Capítulo 2. A nadie le importo

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[UN AÑO ANTES]



        A MEDIDA QUE PASABAN LAS HORAS, LOS DÍAS, LAS SEMANAS Y LOS MESES, YO CAMBIÉ LENTAMENTE. Mis esperanzas y sueños eran pisoteados, dejándome sola, a la merced de mi mente, con el corazón totalmente roto, vacío y corrompido desde que me obligaron a poner un pie en Thurmond. La chica solitaria, empezaron a llamarme algunas de las chicas de mi cabaña, nunca atreviéndose a dirigirme la palabra más de dos veces a la semana mientras las Fuerzas Especiales Psi nos daban quehaceres para mantenernos ocupadas, ya sea para lavar nuestros uniformes y el de los soldados, o para coser, limpiar las cocinas una vez que comíamos, limpiar nuestros baños, arreglar los zapatos...

Yo tampoco hablaba con las demás y, sin embargo, mi excusa era que no me interesaba hacer amigas. Al menos, ya no.

Era un caso perdido y seguía siendo un caso perdido. Siempre pesimista, siempre cruel, siempre más honesta y directa de lo que debería, ya nadie quería hacer lo que sea conmigo, así que yo tampoco. Aunque, de todos modos, era mejor para los demás que para mí.

Así que me encerré en mi propia mente, una habitación imaginaria de cuatro paredes oscuras donde me ahogaba una y otra vez, la negrura arrastrándome a los confines de la Tierra, quemándome. Pero mantuve mi perfil de Psi Verde a la perfección durante los años siguientes, viendo cómo las cosas en Thurmond cambiaban.

Vi la Fábrica ser construida porque los FEP no confiaron que podríamos hacerlo nosotros. Y estaban en todo su derecho. Vi cómo de la noche a la mañana ya no había Amarillos ni Naranjas ni Rojos; desaparecieron en un parpadeo, dejándonos a todos confundidos y asustados, temerosos de lo que sea que los FEP les hayan hecho nos lo hicieran a nosotros por igual.

¿Dejaron miles de agujeros en sus cuerpos? ¿Los torturaron hasta simplemente no aguantar? ¿Algo peor? Nadie sabía, solo dejaban que los rumores fluyeran como el viento, silencioso y tranquilo.

Y hablando de silencio...

Era la regla máxima en Thurmond. Sin embargo, no era un problema para mí porque he permanecido bajo perfil, oculta en la oscuridad de mi burbuja, durante cinco años. Aunque, de todas formas, las chicas de mi cabaña y yo nos la empeñamos para crear un tipo de lenguaje con el que podríamos comunicarnos sin ser vistas.

Como ahora, que hoy nos tenían limpiando los zapatos y cambiando los botones de los uniformes de los soldados FEP, pero dabas un pestañeo y hacías un movimiento cualquiera con uno de los botones a la niña que tenías enfrente, y lo decía todo.

Los supervisores del campamento se las arreglaron para colocar hileras e hileras de mesas para nosotras trabajar, con varios soldados armados con sus rifles negros a nuestro alrededor, supervisándonos tanto a nosotras como a los chicos Verdes que trabajaban en la Fábrica. Yo aparentaba que no me daba cuenta de ellos, concentrada en mantener el ritmo de las otras chicas, pero la chica a mi izquierda, Ruby, parecía a punto de caer desmayada por el agotamiento.

Ruby era una chica de piel clara, alta, melena castaña que le bajaba por la espalda como una cascada brillando bajo el sol y de ojos verdes, mejor amiga de Samantha. Otra como yo, que llegó a Thurmond el mismo días.

Otra como yo, una chica callada y discreta.

Me aseguré de que mi gruñido haya sido lo suficientemente alto para que ella me escuchara cuando vi que apoyaba un codo en la mesa, mano sobre su mejilla, perdiendo el ritmo del trabajo. Ruby abrió los ojos inmediatamente y se enderezó, mirándome de soslayo. Pero ya era tarde. Uno de los soldados que supervisaban ya estaba detrás de nosotras, inspeccionando a Ruby.

Los músculos de mi rostro se tensaron, a punto de hacer una mueca de total disgusto cuando el soldado tomó a Ruby y casi pegó su rostro contra la mesa, mano en la nuca, casi asfixiándola.

Game of Survival | The Darkest MindsWhere stories live. Discover now