En todo ese drama y tragedia, los tres Jaeger ingresaban a un bosque, seguramente ahí se escondían algunos Ackerman.
Eren se separó de ellos.
— ¿A dónde vas? —
— Quiero buscar uno por mi cuenta —
— Bien...muy bien, yo acompañaré a Zeke —
Eren asintió y se fue, no sin antes recibir una navaja, por si acaso.
Se alejó lo más que pudo, jugaba con algunas rocas y hojas de árboles que caían.
Encontraba insectos y los observaba un rato, luego los tocaba con un dedo para que corriéran.
Miraba hacia todos lados pero entonces, escuchó algo moverse por unos arbustos.
Sacó aquella navaja y se acercó poco a poco, cuando atravesó eso con suficiente cautela, se encontró con una niña, era como de su edad.
Se quedó quieto y ella dió dos pasos hacia atrás.
— ¿Qué haces aquí sola? —
La niña no contestó, se sentía intimidada por lo que Eren tenía en la mano.
— ¿Eres una Ackerman? —
Mikasa asintió y agachó la cabeza, sentía que ya no podía seguir con vida.
De inmediato, soltó la navaja que tenía y se acercó cauteloso a ella.
Mikasa volvió a retroceder.
— No me tengas miedo, no te haré nada, en serio, quiero ayudarte —
La pequeña lo dudó mucho, ¿cómo podía confiar en él? Se sentía en peligro pero ya no tenía a nadie que la defendiera.
— Te llevaré a un lugar seguro, te voy a esconder —
Extendió una de sus manos.
La azabache lo miró con miedo, pero sentía una gran honestidad en él, un niño de su misma edad.
Tomó su mano y comenzó a guiarla hasta una casa cerca de ahí.
Eren conocía casi todo del bosque y lo que lo rodea, pero claro que sus padres no lo saben, porque no sería conveniente.
Caminaron por unos cuantos minutos, ella se mantenía en silencio y solo lo miraba con angustia, pues aún no sabía si estaba bien lo que hacía.
— No hablas mucho ¿Verdad? —
No contestó, solo bajó la mirada.
Llegaron a la casa y entraron, era algo grande pero estaba bien, estaba cerca de una villa no muy poblada que estaba cerca de la ciudad.
Abrieron la puerta y entraron, encendió la luz que sorprendentemente aún servía.
— Te puedes quedar aquí, la mayoría de los muebles están en buen estado y la cama tiene cobijas, ¿Está bien? —
Mikasa asintió.
Eren ya se marchaba pero recordó algo.
— Por cierto, oye...—
La niña volteó a verlo; él se acercó con algo en las manos, su miedo había vuelto.
Eren tomó una de sus blancas y suaves manos, donde colocó uno de los cuchillos de madera que tenía, el que había llevado.
— Úsalo si alguien intenta hacerte daño, solo corta una vez pero es muy eficiente, créeme ¿De acuerdo? —
Mikasa asintió y lo miró a los ojos, su lindo color resaltaba mucho.
— Te traeré comida todos los días pero, sería en la madrugada ¿Está bien? —
— Sí —
Contestó, Eren sonrió, logró tener una respuesta de ella.
Tenía una voz linda.
Acarició su cabeza con cariño, revolviendo algunos cabellos azabache para después marcharse.
— Hasta mañana, ten cuidado —
— Sí —
Volvió a decir.
Cerró la puerta y se encaminó de vuelta a un lugar cerca de su padre y su hermano.
Se encontró con una oruga, la tomó y la colocó en su cabeza para después ser encontrado por Grisha.
— Ah, con que aquí estabas —
Suspiró aliviado
— ¿Encontraste algo? —
Eren señaló su cabeza como respuesta.
Grisha miró el insecto con extrañeza y luego sonrió.
— Regresemos a casa —
— ¿Ustedes encontraron algo? —
— Sí, ya tenemos nuevos sirvientes —
Ese comentario hizo que a Eren le hirviera la sangre...su desprecio crecía cada vez más.