07. Los Aliados en la Oscuridad.

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Los Aliados en la Oscuridad.

Los Aliados en la Oscuridad

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KILLIAN

Nunca podría dar la espalda a mi familia, sabía que no podría hacerlo sin sentirme miserable.

Esa noche apenas pude dormir, Blak había salido a cazar, quizás a alguno de los bosques que rodeaban el puerto.

Decidí que era lo mejor, porque su inquietud nunca traía nada bueno, él poseía un excelente sentido para las desgracias.

Como si no fuera suficiente, las voces susurraban ideas terribles en mi cabeza, como si quisieran volverme loco.

Sentí el cosquilleo de las sombras en mi pelo, y las alejé con un movimiento brusco, tuve que sentarme cuando fue claro que dormir no sería una opción.

Desde Ketrán fue como si algo hubiera despertado, una bestia que simplemente debería haberse quedado dormida, pero había sido tan estúpido como para pedirle su ayuda, y ahora exigía su pago.

Las sombras susurraron, su peso en mis hombros como algo real.

Hablaban en un idioma que no conocía, y aun así podía entender cada uno de sus siseos.

Para mi suerte, alguien tocó a la puerta de la habitación, fuera un criado o un sicario en un encargo, la interrupción no podría resultar mejor.

Rebusqué hasta dar con mi bastón, poniéndome de pie para caminar hasta la puerta.

Dispersé sus voces hasta que fueron un murmullo detrás de mi cabeza.

Intenté guiarme, recordar que la puerta quedaba frente a mi cama, y abrí tras un nuevo golpe.

Incluso antes de que hablara, su presencia me llegó como una dulce brisa.

Nivea gruñó de forma baja al entrar, como si percibiera un enemigo en el ambiente.

──Quería devolverte un libro, y pedirte otro, si quieres.

Toda mi vida había aprendido a distinguir a las personas con un apoyo diferente: voces, aromas, una extraña energía.

Kalena tenía una voz suave, como una melodía muy débil, y una energía tan tranquila como el calor del Sol rozando tu rostro y las olas susurrando entre ellas.

Las sombras parecieron notarlo también, porque se quedaron en calma.

──Claro, pasa.

──Gracias, ¿no estabas durmiendo?, ¿te interrumpo?

Dejé que su voz me guiara tras ella, mi bastón marcó el camino hasta alcanzarla.
Kalena sostuvo mi brazo para ayudarme a tomar un asiento junto a la chimenea.

El clima de Seleari era de un tipo extraño, tan frío como el infierno, decayendo con creces en el invierno.

En ese momento, el palacio tenía un extraño clima otoñal, que contrarrestaba todo calor en la habitación.

Los Pecados que Pagan las BestiasWhere stories live. Discover now