Los Cambios En El Amor

By Rryolen

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Adamaris Gutiérrez es una mujer Mexicana que lucha constantemente por triunfar en un mundo en el que las medi... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítu...💔
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13 MARATÓN parte 1
Capítulo 13 MARATÓN parte 2
Capítulo 13 MARATÓN parte 3
Especial Final De Maratón
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capitulo 17 MARATON parte 1
Capítulo 17 MARATON parte 2
Capítulo 17 MARATON parte 3
Especial fin del maraton
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capitulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capitulo 25
Capítulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55 Maratón parte 1
Capítulo 55 Maratón parte 2
Capítulo 55 Maratón parte 3
Especial Final de Maratón
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70

Capítulo 52

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By Rryolen

Adamaris toma aire lentamente y lo suelta.

—Una vez más, lo siento, pero no puedo ir con usted porque ni siquiera lo conozco. Así, que si es tan amable de dejarme pasar sería de mucha ayuda.

Ante sus palabras, el hombre volvió a sonreír.

—Me presento, mucho gusto, soy Jorge Luis Pinzón, pero debe venir conmigo. Vengo de parte del señor Álcala, por favor confíe en mí y sígame.

Ante la mención del empresario, dudó. Alejandro debe estar a cientos de kilómetros lejos de ella. Ni siquiera le había escrito esta mañana así que no tenia forma de saber si lo que el extraño le decía era cierto o no.

—¿Cómo sé que es verdad lo que me dice o solo una treta para engañarme y secuestrame?.

Jorge suelta un suspiro pero su sonrisa no desaparece.

—Porque sé que ustedes son novios.

Sabe que con esas simples palabras no puede creer tan fácil en una persona. Sin embargo, ahí esta ella, con un hombre extraño, yendo a un lugar desconocido. ¿Quién en su sano juicio se subiría al vehículo de un desconocido? Solo ella, seguramente.

—Oiga, ¿a dónde me lleva? ¿esto es cuernavaca? ¿vamos a cuernavaca o solo es una parada?.

El conductor la mira por el retrovisor.

—No estoy autorizado a dar esta información.

Esta chasque la lengua.

—¿Y así quieres que confíe en ti?.

Jorge no vuelve hablar y la castaña vuelve a su puesto, mirando nuevamente por la ventanilla. En ningún momento del trayecto se detienen y aunque el viaje es largo, Adamaris se entretiene observando el paisaje, a la gente e intenta hacerse una idea de donde se dirigen puesto que de lo único que esta segura es que están saliendo fuera de la ciudad. Seguramente algún pueblo cercano. Y es cuando, después de algún tiempo del recorrido se da cuenta que cruzaron la carretera que conduce a cuernavaca.

—¿Vamos a cuernavaca?.

Jorge la mira por el espejo retrovisor.

—Si señorita.

Despues de media hora, el auto reduce la velocidad, pero no se detiene continua. Adamaris rápidamente se pega a la ventanilla para poder apreciar el paisaje y así poder leer el gran letrero expuesto en aquella pared. En este, se lee <HACIENDA LA AMADA> en grande.

—Es una hacienda. La amada.

Al igual que entrar al previo, en un principio se divisa muchos árboles frondosos acompañando la entrada y zona verde. Adamaris no resistió el impulso de bajar la ventanilla para disfrutar de la brisa, y no se equivocó. La brisa entró para refrescar el ambiente y llenarlo de pureza. Adamaris disfrutó de aquella brisa, sonríe, maravillada con la vista.

Casi a medio camino se divisa una gran casona al estilo antiguo pero muy bien cuidada. Esta se alza en forma cuadrangular, con cada uno de sus bloques de tres plantas; dos de ellas, la primera y tercera olanta con balcón y en medio de esta un estupendo jardín lleno de diferentes flores que desde esa distancia no alcanzó a divizar.

Adamaris pensó que el auto se iba a detener. Sin embargo, este continuo su camino. Adentrándose aún más a la propiedad hasta que la casona deja de visualizarse y es cuando escucha el sonido de caballos relinchir, fascinada observa a un grupo de quince caballos correr justo hacia la dirección en que el vehículo se moviliza. No fue hasta que también los perdió de vista que volvió su mirada al frente.

—Aquí es donde se me informó dejarla —dice deteniéndose, rapidamente sale del auto para abrir su puerta.—por favor.

Justo al bajar, Adamaris se dió cuenta que en frente de ella se eleva un gran terreno plano con el logo de la familia Álcala en el centro de la periferia pintada de blanco. Solo bastó unos segundos para que a lo lejos, un fuerte sonido perturbara la paz de aquel día y a lo lejos un helicóptero se hizo presente y poco a poco descendió del cielo. Adamaris estaba maravillada y estupefacta. Jamás había visto un helicóptero tan de cerca, pero parecía irreal. El aparato también tiene el logo puesto en cada extremo de este. De pronto, la puerta se abrió deteniendo el corazón de la castaña. Alejandro bajó de un salto, luciendo imponente y atractivo.

—¡Alejandro! —chilla la castaña.

De inmediato, Adamaris sale corriendo a su encuentro. Asombrada de tenerlo a solo unos pasos cerca de ella. Su corazón late desenfrenado. Se había hecho a la idea de no verlo hasta el lunes pero tenerlo cuando cerca y justo cuando se suponía que no debería estar ahí, es maravilloso.

A su vez, el empresario se encuentra dichoso. Desde que se le había ocurrido esta idea, no había parado de imaginar como sería su reencuentro. Pero nada se puede comparar, nunca se imaginó esto.

—Alejandro...

—Preciosa —murmura, extendiendo sus brazos y envolviendo su cuerpo en un abrazo, aspirando su aroma.— te extrañaba tanto, tanto —comenta, sintiéndose dichoso al tenerla entre sus brazos.

—Yo igual —afirma y besa su cuello.—¿Qué es todo esto? ¿la reunión? ¿Qué pasó con los proveedores? ¿Qué haces aquí? Pensé volver el lunes.

—Para Alejandro Álcala, nada es imposible —sentencia, orgulloso.— ¿Crees que me voy a pasar un fin de semana lejos de ti? Donde tu estés, sin duda tengo que estar yo —Se separan un poco y es cuando se besa. Un beso lento, sin ningún apuro, disfrutando del tacto como si fuera la primera vez, tratando de reconocerse, de acoplarse el uno al otro pero con la certeza de su unión. Al separase, sonrieron y el empresario en un impulso acaricia su nariz con la de él.—ven, ven, vamos, hay tanto que hacer y en tan poco tiempo.

—¿A-a-así? Ya... ya estoy emocionada —agarra su mano y se deja arrastrar.— Alejandro, ¿Estás loco!—suelta sin poder evitarlo.

Adamaris sonríe enternecida y se apresura abrazarlo. Abrazándolo con fuerza y recostando suavemente su cachete en el hombro. Alejandro se apresura a envolverla, devolviendo su abrazo.

—Yo estoy es loquito por ti amo, pero ¿por qué tantas preguntas? ¿a caso no quieres estar conmigo?

—No. No. Yo me refiero a la reunión con los proveedores. Según tengo entendido es muy importante.

Alejandro suspira.

—Y por lo de la reunión, despreocúpate, ayer tuve una reunión con ellos y todo quedó arreglado, Carlos se hará cargo del resto. Incluso viajará a nueva york.

Adamaris alza un poco su cabeza contando miradas.

—¿No es mucha responsabilidad para una sola persona?.

—Carlos sin duda alguna puede con esto. Ya le dí instrucción y confío en él, tu no te preocupes—responde confiado y besa su cachete. —entonces, tenemos todo el día de hoy para disfrutar de este paraíso.

—Si que es hermoso. Por cierto, ¿De quién es este lugar?.

—Pertenece a mi familia.

Adamaris agranda mucho sus ojos y observa Alejandro como si le acabara de crecer dos cabezas, unas alas y cola. Su expresión asombrada le causó mucho sentimientos al empresario.

—Si, esta es de mi familia. La hacienda la amada, a honor de mi querida tataraabuela. Ven, primero a almorzar. Tengo hambre, ¿Tú no?.

—No hicimos ninguna parada —comenta e hizo un puchero.

—¿Jorge no te trató bien?

—¡Jorge se portó excelente! Pero tenía que cumplir con su trabajo.

—Bueno, apuremonos, Ortencia seguro y tendrá algo preparado.

Se subieron al automóvil y este los condujo de vuelta a la casona.

Al estar en la casona fue Ortencia quien los recibió con efusividad. Siendo una de las trabajadoras más antiguas y queridas de la familia. Su labor es mantener y cuidar, junto con su esposo Moisés, la propiedad. Pese a ser unos ancianos, ambos son bien estrictos a la hora de proteger el terreno. Al conocerse, todo fue muy cálido. La pareja no estaba muy sorprendida por su visita inesperada pero después de una breve presentación y charla, Ortencia los arrastró hacia el jardín ya listo para su uso y lleno la mesa con varios platillos exquisitos.

En el jardín, Adamaris observó la variedad de flores que tenían. Guerreras, crisantemos, alcatraz, lirios, hortencias, horquideas, gladiolas.

—Jamás pensé volver a estar en medio de tanta naturaleza —confiesa Adamaris, observando el jardín. —te confieso que esto me hace recordar mucho el rancho de mi tía —bebió de su copa y vuelve hablar.—aunque no era tan grande por supuesto —aclara.

—¿Te gusta?.

—¿Tu que crees? ¡Por Dios! Esto es grandísimo y hermosísimo. Me gusta la decoración de la casa.

Adamaris quedó fascinada con el decorado del interior. Si bien, la casa el bastante antigua, las mejoras realizadas le dan un toque moderno. Los muebles y demás también son mezclas entre antiguos y actuales.

—¿Tu crees? Para mí son nimiedades que a creado mi madre para satisfacción personal. Eso que no has visto lo mejor de este lugar.

Adamaris lo mira incrédula.

—¿Hay algo mejor que este lugar?.

—Si. Por ejemplo, las aguas termales.

Ante sus palabras, la castaña casi se ahoga acto que enternece a su novio.

—¿Aguas termales?.

—Si. Aquí nace y desemboca un río que parece relajar tu piel al solo contacto. Solo por ese detalle nos han llovido propuestas de venta muy, muy desconcertantes —cuenta con modestia y le da un trago a su bebida.—prácticamente este rodea la hacienda.

—¿Lo conoceré?

—Por eso te traje aquí. Aunque esta un poco alejado. ¿Sabes montar a caballo?

—No es por presumir pero soy muy buena —dice, sonriente pero sin ninguna pista de soberbia en sus palabraw.

—Me lo imagino —agarra su mano y le da un suave beso.—tu eres perfecta.

La castaña se sonroja ante sus palabras,

—¿Sa-sabes? De niña papá me pagaba clases de equitación. Él era un amantes de los caballos, ¡hasta logré ganar algunos torneos! —se queda en silencio por unos momentos. Después, sonríe y sujeta su mano.— pero luego papá murió y... ya no continúe. Pero estoy dichosa de subirme nuevamente a uno.

—Me da dicha que mis planes sean bien recibidos por tí. Hacerte feliz es mi mayor deseo.

Ante sus palabras, Adamaris se sonroja, sin saber como contestar, simplemente le da una pequeña sonrisa y se llava el tenedor a la boca. Se quedan en un silencio cómodo, disfrutándo de la comida.

—Esto está muy... muy delicioso —menciona la castaña.—es una lastima que ya me haya llenado.

—La comida de Ortencia siempre es satisfactoria —se levantan y juntos caminan de regreso a la casona.—¡bien! Pasemos a dentro, descansamos y después salimos.

Al estar ya dentro, Alejandro la condujo hasta la habitación donde iba hacer su ha. Esta, como la casa, es grande y amplia, incluso del grande de los tres cuartos de su casa, pero todo esta limpio y listo para usar. Alejandro no pasó hasta dentro, sino que se despidió en la puerta.

—Estaré justo al frente. Si algun monstruo se atreve a entrar tú solo grita.

Ambos rieron por su broma.

—Estoy segurísima que ningún monstruo se atreverá a entrar a esta fortaleza —dice, siguiéndo el juego.

—Uno nunca sabe quien asecha por estos lugares —asegura con aire misterioso. —a mí definitivamente no me gustaría perder mi princesa.

—Entonces, supongo que debería preocuparme.

—Tu no te preocupes que yo te cuido —se jacta, llevándose la mano al pecho y dándose golpes suaves en estos. Adamaris ríe a carcajada mientras niega con la cabeza. Alejandro la observa fascinado y contento por haberla hecho reír. —te ves muy linda cuando sonríes.

Adamaris agacha la cabeza apenada y sintiendo sus cachetes arder y no es capaz de articular palabra. Sin embargo, Alejandro es rápido y alza su cabeza, sin ejercer presión en su nuca.

—Por cierto, te dejé algunas cosillas dentro, espero haber acertado. Nos vemos dentro de un rato princesa, descansa —besa su cachete .—y recuerda, estoy enfrente por si te ataca un monstruo.

El guiña un ojo y se adentra a la habitación pero se queda solo para ver a la castaña entrar del todo a sus aposentos.

—Por favor —pide, haciendo un gesto para que entrara.

—Hasta ahorita.

Adamaris se adentra por fin a la habitación. Suelta un suspiro y se acerca a la cama, sentándose en el acto. Aún un poco desconcertada por todo esto. Era cosa de locos, en estos momentos ella debería estar encerrada dibujando y no ahí. Deseo olvidar por un momento el gran lío en que está, pero era inevitable hacerlo. ¿Qué debía decirle a Alejandro? Con aquel pensamiento se deja caer de espaldas a la cama. Agarra su bolso y rebuscando en el, saca su teléfono. Lo desbloquea y le envía un corto mensaje a la única persona que puede ayudarla. A María.

                                               María Amiga

¿Puedes cubrirme hoy y mañana? 🙏🙏🙏Se me presentó un inconveniente. Trataré de volver pronto. Avísale a mi tía y a Mile.

Ni bien, el mensaje terminó de llegar cuando fue leído y rápidamente contestado.

                                                Hada

Me debes una grande 🙃 ¡ya veré que me invento! Disfruta lo que sea que estés asiendo 😏

Sonrió ante sus palabras y dejó el móvil a un lado, cerrando los ojos y permitiendose descansar. Dos toques suaves en la puerta hicieron que abriera los ojos. Adamaris parpadeo acostumbrándose a la oscuridad del lugar. Se preguntó en dónde se encontraba y rápidamente su cerebro le respondió esa pregunta. Incorporándose se dio cuenta que no se hallaba en la mism posición en la que se había acostado en un inicio. Nuevamente volvieron a tocar la puerta.

—Adelante —dice.

La puerta se abre y es cuando el rostro radiante de Alejandro se hace presente, y Adamaris quiso que la tierra se abriera y la tratara.

—Wow, que linda te ves recién levantada —la halaga yendo a su encuentro. Se sienta a su lado y sonriente, besa con efusividad su cachete

—No-no mientas, ¿Qui-quién se ve lin- eso re-recien levantado? Además, ya nos vamos —dice intentando cambiar la conversación.

—Oye, preciosa, tu siempre estas linda —espeta con terquedad.—y no, aún no nos vamos pero tenemos el tiempo exacto para que te des una ducha te cambies de ropa y bajes.

Adamaris parpadea.

—Pero, pero yo no tengo un cambio de ropa.

—¿No has revisado el armario? —Adamaris niega lentamente.El empresario suspira. —me tomé el atrevimiento de comprarle algunas cosas para tu estadía. Anda, ve a bañarte. Mientras, voy abajo.

Sin esperar palabras de la castaña. Besa rápidamente su boca y levantándose, se aleja de ella. Saliendo definitivamente de la habitación. Adamaris no se apresura a salir de la cama, todavía se queda un momento observando la puerta y digiriendo las palabras del empresario.

Aun en estado catatónico, baja de la cama y llega al armario. Al abrirlo, se encuentra algunas volsas en uno de los estantes del compartimiento. Rápidamente los saca y vuelve a la cama, dejándolas sobre el colchón. Con solo abrir una de ellas le provocó no mirar las otras. Había ropa interior.

—Alejandro... ¿se ha vuelto loco? —murmuró para sí, impaciente y suplicante. No quería creer pero esa era la muestra. ¡Dios! Se estaba muriendo de vergüenza y seguramente Alejandro este disfrutando de sus emociones. —Anda, tu puedes... abre el resto. Vamos, no seas cobarde —se alienta y rápidamente y sin pensarlo mucho agarra las demás vallas y las voltea.

De ellas caen prendas de vestir, desde botas de equitación, chanclas, pantalones, diferentes blusa hasta varios conjuntos de vestidps de baños y pijamas. No se atrevió a mirar la primera volsa

Dejó toda esa ropa en la cama y se fue al baño. El baño fue sumamente agradable, y increíblemente refrescante. Le ayudó a desestresarse y a espantar la pereza, sobretodo la vergüenza que acaba de pasar. Decide no lavarse el cabello ya que seguramente iba a mojarlo. El proceso de vestirse le recuerda que debe abrir la volsa que tanto quiso olvidar con aquel baño pero no teniendo más remedio, mete a ciegas la mano y saca lo primero que encuentra. Una pantalla azul y un brasier negro. Pero entonces recordó que iba a usar vestido de baño y no tiene ningún sentido ponerse ropa interior. Decide usar el vestido que más piel tapa y usa un conjunto de rosas. Se apresura a ponerse un Jean azul y una camisa de cuadros rojos. No se demora en ponerse las botas, agarra el sombrero y sale de la habitación en busca del empresario. No sin antes volver todas las prendas en las volsa.

Al encontrarse, ya ambos estaban listos para salir. Consigo, Alejandro lleva una canasta pequeña. Adamaris se imaginó que puede ser alguna merienda.

—Ya estoy lista. Que guapo estás.

—Yo siempre estoy guapo. Tu te ves preciosa.

—Gra-gracias —le sonríe tímidamente. Besa su cachete y le sonríe.

—Ya veo que sí te quedó lo que te compré. Tengo buen ojo —comenta sin dejar pasar la oportunidadde avergomzarla.

Sus palabras hicieron enrojecer a la castaña quien no pudo ocultarlo ya que no se había maquillaje. Alejandro la mira divertido pero cuando abre la boca, dispuesto agregar algo más una joven aparece para interrumpirlo, para salvación de Adamaris.

—Disculpe joven, los caballos ya están listos.

—Perfecto —comenta Alejandro. Envuelve su cintura y la guía a la parte de atrás de la casona. No tienen que avanzar mucho para llegar a las caballerizas, donde un hombre los espera. A su lado, dos hermosos caballos pura sangre los esperan. Uno, el más fornido es de color negro y el otro una mezcla entre gris y marrón. Ambos, de pelaje brillante y piernas fuertes.

Adamaris ciertamente no se imaginó volver a montar, pero aquellos sin duda era los dos animales más hermosos que había visto.

—Es la yegua más dócil que tenemos patrón —expresa el hombre.

Alejandro se apresura agarrar la correa de la montura de ambos caballos. Sin embargo, el hombre aun esta cerca de ellos.

—Son... preciosos —susurra Adamaris, observando fascinada a ambos caballos.—¿tienen nombre?.

—El negro se llama Bucéfalo —dice Alejandro.—como el magnífico caballo de Alejandro Magno.

Adamaris se acerca a Bucéfalo y con sus finas manos acaricia su cabeza mientras el animal se queda muy quieto.

—Bonito nombre, muy apropiado para semejante animal —lo halaga, Alejandroasiente co forme de suspalabras.—¿y esta preciosidad cómo se llama? —pregunta, dirigiendo su atención a la yegua y todas sus caricias a ella, también muy quieta.

—No sé, ¿Cómo deseas llamarla? Desde el día de hoy pasa hacer tuya.

Ante sus palabras Adamaris detiene sus movimientos y lo observa desconcertada. Suelta una risilla y niega, esperamos que este ria con ella y le diga que es mentira, pero ante la mirada cargada de seguridad que su novio le daba se puso seria.

—¿Qué? ¿Es en serio? No. No, Alejandro yo no puedo aceptar esto. Es... demasiado —dice mientras se aleja definitivamente de la yegua.

—¡Vamos! Es un regalo que debía de darte. ¿A qué es preciosa? La ví e inmediatamente pensé en tí. ¿Vas a despreciar un regalo de tu novio?.

—Es mucho. No puedo aceptarlo... me trajiste hasta aquí, me compras ro-ropa y luego un caballo... A-ademas, ¿dónde la tendré de cualquier forma?.

—Por el momento puede tenerla aquí. Ya después veremos —espeta con desinterés.—¿has pensado en un nombre?.

—No, no, tengo que pensar.

—Preciososa —murmura despacio.

Adamaris se vuelve acerca a la yegua, acariciando su pelaje.

—Tengo que pensar... en su nombre.

Alejandro sonríe satisfecho y la ayuda a subir indicándole que subiese al pedestal. Con fuerza, la impulsa hacía arriba tomándola de la cintura. Adamaris se apoya bien y acomoda en la montura, rápidamente irgue la espalda y sostiene las riendas. Le sonríe agradecida y Alejandro le devuelve la sonrisa, observando el lindo contraste del sol en la castaña viéndose desde abajo.

Rápidamente se vuelve a su caballo y con agilidad sube a este.

—¿Lista? —pregunta.

—Mucho más que lista —asegura.

—Sígueme.

Con un <<Arre...>> suave de ambos se ponen en camino como Alejandro de guia. Cabalgar fue una experiencia única para ambos. Para el empresario significaba llenarse de absoluta paz y felicidad al estar al lado de la persona que amaba, y para la castaña era volver a recordar sus tiempos de niñez, sentía tanta libertad y felicidad que temia que su corazón se saliera de su pecho. El camino no fue largo, pese a que hicieron paradas para observar la naturaleza fue la pequeña carrera que Alejandro había permitido una vez se empezó a sentir de la desembocadura del río.

Adamaris fue la primera en llegar y apenas su mirada capto el increíble lugar, jadeo más que por el cansancio, sorprendida incapaz de mirar a otro lado. Hasta ahí desembocaba el río, su agua cristalina les permite observar las profundidades de esta, rodeada de árboles y exquisita naturaleza. Su fascinación fue tanta que no escuchó a Alejandro alcanzarla, y bajarse del caballo.

—Te dije que este lugar es único —comenta Alejanero intentando amarrar su caballo.

—Wow... este lugar es... maravilloso —asegura, pero rápidamentese corrije.—creo que más que maravilloso.

—Sabía que te iba a gustar. Siempre que vengo cuento las horas para ver esto —comenta extiende sus manos hacia ella. Esta sonríe sin dejar de observar al horizonte y baja del caballo. Alejandro le da un beso en el cachete y adueñandose del caballo lo lleva hacia el lugar donde amarro al suyo. Después de ajustar bien la cuerda de los caballos, se apresura a su encuentro, abrazándola por detrás.—¿a que es único?

—Ajá.

—¿Entramos ya?.

—Si.

—¡Bien! El último en entrar es un huevo podrido —rera Alejandro sonriendo, tratando de hacer reír a la castaña pero empezando a desvestirse.

—¡¿Qué?! ¡Estás loco! ¡Y no se vale! Ya antes te estabas desvistiendo —se queja riendo, pero empieza también a desvestirse.

Extremadamente feliz, Alejandro se arroja al agua en un perfecto clavado después de haberse desvestido primero sintiendo la calidez del agua en cada uno de sus sistemas, se queda sumergido por algunos minutos antes de volver a la superficie en el momento exacto en que Adamaris se lanza. Sonríe viéndola caer y esta se mantiene a la espera, expectante. Por su parte, la castaña se sorprendió al descubrir que era verdad lo de la calidez del lugar al sentir sus tensiones liberarse. Sonrió en el agua y nado un poco más profundo y solo nado de vuelta cuando empezó a faltarle el aire. Al salir, ambos se observaron felices, enamorados. Alejandro agarra su mano y la arrastra hacia el centro de la laguna.

—Aquí el agua es más calida —sentencia.

Y efectivamente lo era. Adamaris sentía que estaba en el cielo.

Aquello es la temperatura perfecta para las personas que definitivamente querían relajar su cuerpo. Sus ojos automáticamente se cerraron y se permitió flotar disfrutando del calor proporcionado. Desde la orilla, Alejandro la contempla fascinado. Su expresión relajada y placentero lo hacen sentir orgulloso. Después de un rato de contemplarla decide imitarla y deja de intentar mantenerse a flote. Hecha su cabeza hacia atrás, relaja sus musculos y simplemente disfruta.

Ambos escuchando únicamente el sonido del agua correr y caer, de los árboles moverse, de los pájaros cantar y hasta de la misma brisa.

—¿Estas feliz? —le grita Alejandro.

—Mucho. Este día a sido divinamente espectacular —le grita de vuelta.

Continuaron nadando, esta vez tomados de la mano. Sucumbieron a lo más profundo, donde evidentemente no llegaron pero desde esa distancia se podían aún apreciar sus miradas. Y también se besaron, mucho. Disfrutaron los besos puestos que parecían perfectos bajo el agua.

No fue hasta pasados las tres de la tarde cuando decidieron salir a disfrutar de la merienda. Alejandro envuelve a la castaña en una sabana permitiendo que se secará para después empezar a secarse él con otra, ya seco rápidamente empieza a sacar los diferentes platillos preparados dejándolos sobre un amplió mantel de cuadros rojos que se había encargado de tirar sobre la tierra. Al rato, cuando ya no estaban tan mojada se sentó a su lado. Le agradeció cuando éste le dio un plato con dos sándwich y un vaso con jugo de naranja y empezó a devorarlo.

—Buen provecho —escuchó a Alejandro decir.

Apenada, deja de masticar y lo mira de reojo, tímidamente.

—Gracias, igual.

Alejandro sonrió satisfecho y dio un gran mordisco al sándwich.

Continuaron comiendo en silencio, un silencio cómodo, solo interrumpido con algunos comentarios sobre la comida o lo bien que se sentía el agua una vez estar dentro.

—¿En qué piensas? ¿qué pasa?.

Adamaris parpadeó y lo enfoca.

—No me pasa nada —contesta y sonríe.

—Has estado bastante distraída —sentencia aún masticando.—si te traje aquí fue para distraernos y pasar más tiempo juntos.

—Si, lo siento es... es que todo esto es maravilloso, magnífico pero no me puedo quedar —toma aire.— resulta que me he comprometido en terminar algunas cosas que tenía pendiente y al estar aquí, me hace sentir culpable.

—¿Cosas pendientes como qué? —le pregunta y llena su vaso, Adamaris le sonríe agradecida. —¿aún sigues organizando los archivos?.

—¿Archivos? ¿cuales archivos? —pregunta de vuelta. Alejandro entrecierra sus ojos, convencido de que le había mentido. De pronto, como si el cielo se iluminará recuerda sus palabras el otro día. Su estómago se cierra y observa impresionada al empresario. —¡ah! Esos archivos. Si, si, aún están...

... Pero ya este a dejado de masticar y la observa serio.

—No me mientas, ¿por qué me estás mintiendo? —pregunta con voz fría dejando el sándwich sobre el plato y cruzando sus brazos a la altura de su pecho. Adamaris jadeó y perdió todo el color de la cara.

Ambos se quedaron en silencio, observándose. Cuando encontró su voz, habló.

—No... no sé de qué me hablas...

Alejandro suelta un gruñido, interrumpiendola. A lo que Adamaris agranda los ojos, impresionada por su actitud.

—Hablé con Julio antes de venir aquí —miente.— Así que... por favor, por favor, dime la verdad.

Se queda por un momento en blanco. Incapaz de reconocer su mentira, pero a la vez con un cargo de consciencia tremendo. Después de algunos minutos, suelta el aire que no sabía que tenía retenido y se muerde el labio con fuerza.

—Esta bien, te mentí —reconoce, apenada. Alejandro bufó, exasperado. —no hay ningún archivo que organizar —continúa, suelta otro suspiro y esconde un mechón de su cabello detrás de su oreja.—extravíe la memoria usb del señor Julio y junto con mi tía y Milena estamos tratando de hacer una copia exacta de sus diseños para que no se dé cuenta —su rostro se ruboriza por la falta de aire al hablar sin tomar ningún respiro.—esto de mentir no es mio. Por favor, perdóname no quise mentirte pero temí ser despedida... Si el señor Julio se enterará.

—Primero respira —la interrumpe con una expresión más relaja, incluso su voz se nota más suave. Agarra su mano, sintiéndolas temblar. Rápidamente se calma siendo objetivo.—nadie te va a despedir porque Julio no se va a enterar. ¿Quién osearía a despedir a la novia del jefe? —cuestiona lúgubre.—Y yo tengo la solución para eso.

Adamaris lo observa confundida. Alejandro acaricia su cachete, observándola enternecido.

—Amor, te olvidas que estas hablando con el presidente de la empresa, en mi poder tengo todas las colecciones que éste a sacado incluso antes de mi llegada al puesto. No hay nada que salga de esta sin que haya pasado por mis manos

Adamaris salta sobre él, conmovida por sus palabras sin parar de agradecerle.

—No tienes porqué agradecerme, mas que tu jefe soy tu novio. ¿Sabes lo importante que es para mí que estés aquí? —le pregunta aún abrazándola.—lo importante que es para mi que fueses confiado en una idea loca que tuve. Esto solo me demuestra lo importante que soy. Tu eres importante para mí, mucho. Solo espero que mis acciones siempre hablan por mí así como lo hacen las tuyas. Chiquita —coloca sus dedos bajo su mentón para verla a los ojos cuando le dice.—te amo, te amo. Eres el amor de mi vida.

A la castaña se le extravio la voz con aquellas palabras y por más que intento hablar no pudo articular palabra y no era porque no tuviera nada que decir, pero su confesión la a tomado desprevenida. Tampoco era que Alejandro estuviera esperando respuesta, pero ésta sentía la necesidad de decir algo. Así que armandose de valor, tomó aire por la boca y lo soltó, extendiendo sus manos y acobijar sus cachetes, ruborizada.

—Yo también te amo —dice dulcemente.

Alejanfro sonrió. Mostrando su dentadura. Feliz, jovial, enamorado. Adamaris acerca su rostro al de él, también esta sonriente y termina la distancia que los separa. Uniendo sus labios en un dulce beso. Ambos saboreando. Al separase, se encontraron jadeando pero sonrientes, sin poder apartar sus miradas.

—Y Alejandro —susurro, agarrando su mano.—eres el amor de mi vida.

Y se volvieron a fundir en otro profundo beso.

Siento que no hay excusa que valga para mi desaparición 🤷‍♀️🤷‍♀️🤷‍♀️ solo puedo decir que si bien actualice, no sé cuando vuelva hacerlo 😔 esperemos que pronto...

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