Capítulo 8. ¡Qué mentirosa, linda mentirosa soy! [MARATÓN DE FIN DE AÑO]

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—¡ZU!

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—¡ZU!

Ante la mirada desaprobadora del Sureño, la niña Amarilla —Suzume o Zu— solo entrelazó sus manitas enguantadas sobre su regazo y se limitó a encogerse de hombros, mirándolo a él y al Parlanchín con una mirada inocente.

Y sin poder evitarlo, sonreí de lado.

Me cae bien la niña.

—Acordamos nada de desolados, Zu —le dijo Parlanchín, negando con la cabeza—. ¡Por eso no cogimos a los gatitos!

—Tiene que ser una broma. —El Sureño se cubrió el rostro con las manos—. ¿Qué querías que hiciéramos con una caja de gatos? ¿Domesticarlos? ¡Por favor!

Y con la mención de los gatitos, el Sureño y Parlanchín se olvidaron de nosotras. Ruby y yo nos miramos, ella con cierta mirada apenada y yo aburrida y malhumorada. Escucharlos parlotear sobre unos gatos que no me interesaban en lo más mínimo aumentaba mi dolor de cabeza y si no encontraba algún sitio donde reposar la mente, tendrían a una gata lanza fuego pateándoles el trasero.

—Encuentro su conversación sobre los gatos abandonados en un buzón muy placentera —dije, asegurándome que mi sarcasmo se notara tanto que podría salirme como chispas—, ¿pero podrían hacernos el favor de abrirnos la puerta?

Funcionó, ambos se callaron. ¡Aleluya! Ahora, el problema era lidiar con un enojado Sureño, que nos miraba a Ruby y a mí con seriedad, y pensé que nos aventaría fuera del monovolumen de no ser porque habló.

—Ustedes son a quienes buscan, ¿no? —nos preguntó—. ¿Ruth y Viana?

—Es Ruby...

—Vivianne, con doble ene y e al final.

—Como sea. —El Sureño agitó la mano, restándole importancia.

—¡Quítale el seguro a la puerta, por favor! —aulló Ruby, toda desesperada—. Hemos cometido un error y ha muy sido egoísta de nuestra parte, lo sabemos, pero abran la puerta para que podamos evitar que ellos los alcancen.

Ellos.

Cate, Rob y Martin.

Demonios, no había pensado en eso.

Claro que estarían persiguiéndonos, éramos demasiado valiosas como para simplemente olvidarse de nosotras. Aunque Cate ya tenía a Martin como Naranja, nunca estaba de más tener a dos en vez de uno,  y luego estaba yo, una Roja, que a mí sí que no me dejarán escapar tan rápido.

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