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KEIRA
El rey Aeto me esperaba en el pequeño e íntimo jardín de su balcón, un arco de piedra daba vista a la ciudad, con rosas blancas adornando y creciendo entre los muros.
Él esperaba observando la ciudad, como si fuera una imagen al óleo para su deleite.
──¿Me mandó a llamar, alteza?
Se trataba de un hombre ya bien entrado en años, debería tener unos sesenta, podías saberlo por la cantidad de canas en su cabello, por lo marcado de las arrugas a los lados de sus ojos o lo profundo de los recuerdos detrás de sus ojos negros.
Su piel bronce era como un papiro viejo bajo el Sol débil de Valtaria.
──Keira Vaetro, eres la viva imagen de tu padre.
──Le agradezco.
──¿Tomas eso como un cumplido?
──¿De qué otra forma lo recibiría?
El príncipe señaló los asientos de piedra junto a la estatua del basilisco que se enredaba hasta formar una fuente, el agua brotaba desde sus fauces como el veneno de la fiera. Espléndida.
──Es un dragón ──pareció leer la confusión en mi mirada, lo señaló con la cabeza del reptil coronando su bastón──. Pero podría ser una serpiente, son parecidos, ¿no crees?
──Sí, lo veo.
Lo dije aunque no tenía idea de qué podía ser un dragón, se veía bastante parecido a una serpiente o a los yacarés que veía por Kanver, pero las alas se asemejaban más a las de un murciélago, en todo caso, nunca había visto una criatura parecida.
──¿Sabes qué es la Luna de Sangre, Vaetro?
──Un festival valtense ──resumí.
──Los Sinester son una de las pocas familias que quedaron luego de la persecución de los Oscuros que sucedió en Escar ──explicó──. Vinimos a refugiarnos en estas tierras, en ese entonces no había más que un puñado de tierras heladas, los Val Velika incluso solo eran un grupo de tribus nómades.
»Ellos se establecieron aquí y proclamaron este como su nuevo hogar, le pidieron a Rella que les permitiera prosperar aquí un reino, le ofrecieron su descendencia a cambio de protección ──explicó con voz pausada y elocuente──. Todos los Sinester estamos atados a ella, a seguirla.
──El culto de Rella está prohibido ──interferí.
──Lo está, fue una de las condiciones para que Escar nos permitiera conservar cierta autonomía cuando comenzó a expandirse... los Sinester hemos traicionado nuestra palabra y estamos pagando por eso, soy el único que queda para continuar el apellido.
