Capítulo 55. K. L. Z. H.

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        EL VIAJE RESULTÓ SER UN BORRÓN LA MAYOR PARTE DEL TIEMPO, PUES, aunque levanté un muro para separarme de mis emociones, descender de la nube luego de la corriente de sentimientos que todo el encuentro provocó en mí causó un cansancio intol...

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EL VIAJE RESULTÓ SER UN BORRÓN LA MAYOR PARTE DEL TIEMPO, PUES, aunque levanté un muro para separarme de mis emociones, descender de la nube luego de la corriente de sentimientos que todo el encuentro provocó en mí causó un cansancio intolerable. Pero me negué a cerrar los ojos teniendo a Clancy tan cerca de mí, estando tan terriblemente expuesta a cualquier locura que el maniático podría hacer.

Así que no descansé, desenfoqué la vista durante el trayecto y desconecté mi cerebro del mundo exterior. Tampoco permití que mis pensamientos me arrastraran a otro tipo de tortura; le puse un alto en cuanto levanté aquel muro. Sólo regresé a mi cuerpo cuando el coche comenzaba a perder velocidad y Ruby se aparcaba junto a un complejo de plantas de una pequeña ciudad en las afueras de Mojave.

A simple vista, la ciudad lucía abandonada. Bien podría estarlo, dado al estado en la que se encontraba. De todos modos, desmonté del coche casi de inmediato, busqué el mejor sitio remoto para librarme de mis necesidades y parpadeé ante la claridad que las gotas de lluvia me brindaron, despertando mis sentidos. Al reunirme con los demás, no hallé a Cole por ninguna parte e hizo falta alzarme de puntillas para ver sobre la hilera de autos y encontrar una cabellera rubia rebuscando entre la masa de metal un coche que sirviera y tuviera gasolina.

Sentí el impulso de ir con él, aquel tirón en mi estómago haciéndose presente, pero entonces...

—¿Vivy?

Me reuní con el resto, que observaban unos grafitis en un muro.

Liam apuntó a los diseños de colores frente a mí.

—Dime qué ves aquí —me dijo.

Me encogí de hombros.

—¿Arte callejera?

Liam rodó los ojos.

—Échale otro vistazo.

Eso hice. Vida, Ruby y Chubs nos observaban con expresiones extrañadas... aunque Chubs no podía ver casi del todo, pero aun así aquel ceño fruncido no se iba.

No se trataba de algún tipo de arte callejera o grafiti en sí. Entre estos dibujos había nombres escritos con marcador permanente: Henry, Jayden, Piper y Lizzy, debajo de un esbozo de un gran círculo negro en cuyo interior había algo que parecía una medialuna pintada en aerosol.

Más abajo había más nombres, pero estos ya se estaban borrando, y los nombres que no, eran los más recientes, deduciendo por la frescura del aerosol azul. Sin embargo, sólo estaban sus iniciales: K, L, Z y H, cuya pintura goteó hasta el suelo.

—Es el código de señales —murmuré sin ocultar ni un toque de impresión—. El código de señales que usábamos en East River.

—Bingo —Liam chasqueó los dedos, carcajeando de júbilo.

—¿El qué cosa? —preguntó Chubs.

—Es un sistema que Clancy diseñó para viajar seguros. Así solíamos indicar cómo regresar cuando salíamos a buscar provisiones, y se lo enseñaron a todos los niños que iban y venían.

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