Capítulo 48

34.4K 3.3K 2.6K
                                    

Mantente brillando

Violett

Golpe, golpe, lágrima. Otra vez, golpe, golpe, lágrima.

Mi dedo no deja de golpear contra el suelo, haciendo un sonido constante. Empecé a golpear hace horas, porque el silencio me estaba volviendo loca.

—¿Yin? ¿Yang? Díganme algo — prácticamente suplico a ambas voces de mi consciencia, que dejaron de hablarme hace horas.

Me siento sola, me siento fría, me siento agotada. Empiezo otra vez, golpe, golpe, lágrima. En ese orden.

Recuerdo el rostro de mis hijos, la primera y la última vez que los tuve en mis brazos. Su calidez se quedó grabada en mi memoria, nunca había sentido algo similar, y desearía volver a sentirlo, quiero volver a verlos.

Kenneth el niño de papá, Kayden y Kaled los niños de mamá, los amo, y quiero tenerlos conmigo.

Abrazo con fuerza la sábana que fue tirada contra mi cuerpo la noche anterior, y siguen escapando lágrimas de impotencia. Lágrimas de tristeza y de necesidad. Una necesidad por mis hijos y por mi esposo, por mi familia y hasta por mis amigos. Quiero salir de aquí, volver a la seguridad de mi hogar, a enojarme con Killiam por maleducar a Kaya, a reír de sus estupideces, incluso a besarlo antes de dormir.

Extraño sus labios al besarme con esa fuerza que lo caracteriza, sus grandes manos cuando me acaricia, su aroma de cedro con canela que me vuelve loca, que me marea, y que me hace querer olerlo todo el día. Sus ojos celestes que brillan con alegría, a pesar que intenta mantener esa faceta de rudo, malo y sanguinario con todo el mundo, pero que cuando llega a casa se agacha a hablar con sus hijos y luego me dice que me ama.

Las palabras de O'Brien vuelven a mi mente, y con eso el temor de que Dante ya le haya hecho algo a mis hijos. Nunca estuve tan atemorizada del destino, peor creía en cosas más fuertes que la vida y tus propias decisiones, pero ahora me doy cuenta que no importa lo que haga, parece que el camino ya ha sido trazado.

—¿Saben? Ahorita me vendría bien que hablaran — vuelvo a insistir, pero otra vez nada, sigue igual, todo en absoluto silencio.

Controlo las lágrimas que intentan arrasar con mi poca cordura, debo ser fuerte, no solo por mí, sino por mis hijos, esos que no he podido ver desde que los tuve tras horas de dolor.

Pienso en los ojos mieles de Kaled, y en los celestes de Kenneth, y me imagino los de Kayden porque esos fueron los únicos que no pude ver del todo bien.

Un jadeo hace que me ponga alerta, me levanto con poca fuerza y me escondo en el rincón de la sucia habitación mal iluminada. Espero, y se escuchan más quejas, antes que la puerta sea abierta y poder ver a dos hombres grandes arrastrando a uno más pequeño.

Tiran el cuerpo dentro entre maldiciones y golpes. Me acerco con sigilo, siento mi frente latir, y mi pecho contraerse con cada paso dado. Es como si mi cuerpo fuera jalado por la curiosidad, pero al mismo tiempo siendo detenido por el miedo que genera toda esta situación.

—¡Oh Dios mío! —me arrodillo junto a el charco de sangre y agarro su rostro destrozado —No, no —veo las heridas abiertas en su abdomen y con la sábana las presiono para que dejen de sangrar.

—Stellina — su voz suena rasposa, casi sin vida, arrastra las palabras como si le costara mucho hablar —¿Estás bien? — pregunta preocupado.

—¿Qué haces aquí? —me dedico a ver sus ojos de distinto color, su cabello castaño bastante sucio, y su ropa está destrozada, empapada con su propia sangre.

—No había manera de encontrarte, y decidí entregarme para llegar a ti —tose varias veces luego de decir eso —Son demasiados túneles — afirma, y me dedica una sonrisa torcida.

ARRITMIA ©®Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz