32. La rebelión de la serpiente.

453 50 28
                                    

32.
LA REBELIÓN DE
LA SERPIENTE.
𖤓ཻུ

KEIRA.

Cuando bajé al patio interior de la mansión ya me esperaba el extravagante regalo de bodas de su majestad.

Extendí mi mano hacia la tarjeta que sostenía uno de los criados.

«Aquí un recuerdo de mi buena predisposición hacia usted, espero sepa valorarla».

El león emblema de Ciatra, la primera gran ciudad contra la que Ciro Varratrás había lanzado sus ponzoñosas garras, todo el mundo conocía la historia sobre cómo él había sitiado la ciudad antes de atacarla y casi prenderla fuego.

No era la amenaza más discreta que había recibido, en realidad.

Le devolví la tarjeta al criado.

──Supongo el saerev debe esperar que le retribuya esta bondad, y creo que no hay mejor forma que hacerlo con una gran fiesta.

𖤓ཻུ

Las invitaciones se enviaron un día después, en un trabajo increíble de los sirvientes más letrados que no dudaron en manuscribir las invitaciones en tiempo record.
Para incentivar la buena predisposición por mis extravagancias, decidí doblar la paga de todo el personal y eso hizo que la labor se desenvolviera con mejor ahínco los tres días que siguieron de preparativos.

Envié todas las cartas el mismo día y hora.

El Cuervo no podía suspender entonces la gala por la que todo mundo esperaba, despertaría las suspicacia típica de la corte valtense.

Esa noche, por fin, podría tener la ocasión de cruzarme a esa extraña logia de que la que era parte Fennella, quizás no podía confiarme de ellos pero sí lo hacía en la única que podía considerar una hermana, y si ella depositaba su confianza con ellos sabía que nos llevaría a buen puerto.

Ellos querían al Cuervo muerto, y no veía qué mejor ocasión podrían encontrar que una fiesta de máscaras tan mimosamente pensada como la que les había preparado.

Para la especial velada, me coloqué un vestido que se amoldaba a mi cuerpo, cayendo suave sobre mis caderas, escamas de serpiente salían en las hombreras y reptaban sobre mi piel.

Mi pelo caía negro, azabache, liso sobre detrás de mis hombros.

Coloqué khol sobre mis ojos, una mirada de un negro ahumado y profundo que sería perfecta para completar la teatralidad de mi atuendo.

Cuando bajé a saludar a mis invitados, recibí varios elogios que bien sirvieron para enaltecer mi ya mimado orgullo.

Aun así, mi mirada cayó en recelo cuando se encontró con la del Cuervo, que ni siquiera se molestó en seguir con la temática de mi fiesta, vestía el uniforme obsidiana con brocados dorados, el típico de la Guardia Imperial.

Forcé una sonrisa al alcanzarlo, le recibí con una burlona reverencia y él mostró sus dientes en lo que intentó ser una sonrisa, pero no fue más que una mueca de fastidio.

──Entiendo que es algo muy de tu gente, pero aquí hacer fiestas cuando tu marido está en batalla podría malinterpretarse.

──¿En batalla? ──me reí──. ¿Contra los fieros campeones de Fuko? Imagino que habrán encontrado grandes oponentes en ese pueblo hambriento.

Él no parecía encantado por mi refinado humor.

──Tientas a tu suerte, Vaetro.

Me encogí de hombros, haciendo mi camino lejos de él.

Los Pecados que Pagan las BestiasWhere stories live. Discover now