02. El Regreso del Lobo.

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El Regreso del Lobo.

El Regreso del Lobo

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KALENA


Nivea era una mancha blanca corriendo por los Jardines del Rey, con la agilidad y destreza innata de una cazadora, saltó hasta trepar por las escaleras que guiaban hasta la Casa de Comercio y sus techos en punta.

Otro salto y moví las manos para guiarla hacia el objetivo, cayó a mi lado con la elegancia de una emperatriz ancestral.

Le realicé una formal reverencia, como lo merecía su talento, pero los aplausos que le siguieron no tenían que ver conmigo.

──Buenas tardes, mi dama, entiendo me ha citado aquí.

Volteé para encontrarme con el gobernador de Seleari, el señor Traso Dabéne.

──Es un día precioso, ¿no lo cree?

Se trataba de un hombre elegante, con la altura de un gran guerrero pero la complexión esbelta de un noble. Su cabello era casi por completo gris, mientras que sus ojos marrones seguían conservando el brillo suficiente como para guiar un ejército.

Nivea gruñó en advertencia, marcando con recelo a su nuevo oponente. La dejé seguir y ella continuó hasta su objetivo.

──Es un día hermoso, su merced ──lo recibí──, imagino por eso convocó hoy a un gran baile. Una lástima el no haber sido invitada.

En el jardín lo único que se escuchaba era el leve susurro del agua, por lo demás todo iba en ruinas, maleza y hiedra se enredaban entre las paredes viejas de la antigua mansión.

La tigresa olisqueó las botas del gobernador, luego continuó con sus finos pantalones de terciopelo y jubón con brocados.

Él me miró en urgencia, entre una súplica y una orden.

──¿Qué dice, su merced? ¿No cree que la vark del Imperio esté lo suficientemente a su altura? ──Junté ambas manos sobre mi falda, como me habían instruido en la Casa de Vaestea que hacían las damas educadas.

Como dejaba claro que no haría nada por detener a Nivea.

──¿Una reina sin reino es realmente una reina?

Tenía que darle crédito por no haber huído despavorido y mantener la fachada mientras Nivea se agazapaba a su lado.

──¿Un hombre sin cabeza es realmente un hombre?

El gobernador alejó a Nivea de un manotazo, lo intentó y ella abrió sus fauces en una clara amenaza. Un rugido suficiente para helar su mal temperamento.

Los Pecados que Pagan las BestiasWhere stories live. Discover now