H2O, sirenas del mar; La Otra...

بواسطة AbbaLoveFics

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H2O, Sirenas Del Mar: La Otra Sirena... Kayla es una chica de 15 años que vive su día en las soleadas playas... المزيد

Capítulo 01: Momento, personas y lugar adecuados.
En la jungla
El Cráter y el estanque.
Lo Inesperado
Capítulo 05: Disciplina y Control.
Capítulo 6: Quejosas.
Capítulo siete: Como Otro mundo.
De Tortugas y Negaciones.
El Asunto Tiburón.
Capítulo 10 Investigadores de Mako
Indecisión y un Medallón.
Capítulo doce: Jugo de Alfalfa, Intrusos y Drama.
Capítulo trece: Un Diario Peligroso.
Un concurso, problemas y descubrimientos.
Capítulo 15: Día de los Enamorados.
Capítulo 16: De provocaciones y consejos masculinos.
Capitulo 17: La NO cita
Capítulo 18: Aproximación
Capitulo 19: Preparativos para una Fiesta.
Capítulo 20: La Otra Emma.
Problemas de Confianza.
Capítulo 22: Discrepancia Denman.
Capítulo 23: Rikki, la idiota.
Capítulo 24: Fuego.
Capítulo 25: Invitación y Celos.
Capítulo 26: Aliados.
Capítulo 27: Hora del Hombre Lobo.
Capítulo 28: Un recuerdo perdido en la memoria.
Capítulo 29: Hagamos un corto.
Capítulo 30: Piedra, Papel o Tijeras
Capítulo 31: Zona de Amigos
Capítulo 32: La apuesta
Capítulo 33: La Kriptonita de Emma
Capítulo 34: Ganadores y Perdedores
Capítulo 35: El que avisa no es traidor
Capítulo 36: Hechizados
Capítulo 37: El Tesoro de Louise Chatham
Capítulo 38: Entrevista de trabajo
Capítulo 39: Sombreros de fiesta, payasos y ponis
Capítulo 40: Progresos y Oportunidad.
Capítulo 41: Malas relaciones laborales.
Capítulo 42: La chica congelada en la habitación.
Capítulo 43: La única esperanza.
Capítulo 44: Pequeñas Mentirosas.
Capítulo 45: La pareja que no es pareja.
Capítulo 46: La llamada.
Capítulo 47: Investigación y verdad
Capítulo 48: Cuarentena.
Capítulo 49: El día correcto para tener una pijamada.
Capítulo 50: Calor.
Capítulo 51: Y los problemas continúan.
Capítulo 53: Misterios por resolver
Capítulo 54: Bronceado intensificado.
Capítulo 55: Conocida desconocida.
Capítulo 56: Julia.
Capítulo 57: Diferentes.
Capítulo 58: Hacer posible lo imposible
Capítulo 59: Del odio al amor.
Capítulo 60: Una discusión predecible.
Capítulo 61: La pista.
Capítulo 62: Rojo
Capítulo 63: El llamado.
Capítulo 64: Tres.
Capítulo 65: Locura y valentía.
Capítulo 66: Quiebre.
Capítulo 67: Pareja.
Capítulo 68: El almuerzo.
Capítulo 69: Confesiones.
Capítulo 70: Idénticos.
Capítulo 71: Amiga especial.
Capítulo 72: Pelea.
Capítulo 73: Relato de una traición.
Capítulo 74: ¿Qué?
Capítulo 75: La otra sirena.
Capítulo 76: Una pareja.
Capítulo 77: No.
Capítulo 78: Pollitas.
Capítulo 79: 21st Century Girls.
Capítulo 80: El baile.
Capítulo 81: Rojo.
Capítulo 82: Tarde.
Capítulo 83: El regreso.
Capítulo 84: Evidencia.
Capítulo 85: Cerrada
Capítulo 86: Intrusos.
Capítulo 87: La cámara nunca miente.
Capítulo 88: Encierro.
Capítulo 89: Un trato con el diablo.
Capítulo 90: Ventana.
Capítulo 91: Captura.
Capítulo 92: Confiar o no confiar.
Capítulo 93: El camino hacia la redención nunca es fácil.
Capítulo 94: Tiempo libre.
Capítulo 95: Necesitada.
Capítulo 96: Momento, sirenas y lugar muy especial.
Capítulo 97: Decisiones y Oportunidad.
Capítulo 98: El eclipse.

Capítulo 52: Lugar seguro

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بواسطة AbbaLoveFics

Capítulo 52: Lugar seguro.

Ataviada en una blusa azul marino, unos sencillos pantalones del mismo color, el cabello rubio con un peinado de época que, aunque sencillo, conservaba cierta elegancia… allí estaba, la señora Chatham. Y a decir verdad era la última persona que esperaba ver hoy.

—Es usted. —dijo Lewis y me extrañó un poco el tono en el que lo hizo; seco, nada amable. Y no había querido quitarse de en medio para que ella pudiera pasar, lo cual no pude comprender.

No pude evitar mirar a Lewis con cierta sorpresa cuando se posicionó de forma protectora frente a nosotras y enfrentando a la señora Chatham, ocultándonos tras sus espaldas, mientras que la señora no hacía más que observarlo con curiosidad. Me di cuenta que esta era la primera vez que ambos se veían a las caras.

Lewis sabía de ella con anterioridad  por los rumores que la gente decía, pero sabía también lo que nosotras le comentamos; que ella alguna vez había sido una sirena y nos advirtió sobre la luna llena. Lewis no la había conocido hasta ahora por lo que no entendía por qué tanta desconfianza.

Mi primera impresión de este encuentro fue que… no se harían mejores amigos.

—Tú debes ser Lewis. —comentó la señora Chatham que a su vez sabía de la existencia de Lewis por boca de nosotras.

—Déjala pasar.

Finalmente y de mala gana, Lewis se hizo a un lado y la señora Chatham  pasó por su lado y avanzó por el corto pasillo.

—Ha pasado mucho tiempo, ¿no es así? —Comentó mientras bajaba el último escalón y ponía un pie en la sala—. O el momento adecuado —entonces esbozó una sonrisa enigmática—. Emma, cariño, ¿serías tan amable de traerme un vaso con agua? —añadió, como si nada, volviendo a mostrar un aire despreocupado.

—Claro. —dijo Emma y se encaminó a la cocina.

Yo simplemente la observé en silencio, pues no esperaba verla; al menos no hoy o en algún tiempo cercano. Ella era demasiado misteriosa para mi gusto y siempre aparecía para darnos mensajes encriptados y desaparecía en la mejor parte, a la menor oportunidad.  Quien sabe, quizás y no eran tan falsos los rumores que corrían sobre ella; quizás sí era una bruja.

A propósito, esta era la primera vez que la señora Chatham se mostraba ante nosotras en una noche de luna llena. Hasta donde sé, la luna llena solo afecta a las sirenas (sin contar a los hombres lobo, si es que existen).

No le hace lo mismo a la señora Chatham porque tal como ella había dicho alguna vez: lo había dejado, lo de ser sirena. Era humana.

A diferencia de nosotras, la señora Chatham podía salir libremente afuera sin que la luna, su reflejo, o el agua le afecten. Y era la prueba viviente de que podíamos volver a ser humanas, no como al secarnos las colas y volver a la normalidad. No, realmente humanas como… no convertirnos al contacto con el agua.

— ¿Dónde estaba? —Cuestionó Cleo mientras se acercaba a la señora. Por el tono en el que lo dijo había sonado más bien como un reproche, en lugar de una pregunta—. ¡La busqué por todas partes!

La señora Chatham no respondió pues observaba el desastre en la cocina con semblante serio, preocupado, pero por alguna razón no parecía que le asombrara la escena. Justo entonces, Emma reapareció y le tendió el vaso.

Cómo dije: era humana y podía beber toda el agua que quisiera, sin miedo a una salpicadura.

—Tenemos un problema —comenzó a decir Emma, una vez la señora Chatham tomó asiento—. Es Rikki.

— ¡Ah! —La señora Chatham bufó—. ¡Rikki! —asintió, como si supiera exactamente de lo que hablábamos… a pesar de que aún no habíamos explicado del todo lo que ocurría—. Entre todas, ella tiene los poderes más peligrosos —vaya, no me diga—. No la pierdan de vista en luna llena.

—Sucede que se fue, huyó. Después de dejar la cocina así como la ve. —comenté con pesar, señalando con mis manos el desastre que era la cocina.

Tendríamos que limpiar todo esto... Pero no ahora. Primero lo primero: el asunto de Rikki.

—Rikki ya está afectada por la luna llena —explicó Emma, afligida—. Tocó el agua y perdió el control.

— ¿Alguna idea de donde pudo haber ido mientras está, ya sabe… loca? —preguntó entonces Cleo, yendo directo al meollo del asunto.

—Podría estar… en cualquier parte.
—Gran ayuda. —murmuró Lewis en tono sarcástico y lo miré de reojo.

—Pero el único lugar seguro es el estanque de la Isla Mako. —continuó la señora Chatham cómo si Lewis nunca hubiera abierto la boca.

— ¿El estanque? —inquirí, arqueando una ceja. Eso había llamado mi atención.

—Disculpen, pero el discursito al estilo Yoda funcionará con ellas, pero no conmigo. A mí no me engaña.

— ¡Lewis!

—No —dijo mi amigo, tajante—. No tiene sentido —dijo, haciendo énfasis—. El agua y la luz de la luna provocaron esta locura y usted les dice que vayan al estanque; ¡que es una gran charca llena de luz lunar en noches como esta! —la miró como si se hubiera vuelto loca.

Y debía admitir que, aunque lo que Lewis decía tenía todo el sentido del mundo y una parte de mí estaba de acuerdo con  él… debía aceptar que de alguna manera entendía lo que la señora Chatham quería decir.

La primera vez que fui a Mako en mi forma de sirena, había sentido una especie de conexión, una energía cálida, agradable… una que solo se siente al llegar al…  hogar. Quizás era mi parte de sirena que anhelaba Mako, no lo sé. Pero lo cierto era que lo había sentido, era real. Aunque no era algo que pudiera explicar porque aún me costaba entender del todo esto de ser sirena. Realmente teníamos un largo camino por recorrer.

—No puedo explicarlo pero lo sé, por experiencia. Personal.

— ¡Oh! —Exclamó Lewis en falsa sorpresa y ladeó la cabeza a un lado—. ¿Y nosotros tenemos que aceptarlo?

—Sí, querido.

Entonces ambos se miraron a los ojos, muy fijamente por algunos segundos, con expresiones enojadas y en ese momento supe que mi intuición no había fallado. Ellos dos no se llevarían bien. Podía ver incluso las chispas, nada amistosas, chocando entre ambos.

—Lewis, basta. —pidió entonces Cleo y el rubio apartó los ojos de la señora y la miró durante unos segundos, para luego asentir dócilmente y bajar la mirada. La señora Chatham  pareció notar el intercambio silencioso entre ambos y esbozó una sonrisa divertida y cuando notó que yo la miraba, la sonrisa se hizo más tenue.

Yo también sentía la ansiedad y dudas creciendo con esta nueva información y tener la mirada de la señora Chatham puesta en mí, no ayudaba.

Sin embargo, este no era el momento idóneo para comenzar a discutir; por si no era demasiado obvio, teníamos cosas más importantes de las que preocuparnos. Y ya le sacaríamos toda la verdad en algún otro momento. Toda la verdad.

— ¿Cómo llegamos a la Isla Mako sin que la luna nos afecte? —Cleo hizo la pregunta que todos nos hacíamos y miramos a la “anciana sabia”, expectantes.

La señora Chatham permaneció algunos segundos con la mirada baja, pensativa. Y por último nos miró con pesar.

—Me temo que no pueden. —en ese momento sentí como si cayera sobre mi cabeza un cubo de agua helada.

— ¿Y qué podemos hacer?

—Disculpen —Tuve que apartarme de la conversación cuando sentí mi teléfono vibrar en el bolsillo de mi pantalón. Una foto de mi padre junto con su nombre apareció en la pantalla. No evité rodar los ojos, con fastidio. Me llamaba, cómo últimamente lo hacía desde que mentimos haciéndoles creer a nuestras familias que habíamos enfermado, para que lo mantuviera informado de mi vida; era una forma de controlarme y así no le causara más problemas. Esta era la llamada número seis del día—. Estábamos a punto de ir a dormir, papá.

—Dile a Zane que se ponga al teléfono. Ahora. —mi padre ignoró olímpicamente todo lo que dije con anterioridad. Fruncí el ceño pues su tono no me había gustado. Estaba enfadado.

—Eso va a ser un poco difícil; él no está aquí.

¿Acaso papá olvidó cuando le dije que iría a una pijamada en casa de Emma? Porque en ninguna parte mencioné que Zane también asistiría.

— ¿No me oíste? —por su tono, parecía estar más que solo enfadado—. Tiene 10 minutos para entrar por esa puerta. O si no, estará en serios problemas. Ambos, lo estarán. —estaba furioso.

¿Y qué rayos? Por el tono en el que lo había dicho sonaba como si estuviera convencido de que yo debía estar mintiendo, cuando no era así.

— ¿Cómo se supone que se lo diga si él no está aquí? —Me quejé yo a mi vez, comenzando a exasperarme. ¿Por qué habría de estar aquí de todos los lugares? Era ridículo—. Zane y mis amigos se detestan. —solté espontánea y honestamente e incluso me permití reír brevemente… no porque me divirtiera la situación, sino porque me di cuenta que papá en realidad no sabía nada de Zane… mucho menos de mí.

—Si lo que dices es cierto... ¿Me explicas qué fue a hacer a mitad de la noche en la Zodiac?

— ¿Me preguntas a mí? —Bufé, incrédula—. ¡No tengo la menor idea! Estoy diciendo la verdad, papá. No está aquí y tampoco sé dónde está. —reiteré, en caso de que no hubiera sido lo bastante clara.

—Si no regresa puede ir haciéndose a la idea de graduarse en otro estado. Y si acaso me estás mintiendo… ambos lo harán. —amenazó, refiriéndose a qué yo también terminaría la secundaria en cualquier lugar, menos en Costa Dorada. La idea no me agradó ni un poco.

Iba a replicar algo nuevamente pues no quería ser culpada por algo que yo ni siquiera había hecho pero lo cierto era que, dijera lo que dijera, papá no iba a creerme.

No lo hace desde el momento que descubrió que trabajo en el Juice Net y ahora menos cuando mentimos sobre estar enfermas. No confía en mí.

Bueno, no es como que antes confiara en mí y teníamos la mejor relación padre e hija del mundo. De hecho, ha empeorado... Aparte, había colgado, arrebatándome la oportunidad de defenderme una vez más. Algo típico de él pero ya estaba acostumbrada.
Despegué el teléfono de mi oído y lo miré por un largo rato.

¿Por qué siempre terminaba, de alguna u otra manera, involucrada en los problemas de Zane? Siempre era así. Yo ni siquiera tenía la menor idea de donde se encontraba pero papá también me culpaba a mí… como si yo fuese su cómplice, como si nosotros dos estuviéramos conspirando en su contra. Y en realidad, era todo lo contrario.

Aparte, Zane no era del tipo que simplemente se esfumaba sin decir nada; no era su estilo. La última vez que lo vi fue en la casa de los Sertori pero nunca supe los detalles de sus negocios con el papá de mi amiga.

Pero en serio ¿qué podía querer Zane con el padre de mi amiga? ¿Ir de pesca? El señor Sertori era un pescador experimentado y a Zane le aburría muchísimo esperar que un pez atrapara el anzuelo, por lo que ni siquiera participaba en la competición anual de pesca.

Sin perder tiempo, marqué el número del teléfono de Zane y coloqué el dispositivo en mi oído. Iba a salir de las dudas y de paso, reclamarle unas cuantas cosas.

—El número que usted marcó no se encuentra disponible… —corté la llamada y me quedé mirando la pantalla. El problema era que tenía el teléfono apagado.

Entonces, comencé a recapitular en mi mente lo que papá me había dicho; lo importante. Zane salió a mitad de la noche, y se subió en la Zodiac... Sin decir nada.

¿Por qué? ¿Y adónde iría?

¿Qué estaba pasando?

Recordé que existía una persona en quien el confiaba más que nadie y que podía darme alguna información sobre su paradero. Debía intentarlo.

Recordaba tener su número registrado entre mis contactos pues él me lo dio una vez… aunque yo nunca se lo pedí y jamás lo contacté pero agradecía en este momento haberlo guardado. Cuando encontré el contacto pegué el teléfono a mí oído, rezando porque respondiera a pesar de la hora.

— ¿Hola? —gruñó de mala gana la voz al otro lado de la línea telefónica.

— ¡Nate! Hola —dije, con cierto alivio—. Lamento llamar tan tarde. Soy Kayla. Solo quería saber si Zane estaba contigo.

Hubo un silencio al otro lado y estuve a punto de colgar cuando empecé a pensar que me había dejado hablando sola.

— ¿Kayla? —Dijo y había sonado entre sorprendido e incrédulo—. ¡Qué tal! —Exclamó, esta vez, con alegría, cambiando por completo de actitud y tuve que apartar el teléfono de mi oreja o quedaría sorda—. Siempre es un gusto escuchar tú voz, preciosa. Aunque es mejor verte en persona. —comentó y me di cuenta que estaba coqueteando conmigo y no pude evitar rodar los ojos. No me sentía especial ni nada, al contrario estaba harta. Siempre intentaba coquetear con todo lo que usara falda.

—Ohm, gracias. Entonces, sobre Zane... —me sentía un poco incómoda como siempre que hablaba con Nate pero estaba decidida a llevar la conversación al tema que me interesaba… así que por el momento decidí ignorar sus intentos de coqueteo.

— ¿Qué hay con él?

— ¿Está contigo o no?

—No, no.

Siendo otra la situación hubiera colgado la llamada pero Nate era el mejor amigo de Zane. Mi hermano confiaba en él más que en nadie. Si alguien sabía el paradero de Zane, ese era él y no tenía caso comenzar una discusión, por lo que me mordí la lengua y me llené de toda la paciencia que podía albergar. Nate era el tipo de persona que no hacía nada, a menos que resultara beneficiado en el proceso ¿y su mayor debilidad? las chicas.

— ¿Tienes alguna idea de dónde podría estar?

—Bueeeeeeeno... tal vez. —murmuró y pude imaginarlo con una estúpida sonrisa en su rostro.

— ¿Dónde? —salté inmediatamente aferrándome a esa pizca de esperanza. ¡Esta llamada no había sido en vano!

—Oye, tranquila, nena. Tómalo con calma —no pude evitar rodar los ojos—. Habla conmigo,  relájate.

¿Relajarme? ¿En serio?

—Esto es una emergencia —dije, con voz grave—.  Zane se fue de la casa y aún no ha vuelto y no he podido contactarme con él. Tiene el teléfono apagado —resumí tanto como me fue posible—. Tú eres su amigo, e imaginaba que podías tener alguna idea de a dónde pudo haber ido. Si no es así —lamenté—.... Entonces, disculpa. Adiós.

— ¡Oye, oye, espera, espera! No te enfades —se quejó Nate—. Déjame terminar —dijo, con amargura—. Está investigando. —no pude evitar fruncir el ceño.

— ¿Investigando? —dije, y fruncí el ceño sin comprender. Zane no era tan apasionado de hacer la tarea  o de estudiar, mucho menos lo haría en mitad de la noche. La única vez que vi tanta pasión en él por una lectura, fue cuando investigaba sobre todas las criaturas marinas que existían. Pero eso fue solo porque… oh, espera.

— ¿Qué crees que significa? —Inquirió Nate en un tono un tanto irónico—. Esto es por ese monstruo marino, el pez, o lo que sea. Está obsesionado con esa cosa. —entonces abrí los ojos como platos.

—No. —murmuré.
—Oh, sí. —reiteró Nate.

—No, no existe ningún monstruo marino.

—Eso no fue lo que descubrimos, nena. —el tono arrogante en su tono de voz no pasó desapercibido para mí, y cuando guardó silencio supe que estaba esperando que hiciera la pregunta “¿Qué descubrieron?” para soltar toda la sopa.

— ¿Quieres dejar el misterio y decirme qué está pasando? —Inquirí, harta de tanto misticismo—. Zane podría estar en problemas y es tú amigo —le recordé, pues parecía haberlo olvidado… o quizás no le importaba tanto como yo pensaba—. ¿No te importa? —no pude evitar indignarme. Si ese era su mejor amigo… realmente me sentía mal por mi hermano.

— ¿Por qué iba a estar en problemas? —de haberlo tenido enfrente, lo hubiera visto encogerse de hombros.

Juro que iba a gritarle un par de cosas en ese preciso instante pues su indiferencia ante toda la situación me enfadaba muchísimo. Había sido una completa pérdida de tiempo haberlo llamado.

Eso pensaba hacer, hasta que él volvió a hablar:

—Nosotros no destrozamos la puerta. Ya estaba así.

— ¿Cuál puerta? —en lugar de eso, fruncí el ceño en profundidad pues estaba cada vez más confundida.

—Del bote hundido de esa vieja bruja… ¿cómo se llamaba?

Con bruja... ¿se refería a la señora Chatham? Así es como la gente solía llamarla. Y con su bote se refería a...

—El Lorelei. —"Ellos arrancaron la puerta de Lorelei hundido" comprendí entonces y de pronto comencé a sentirme muy, muy furiosa.

—Estaba destrozada, algo la golpeó y con mucha fuerza. Zane dice que fue esa criatura que según él le salvó la vida —continuó Nate, y por la forma en la que lo dijo, me dio la impresión que había sido testigo de aquello—. Como nadie pudo decir qué la golpeó, mi amigo fue a investigar por su cuenta.

¿Qué rayos? Había sido bastante clara con Zane cuando le advertí que no se acercara a la señora Chatham y eso incluía a su bote, o a todo lo que estuviera relacionado con ella, obviamente. Pero aún más obvio era que Zane había ignorado por completo mi advertencia.

— ¡Ese idiota! —gruñí, sin darme cuenta.

Zane no solo ignoró todo lo que le dije, también le había faltado el respeto a esa pobre señora varias veces ya y con lo de ahora… el daño se había multiplicado cinco veces.

A Zane no le importaba dañar a las personas solo para lograr sus objetivos y su objetivo en este momento era encontrar a su monstruo marino.

Lo que no sabía era que vivía bajo el mismo techo con dicha criatura.

Había estado equivocada al pensar que Zane simplemente se había dado por vencido con la idea de encontrar a su pez. Lo había subestimado, pues en realidad mi hermano había ideado un plan inteligente para obtener una prueba que demostrara la existencia de una criatura y al mismo tiempo, dejar de parecer un loco.

Estaba molesta claro que sí pero al mismo tiempo... me sentía ligeramente impresionada.

Pero algo no encajaba con la historia que me contaba Nate.

—Nate —dije—… ¿por qué no estás con él? —Inquirí, desconfiada—. ¿No eres como… su secuaz?

Nate era el mejor amigo de mi hermano, desde la infancia. Y si lo había ayudado con la puerta del Lorelei hundido, sin duda lo acompañaría a donde sea que Zane se hubiera aventurado en la búsqueda de su criatura marina. Compartirían el crédito, los beneficios.
¿Entonces por qué no fue Nate con él? ¿Por qué mi hermano fue solo?

Pero entonces Nate soltó un bufido y cuando habló, el tono con el que lo hizo me indicó que ya no se encontraba de tan buen humor.

—No estoy tan demente como para meterme en una guarida de tiburones. —soltó, como si la sola idea fuese una completa locura. Y por supuesto, lo era.

Tan pronto comprendí lo que esas palabras significaban, mis ojos se abrieron como platos.

— ¡¿La Isla Mako?!

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