra en la capital de Valtaria, y su necesidad por reducir el azar al mínimo lo estaría llevando a congregar un ejército aun mayor, aun si ellos fueran suficientes para defender la ciudad del invierno.

Pero un ejército necesitaba ser abastecido, y Venari era el principal puerto de Valtaria.
Era por eso que les había propuesto a Killian y a la varkesa atacar los suministros, de forma que nos resultara más sencillo lograr un asedio.

Con Venari y Selaeri fuera de su mando, solo les quedaría el apoyo de Val Velika, que sería fácil de lograr cuando saliera a la luz que el Cuervo había asesinado a su matriarca.

Me recosté contra el timón, marcando pasajes del libro en mis manos, un ejemplar de cuero desgastado y hojas amarillentas, que había rescatado de la biblioteca en Katreva.

Hablaba de forma muy vaga sobre alguna maldición que ayudaría a las bestias a recuperar sus tierras, la mayor parte estaba en un idioma originario de las islas que la capital de Escar les había impedido hablar hace mucho tiempo.

Me fregué los ojos, decidido a darme un descanso.

La Luna me dejaba a ciegas en medio de la noche y la segunda no era una compañía benevolente para los malos recuerdos.

El murmullo del mar rompiendo contra la proa del barco, como un vaivén pausado, removiendo el mar que a esa hora profunda de la noche no era más que un pozo oscuro.

Por un momento añoré el tiempo en las islas.

──No conocía tu vena melancólica, Heletrar.

Killian Vaetro se acercó tan liviano como una sombra, en su andar felino que lo hacía tan silencioso como una pantera.

──Ahí está mi muchacho ──Alcé un brazo para cruzarlo detrás de sus hombros, pero él huyo tan arisco como el gato que siempre lo seguía──. Veo que conservas tu encantadora personalidad.

──Sigues en falta, Heletrar.

Volví mi vista al frente, no fue lo mejor, el paisaje solo me llevó a recordar la última vez que había visto a Keira desapareciendo entre el humo y el alba.

──Si vamos contra Beltrán ahora perderemos ──decidí cambiar el hilo de mis pensamientos──, quizás no nos mate, pero va a debilitar nuestro ejército y reafirmar su posición, enzalsar su imagen de gran líder.

Los Pecados que Pagan las BestiasWhere stories live. Discover now