Veintiuno.

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Jake.

–No te he dado las gracias –dice mientras baja al mínimo el sonido de la música. La miro de soslayo, la conversación no ha sido demasiado cómoda, más bien ha sido indolente y cansina como si ambos tuviéramos algo más importante que pensar antes de crear una conversación alegre.

–No es necesario –miro la hora, son más de las nueve, y falta menos de tres minutos para llegar a casa. Al parecer ella no ha sacado ninguna conclusión sobre la fiesta sorpresa y es probable que ni siquiera lo imagine.

–Lo es, Jake, ha sido un día maravilloso, en todo sentido, y es en gran parte por ti, me iluminaste el día.

–Te mereces lo mejor, Ary –mis palabras son sinceras, pero las siento hipócritas, no puedo dejar de pensar en lo que me ha dicho antes, en sus suaves palabras diciendo que me quería, y sé que no es el sentido de sentir, si no de desear. Me encantaría satisfacerla, es lo que yo ilusiono desde hace semanas, debo ser honesto, Ary despierta y revoluciona todas mi hormonas, Yo también la quiero, la deseo toda para mí y me siento el chico más imbécil de no haberlo pensado antes. Pude haber arreglado todo para hacerlo de forma acogedora y perfecta para ella; sin embargo…

Arianna se ha acercado a mí, una de sus manos está sobre mis muslos y la otra sostenido mi cabeza, yo no puedo despegar la vista de la autopista pero inclino mi cabeza y recibo el beso que sus labios estampan como marca de fuego en mi piel.

–Muchas gracias, Jake.

Ary usualmente me hace perder la noción del tiempo, desconcentrarme y dejarme como un idiota enamorado de todos sus movimientos. Pero ahora me siento fuera de mí, algo que incluso me es difícil explicar.

–Ay, Dios –exclama de pronto–. Aborrezco cuando los vecinos utilizan mi estacionamiento.

No puedo evitar reír, porque una fila de autos está aparcados en toda la cuadra, lo que además de dejarme sin aparcamiento, me confirma que ya deben estar prácticamente todos dentro de la casa.

–Espera aquí –susurro cuando termino de acomodar mi auto en un espacio vacío que está más cerca de mi casa que la suya.

Ya me he acostumbrado a rodear el auto con rapidez para abrir su puerta, no me gusta que Ary baje sola, no, me gusta estar ahí para cuando ella sale de mi coche, me gusta tomar su mano y verla sonreír.

Como ahora, que está esbozando una sonrisa tímida, tiene las mejillas muy ruborizadas y los labios rojos como si llevara mucho tiempo mordiéndolos.

–¿Me llevarás a casa? –inquiere.

–Sí, salvo que tú no quieras.

Ríe risueña respondiéndome fugazmente en respuesta. Nuestros dedos se unen enlazados, y por un segundo la mirada de ella baja hacia las manos, un brillo efímero cruza su mirada. Sigo sintiendo que me esconde algo, lo noto en su expresión y en su sonrisa.

–¿Qué? –espeta cuando descubre que no dejo de mirarla.

–Nada.

Ambos nos reímos, y gracias a dios la tensión ha disminuido, quizás solo nos faltaba eso…un poco de risas.

–Jake… –se detiene a pocos metros de la casa, su rostro no deja de emitir fulgor, parece segura de sus pensamientos, no obstante, de pronto su mirada baja y la incertidumbre cruza todo su semblante– Nunca me has llevado en tu espalda –termina de decir.

–Cuando niños te cargué cientos de veces –respondo.

–Cuando niños, no es lo mismo que ahora ¿no?

Solo túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora