Capítulo 37. Luz al final del túnel

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       LA META ERA LLEGAR A UNA ESTACIÓN DE TREN, ESTAR PENDIENTES POR SI ATRAPAMOS MUCHAS MIRADAS EXTRAÑAS Y, DE SER EL CASO, DESBORDAR EL TREN Y DESAPARECER HASTA QUE SEA SEGURO REGRESAR A ÉL

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LA META ERA LLEGAR A UNA ESTACIÓN DE TREN, ESTAR PENDIENTES POR SI ATRAPAMOS MUCHAS MIRADAS EXTRAÑAS Y, DE SER EL CASO, DESBORDAR EL TREN Y DESAPARECER HASTA QUE SEA SEGURO REGRESAR A ÉL. Sin embargo, era demasiado peligroso porque cualquier estación de tren en funcionamiento ahora mismo se encuentra atestado de las FEP y un solo paso en falso podría comprometer nuestra misión. Yo no dejé de recordárselo a Ruby y traté de hacerle entrar en razón, que podríamos robar un auto y conducir por las zonas no observadas, aunque podría atrasarnos en la misión, pero yo estaba dispuesta a hacer todo el trabajo duro de recolectar la gasolina e intercambiar de coches cada vez que pasemos el tiempo suficiente con uno. Aun así, Ruby, la querida y testaruda Ruby, escuchó lo que tenía que decir, asintió y simplemente dijo que valía la pena el riesgo, le dijo a la mujer que conducía que tendría que comprarnos boletas del tren y listo.

Eso fue todo.

No seguí presionando más. Ruby es la líder de esta operación y yo solo soy su mano derecha, hago que mi voz se escuche cuando creo que es necesario y si a Ruby le agrada mi plan, ella lo toma. Si no, está bien también. Aunque, claro está, que ese pensamiento tampoco logró calmar la frustrante sensación en la garganta, dándome escalofríos. Era un mal presentimiento. Pero me mordí el interior de la mejilla para quedarme callada y tras un tiempo andando, escuchando las noticias y oír habladurías sobre el presidente Gray, llegamos a la estación Amtrak, en Rhoede Island, y nuestra conductora salió a comprarnos las boletas. Mientras, entre Ruby y yo, nos desprendimos de algunas prendas para cubrir el rostro de Jude lo más posible en caso de que haya atrapado ojos indeseados en la revuelta de hace unas horas.

Una vez con las boletas en las manos, noté la cara apenada de Ruby mientras la mujer que nos trajo desaparecía de la carretera. Apoyé una mano en su mano, haciéndole saber que la apoyaba y que entendía, que sé que para ella no era fácil manipular personas no porque le costaba, sino porque no quería hacerlo. Ruby no dijo nada al respecto, solo apretó los labios en una línea recta y para quitarle un poco de la preocupación de encima sobre la mujer, le pedí que revisara que mi herida en la cabeza no se notara tanto. Surtió efecto, porque rápidamente me ayudó a soltarme el largo cabello negro para acomodarlo de modo que cubría una parte de mi lado derecho, escondiendo el moretón de mi frente.

Y entonces notamos el problema.

La mujer nos compró boletos para Fayetteville, Carolina del Norte, cuya partida era dentro de diez horas.

Diez. Malditas. horas.

—El tiempo suficiente para que nos den por culo —refunfuñé cruzándome de brazos. Ruby también se puso a soltar un par de maldiciones, luego se organizó las ideas y arrastró a Jude a unos asientos, haciéndome suspirar con pesadez cuando me tumbé a su lado—. No me gusta esto, Rubs. Para nada.

—¿Y crees que a mí sí? —gruñó ella entre dientes—. Solo hay que mantener los ojos bien abiertos.

—Y esperar que nos abran el cuerpo con balas, también.

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