Capítulo 39. Relatos

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        LE ECHÉ UN VISTAZO A LA VERJA METÁLICA QUE SEPARABA LOS ASIENTOS DEL PILOTO Y COPILOTO DE LOS TRASEROS Y LUEGO MIRÉ FE REOJO A VIDA Y JUDE, que estaban sentados a cada lado mío, y la batalla en sus ojos casi me hizo reír

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LE ECHÉ UN VISTAZO A LA VERJA METÁLICA QUE SEPARABA LOS ASIENTOS DEL PILOTO Y COPILOTO DE LOS TRASEROS Y LUEGO MIRÉ FE REOJO A VIDA Y JUDE, que estaban sentados a cada lado mío, y la batalla en sus ojos casi me hizo reír. Podía sentir desde aquí sus ganas de abrir la boca y soltar la lista de preguntas que estaban ansiando hacernos, pero si estaban esperando al momento preciso para hacerlo o si querían que Ruby y yo empecemos primero era algo que no logro descifrar del todo.

No obstante, en cuanto Vida comenzó a escupir palabras venenosas y Chubs, siendo el sabio respondón que era, contestó a todo lo que decía con un tono seco y sarcástico agradecí al universo por tener la reja de hierro entre nosotros.

Ruby movió el rostro y la vi mirándome sobre su hombro. La sonrisa que estaba tratando de controlar me hizo sonreír a mí.

—Sigue sonriendo así y te arrancaré los dientes —gruñó Vida a mi lado, y yo rodé los ojos.

—Eres tan linda cuando amenazas.

—No soy tan linda cuando las cumplo.

Yo seguía sonriendo.

—Chicas —Jude tenía miedo de hablar—, ¿cómo conocieron a Chubs?

—Es Charles para ustedes —Chubs arrugó el ceño.

Vida se rió.

—¿Y ese es mejor?

Chubs frenó en un semáforo y nos miró tanto a Ruby como a mí.

—Oh, amigo, ella solo está empezando...

Y justo como aseguró Ruby, Vida siguió escupiendo veneno como una víbora y Jude trató de ser amable con ella. Quiero decir, ¿cuándo no? Chubs trataba de contener la risotada, Ruby lo reprochaba con la mirada y yo quería que el asiento me tragara viva.

—Deja eso antes de que te rompa los dedos, flacucho —Vida parecía lanzar rayos láser con los ojos, mirando los dedos que Jude tamborileaba.

—¡Oye, no me llames así!

—¿Te vas a molestar por eso, cuando llevo llamándote Judith por meses?

—No me molesta que me llames como una chica. Ya me molestan lo suficiente cuando me tratan como un niño.

Chubs lo miró por el retrovisor.

—¿Cuántos tienes? ¿Diez?

—Cállate, si casi tiene quince —Ruby lo codeó.

—Tú eras más desairado cuando te conocimos, Parlanchín, y estabas todo un adulto con dieciocho —le sonreí.

Chubs levantó un dedo.

—No, Ruby era la desairada, Liam el imprudente y Zu la dulce niña. —Se apuntó a sí mismo—. Yo era el la mente maestra y tú, mi querida, el guardaespaldas.

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