Los Cambios En El Amor

By Rryolen

104K 6.7K 890

Adamaris Gutiérrez es una mujer Mexicana que lucha constantemente por triunfar en un mundo en el que las medi... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítu...💔
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13 MARATÓN parte 1
Capítulo 13 MARATÓN parte 2
Capítulo 13 MARATÓN parte 3
Especial Final De Maratón
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capitulo 17 MARATON parte 1
Capítulo 17 MARATON parte 2
Capítulo 17 MARATON parte 3
Especial fin del maraton
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capitulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capitulo 25
Capítulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55 Maratón parte 1
Capítulo 55 Maratón parte 2
Capítulo 55 Maratón parte 3
Especial Final de Maratón
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70

Capítulo 62

265 23 3
By Rryolen

Sí algo tenían claro el círculo tanto el cercano como el social de Alejandro, es que cuando se junta con Juan las cosas jamás eran mínimas. Primero, porque muy pocas veces podían juntarse debido a sus respectivos negocios y la vida extravagante de Juan, y segundo, Juan es de los que le encanta las cosas pomposas, frenéticas y a Alejandro le encantaban las alocadas ideas de su amigo por lo que siempre se permitía ir hasta el final con él. Y aquello no era la exención.

Alejandro se permitió perderse en aquella alocada fiesta. Bebió alcohol hasta que su sistema se lo permitió, mantuvo cuerpos pegado a él para que le brindarán calor y nunca dijo no a nada que le propusiesen. Por primera vez se permitió probar sustancias alucionóganas que lo mantuvo despierto todo el tiempo, sonriendo y feliz, teniendo sexo, bailando, bebiendo. Ya no pensaba en nada más haya que el disfrutar el momento y dejar ir el dolor que lo consume al tener un momento de lucidez y se recordará los hubiera en su vida, por eso cayó en aquella situación y francamente el resultado no fue lo que esperaba.

En un principio pensó inequívocamente que con solo el alcohol podría olvidar pero al pasar el tiempo se dio cuenta que el efecto del alcohol no era suficiente y solo provocaban que se pusiera parlanchín y aquello lo fastidiaba. Sobretodo porque había llegado un punto en el que las personas a su alrededor le pedían a gritos o en forma violenta que dejará de hablar de Adamaris.

Era difícil no hablar de ella, no pensarla ni mucho menos fantasear con tenerla a su lado, repetirse una vez más que hubiera sido mejor casarla antes y así la tuviera junto a él, justo como están  aquellas mujeres.  Esas personas ni nadie lo entendían. Llegó un punto en que no supo cómo llego a estar encerrado en una habitación, rodeado de muchas mujeres solo recuerda el momento en que alguien le propuso realizar un trío, sonrió casi por inercia soltando una carcajada en el proceso y acepto.

Comenzaron solo tres y después más mujeres se unieron hasta que se anuló el espacio entre sus cuerpos. Otro día murio al igual que los días siguientes, pero los excesos no se detuvieron, si no que aumentaban. Una cada vez más escandalosa que las demás. Bailarinas exóticas, magos con sus respectivos animales adiestrados, un mini casino instalado en la sala, más bailarinas exóticas, mucho alcohol y drogas, estas últimas en mucha abundancia.

Debido a las constantes quejas de los residentes por los estrupicios provocados tras la fiesta el personal se vio obligado a interrumpir, estos fueron expulsados de la habitación por una turba enceguecida por el momento, en un inicio Juan no estuvo consciente de lo que ocurría pero al pasar los días y no ver al empresario por ningún lado empezó hacer consciente de la situación.

Está empeoró al momento de marcharse y darse cuenta que Alejandro seguía encerrado en la habitación sin posibilidad de sacarlo. Lo intentaron de muchas maneras, pero no lograron hacerlo salir y la factura de la deuda aumentaba al correr los minutos. La habitación era una fortaleza en la que solo se podía salir desde adentro. Juan entró en pánico al ver que la noche cayó y nadie salió, por lo que no le quedó más remedio que llamar a los padres de su amigo.

Estos, por su parte habían estado muy preocupados por la desaparición de su hijo y no dudaron en ir a socorrer a su hijo.

—Listo Señores, ya pueden pasar. Les agradecería mucho si logran sacar a todos los presentes o si no, nos tenemos que ver obligados a llamar a las autoridades.

—Muchas gracias y que vergüenza por todos los inconvenientes que han pasado. Por favor, sírvase en cobrar todos los daños. —dice Enriqueta entregándole una tarjeta de credito.

El chico agradeció y se fue rápidamente, estos entraron a la habitación encontrando de frente con una montaña de personas totalmente desnudas tirados en el suelo junto a una cantidad de botellas de alcohol y comida.  Ninguno de los dos se sorprendió ante la vista, demasiado acostumbrados ha aquellas situaciones que pensaron ya terminadas. Buscaron con la vista a Juan pero no estaba por ningún lado.

—No puedo creer que a estas alturas de la vida tengamos que ver tremenda barbaridad, Enriqueta —gruñe sin poder ocultar su cara de asco.—¡Mira, mira el degenere de tu hijo! ¡Que vergüenza!.

La mujer pone los ojos en blanco y avanza, esquivando a la mujer que se mueve sin abrir siquiera los ojos, posicionándose al lado de un hombre vestido de Elvis Presley. 

—Ay por favor, no necesito tus sermones, Alfredo.

Éste gruñe en respuesta, justo cuando Juan se aproxima a estos, viéndolos apenado a la vez que intentándo inútilmente arreglar su aspecto físico. Alfredo lo observa ceñudo. Lo apunto con el dedo.

—Y tú, tú eres el causante de todo esto.

Juan trago seco.

—Yo solo quería que Alejandro pasará un momento divertido después de mucho tiempo estresado. Jamás me imaginé que iba a hacer esto. Créame que no estuvo en mis planes —se defiende, aceptando la culpa sin sentirla.

Alfredo chista sus dientes.

—¡Por supuesto! Nunca está en tus planes...

—Basta —interviene Enriqueta.— Juan tampoco tiene la culpa de las decisiones de nuestro hijo.

Alejandro ya esta muy grandecito.

—Claro, ya salió la alcahueta a defender a estos bastardos degenerados.

Enriqueta suelta un suspiro tratando de calmar la ira en su interior.

—Lo que tenemos que hacer es sacar a nuestro hijo de ese cuarto y regresarnos a México.

—Como si fuera eso posible —gruñe en respuesta y la señala. — tú muy bien sabes cómo es Alejandro. Siempre que lo desee va hacer lo que se le venga en gana. Y tú, tienes gran parte de la culpa por alcahueta, por dejarlo que siempre se salga con la suya.

—No voy a entrar en discusiones por quién tiene o no la culpa. Hay que buscar soluciones, no culpables. Al menos hay que intentarlo —ruega Enriqueta, en tono de voz dolido. —Llevame dónde está —le pide a Juan.

—No le va abrir —responde cambiando su expresión a una más suave.—he echo de todo para que salga.

Enriqueta no cedió y Juan al ver la determinación en sus ojos, asiente.

—Esta bien, vamos.

Dejaron a Alfredo quien no tenía la menor intención de seguirlos y avanzaron, esquivando a algunos  personas aún inconsciente en el suelo.

—Alejandro, hijo. Soy mamá, por favor abre la puerta —pide, alzando su refinada voz, pero no hubo respuesta, siguió tocando sin darse por vencida. —abre la puerta por favor. Soy mamá. Vengo a llevarte a casa.

Nada. Silencio completo.

—¿No han intentado abrirla, no sé, cambiar la cerradura? ¡¿Algo?!.

—Señora está puerta tiene un mecanismo que solo se puede cerrar por dentro. Usted porque cree que la llamamos.

—¡Por dios! ¡Que se meten para caer rendidos y sin posibilidad de reaccionar! —Juan esquiva su mirada. Enriqueta vuelve a insistir con tocar la puerta. —¡Alejandro, abre ya está puerta! Trae un objeto contundente, romperemos la cerradura.

—Señora, si hacemos eso la puerta automáticamente se bloqueará y entonces estaríamos fregados porque nadie tendría la posibilidad de abrir.

Enriqueta lo observa indignada.

—¡¿Es en serio?! —cuestiona ya alarmada. Juan asiente. —bueno entonces ayúdame hacer ruido para que alguno de allá dentro se despierte.

—Fue lo que estuvimos haciendo ayer todo el día —cuestiona luciendo lamentable. —por eso lo llame.

—Pues tú fuiste el que incitó a mi hijo a venir aquí, así que haste responsable y ayuda.

Tras las duras palabras, Juan empieza a tocar la puerta con todas sus fuerzas mientras hacía todo el escándalo posible. No se escuchó ni un susurro pero tampoco se dio por vencido.

Lo cierto era que el alboroto no llego a oídos de los presentes quienes se encontraban profundamente dormidos, amontonados uno sobre otros con Alejandro en medio del hacinamiento siendo el único que se encontraba sudando debido al peso y la cantidad de cuerpos alrededor de él.  Aún estaba respirando, sin embargo su respiración es un poco más lenta que la del resto.

Enriqueta y Juan continuaron tocando la puerta.

—¡Abran la bendita puerta! Alejandro, hijo. Abre. Soy mamá. Alguien que por favor abra.

Cualquier persona podia escuchar a kilómetros lo contundentes toques y gritos que estos provocaban. Sin embargo, no había ninguna respuesta al otro lado. La desesperación crecía en el interior de ambas personas crecía puesto que no era normal que ninguno de los presentes en aquella habitación no saliera a curiosear el alboroto, que ni siquiera dieran signos de vida.  Las minutos pasaron y poco a poco empiezan a cansarse, sus toques ya no son tan contundentes, con sus bocas secas, sudorosos y sin una gota de esperanza. Estaban a punto de rendirse, hasta que la manija del seguro de gira y la puerta se abre, sorprendiéndolos.

Enriqueta dio dos pasos hacia atrás huyendo de la mujer y del olor a humedad, orín y otro olor fétido de excremento que inundó sus fosas nasales y provocó que su estómago diera un vuelco.

Enriqueta intentó no mirar la desnudez de la mujer que tampoco  los miraba, es más, sus ojos se encontraban desenfocados, sin ninguna clase de emoción, que penas podía mantenerse de pie o parpadear. Enriqueta contuvo las ganas de vomitar al ser testigo de cómo la mujer hecha fuera lo que sea que tuviera dentro mientras se mantenía tirada en el suelo.

Dejando atrás a la chica, Enrique escanea con la mirada  hasta que sus ojos se abrieron aterrorizados de su hallazgo, suelta un grito ahogado de espanto y corre hacia el interior, ignorando el hedor hasta llegar en donde su hijo se encontraba con Juan pisándole los talones quién le ayudó a quitar a las personas alrededor, estás cayeron al suelo y ni siquiera se quejaron al caer. Enriqueta abraza al cuerpo pálido y escuálido de su hijo, sintiendo la baja temperatura de su cuerpo. Sus ojos empezaron a temblar y se apresuró a comprobar su respiración, aunque estuviera respirando no le dio ningun alivio en su corazón.

—Esta ardiendo en fiebre —murmura para si, pero Julio la escucha y se apresura a medir la temperatura, comparándola con la suya, comprobando así las palabras de la mujer.— Alejandro, hijo, despierta, abre los ojos mi amor. Por favor, por mami—pide, con la voz temblando, sin dejar de acariciarlo. El mencionado abre un poco los ojos, no los suficientes para que estos lleguen a revelar la iris de sus ojos pero fue suficiente para alertar a su madre. —¡Llama a una ambulancia y trae un poco de agua! ¡Rápido! —exclama alarmada costandole hablar. —Amor por favor, no te vayas, resiste mi amor. ¡Llamen a una ambulancia!.

Juan maldice y se apresura a llamar a una ambulancia, pero no alcanzó a marcar cuando Alfredo, desde el umbral de la puerta y mirando la escena con una expresión imperturbada, lo detiene con su celular en el oido. 

—Ya estoy llamando. Tú ve por el agua.

Juan sale disparado y al poco tiempo regresa con una vaso lleno de agua al cual entrega. Enriqueta lo agarra con las manos temblorosas y vierte un poco en sus labios resecos.

—Por favor hijito, por favor abre los ojos. No te mueras por favor, ¡No te mueres!.

Alfredo gruñe, creyendo absurdo el comportamiento de su mujer.

—¡Nadie va a morir mujer, así que deja de ser tan dramática! —exclama Alfredo, poniendo los ojos en blanco.

Continue Reading

You'll Also Like

1.5K 303 14
Sinopsis ''Dulce Venganza'', son las palabra que rodeaban la mente de Luke, un joven de tan solo 19 años de edad que habita en el manicomio ''Risita'...
490K 33.6K 50
Anastasia Steele no se lo podía creer, ese test de embarazo daba positivo...¿que iba a hacer?, ¿como decírselo a sus padres?... Ella no sabe nada d...
222K 8.5K 18
Segunda temporada de "Ausencia". Fui un idiota al ausentarme. Fui un estúpido al hacerte desplantes. Fui un imbécil al traicionarte. Ahora pago con c...
Su hombre. By Kat.

Short Story

1.4M 100K 74
Un hombre formal, trajeado, oficinista que siempre va a la misma cafetería a la misma hora con el mismo amigo. Una chica tímida, tatuada, peliazul, s...