23. Las Bestias Mueren Solas.

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Las bestias mueren solas.

Las bestias mueren solas

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KALENA

El salón resplandecía en luces y color como un corazón de hielo, busqué a Killian sobre la multitud, pero no fui capaz de encontrarlo.

Me crucé con Heletrar en mitad de camino, venía hecho una furia desde algún salón contiguo.

──Barón Heletrar ──lo detuve.

Él bajó su vista al verme, realizó una leve reverencia.

──¿Has visto a Killian?

──No, me temo.

──¿Ocurre algo?

Kaiser inspiró con fuerza, tan embravecido como un lobo a punto de atacar.

──¿Ocurrió algo con Killian?

──No, no lo he visto desde que llegamos al palacio, pero ese no es el problema, él siempre busca su propio espacio, como un gato ──Inspiró como si ese chiste pudiera recuperar su templanza──. Estamos esperando espejos de colores, siraytza, y creo que usted lo sabe también.

Aplané los labios, no queriendo medir la gravedad de sus palabras.

──Keira está atada a la voluntad del Cuervo ──espetó──. Él lo dijo, y no puedo entenderlo del todo, solo sé que no podrá escaparse si él no la libera, no a no ser que la robe.

──¿Qué piensas hacer?

Fue en ese momento cuando escuchamos la música morir en medio de la sala, observé hacia la mesa principal, el puesto del Vark estaba vacío, pero Keira Vaetro y Raelar Sinester sonreían como buenos anfitriones.

Todas las parejas se detuvieron en la pista, las miradas comenzaron a navegar inquietas por la habitación, una melodía tan delicada como una puntada en un fino bordado, o como la primera gota de lluvia que precedía un diluvio.

La Mañana de los Cisnes.

La música goteó en la habitación, una melodía como pequeñas cascadas, calmando a un montón de bestias hambrientas en la habitación.

Una canción popular y un recuerdo de que cualquier imperio era prescindible, y que todos sus líderes caían con ellos.

Los Tarrigan habían sido una nación incipiente, una isla próspera, hasta que Escar puso sus manos en los recursos de la isla y guerras internas debilitaron al país, demasiado como para resistir un ataque.

Killian Vaetro al fin entró en la habitación, acompañado por Blak como una sombra agazapada a sus pies, un guardián.
La plata de los candelabros no se reflejaba en su pelo, y sus ojos ámbar brillaban en una danza propia, vestía el azul profundo de su casta y se detuvo frente a mí, caminé unos pasos hasta él.

Los Pecados que Pagan las BestiasWhere stories live. Discover now