Capítulo 3

70.4K 5.1K 2.1K
                                    

Inicio de una Guerra

Violett

¿Han visto un oso enojado?

Imagínense uno gigante, en su momento territorial cuando se levanta sobre sus patas traseras listo para darte con la garra y despedazarte, así está en este momento mi superior. El Doctor Mike O'Brien o el "psicópata" como lo llamamos todos los residentes. Es un Cirujano Cardiotorácico con rango militar y está encargado de enseñarme durante mis tres años de residencia.

—Por fin decidió volver Doctora Williams, y yo que pensaba que se iba a dedicar a su hogar y no la volveríamos a ver por aquí — dice cada palabra cargada de sarcasmo, mientras no hago más que callar esperando que termine su reprimenda por tomarme dos semanas libres sin avisarle.

—¿No va a decir nada? No se supone que se va a casar y que por eso ya no le interesa aprender, dígame de una vez para no perder mi tiempo con una basura inservible — suelta con enojo, pero no sé como justificarme, así que solo me muevo incomoda en mi puesto.

—No tengo justificación para mi ausencia de dos semanas, pero le aseguro que repondré todo el tiempo perdido— digo lacónica y eso le provoca risa.

El Doctor O'Brien no es nada paciente, y aunque sus palabras la mayoría de tiempo fueran rudas y sin filtro, no hay nadie mejor en este hospital que él, y me llena de orgullo decir que estoy aprendiendo con el mejor, aunque en este momento me esté humillando en la sala de descanso delante de los otros residentes y enfermeras. Las personas a mi alrededor están más que encantadas con el espectáculo que les estoy dando.

—Pues no parece— dice y vuelve a reírse, mientras hace su camino para acortar la distancia entre él y yo —No me gusta la gente mediocre, Williams. Si te estoy enseñando no es porque quiero que más adelante te dediques a criar a los hijos de Harvey, porque si ese es tu futuro soñado, en este mismo momento coge tus cosas y sal de mi presencia— suelta molesto.

Sin pensarlo mucho, le respondo —Le aseguro que no es así y en todo este tiempo pienso que se lo he demostrado, y mientras siga aquí seguiré demostrándole de lo que soy capaz— digo con el mismo tono que él utilizó conmigo minutos antes, y levanto la cabeza para mirarlo directamente a los ojos, sin importarme lo enojado que pueda estar.

—Espero sea así, porque si no te prohibiré la entrada a mi quirófano— susurra más calmado, solo para que yo pueda escuchar, y sus ojos negros enfrentan a los míos.

El Doctor O'Brien tiene cuarenta años pero esta tan bien conservado y ejercitado que si no hubiera leído por accidente su ficha medica seguiría pensando que tiene treinta, es una cabeza más alto que yo, así que debe estar por el metro ochenta y cuatro de altura, su cabello negro y barba bien cortadas le dan un aire superior, y aunque no se ven por el tipo de ropa que usa, puedo jurar que está tatuado, ya que de vez en cuando uno que otro tatuaje sobresale a nivel del cuello y muñeca dándole un aire tanto misterioso como exótico.

Nadie sabe su nacionalidad y su actitud es tan molesta y grosera que nadie le habla como para ser amigos, así que siempre pasa metido en un quirófano o en la residencia de médicos, ni siquiera sabemos si tiene familia.

—Le doy mi palabra— es lo único que le respondo, y terminamos la guerra de miradas.

Se da la vuelta y me deja ahí en medio de la sala, inhalo y exhalo con dificultad mientras miro a mi alrededor, lanzando miradas retadoras por si alguien me quiere decir algo, pero todos se dan la vuelta y siguen su camino.

La sala vuelve a quedar semi vacía, con varias mesas y sillas disponibles, busco la más lejana para sentarme, y me dejo caer en ella con cansancio, todo me está saliendo mal. Las cosas nunca me han sido fácil, pero parece que últimamente se han empeñado en destrozarme. Coloco mis codos sobre la mesa y acuno mi cabeza en medio de mis manos para poder seguir adelante con cada una de estas cosas.

ARRITMIA ©®Where stories live. Discover now