Siete.

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Ary.

–¿Qué harás, exactamente? –me pregunta Christy desde su ventana que está justo frente a mi balcón.

–¿Con el regalo?

Hoy es viernes, el cumpleaños de mi hermano. Y no he visto a Jake desde el miércoles en la noche, que juro por Dios, no sé en qué minuto se fue, ni tampoco cómo fue que terminé durmiendo en mi habitación.

–No con el regalo, boba. Con Jake.

–¿Qué pasa con Jake? –inquiero haciéndome la tonta mientras me pongo el zapato que me falta.

–Has estado volando desde el día en que llegó –dice saltando hábilmente desde su ventana a la mía.

–Eso no es cierto, Christy. Solo he estado pensando las cosas del consejo. Es mucho trabajo ¿sabes? Más aun con la fiesta que debo planificar para la próxima semana de aniversario de EAS. Es un trabajo difícil tomando en cuenta que somos casi seiscientos alumnos en el instituto.

–Sí, lo sé. Pero no es el trabajo lo que te tiene en las nubes. Es Jake.

–Christy, por favor, solo somos amigos.

–Sí seguro, solo amigos. Pero resulta que se miran a los ojos y es como si vieran el cielo mismo en ellos, Ary. Son patéticos.

–Escucha Christy –me paro frente ella con las manos en las caderas–. Jake es mi amigo…más que mi amigo es como mi hermano ¿Tú podrías estar con tu hermano?

–Es que resulta que no es tu hermano, Ary. Y te gusta.

–No me…

–Sí te gusta, Ary, por favor no te mientas a ti misma.

Los ojos marrones de Christy me miran con profundidad, con ese tipo de sima que dice todo lo que sé pero no quiero reconocer ante nadie, ni si quiera ante mi misma.

Niego con la cabeza. Tratando de convencerme que las cosas no pueden ser de otra manera.

Salvo que quiera perder nuestra amistad.

Y por supuesto, esa no es ni de lejos una opción.

–Creo que únicamente el tiempo va a demostrarte lo que pasará, solo te advierto, Ary, que nadie espera para siempre.

Salgo de mi casa con el ánimo enterrado bajo tierra. No sé lo que quiero, aunque sí sé bien lo que mi corazón desea. Pero no me atrevo, no quiero dar el primer paso, no quiero que luego las cosas se derrumben.

Por primera vez no hablo con Christy en toda una clase, finjo prestar atención, porque ni siquiera eso soy capaz de hacer. No puedo entender lo que el Señor Sanders está diciendo.

Para la hora de almuerzo estoy mucho mejor, y eso se debe a que he evitado pensar en todo lo que sea relacionado a Jake, como por ejemplo todas las actividades que tengo planeadas para este aniversario.

Sin embargo cuando veo a Jake aparecer en la puerta de la cafetería con Josh, y todos mis pensamientos extras para olvidarlo quedan en el fondo de un abismo imposibles de rescatar en este momento.

–Buenos días, presidenta –saluda Josh–. Espero con ansias conocer tu problema existencial esta noche.

Christy ríe a carcajadas, y el resto de la mesa no parece entender nuestro chiste personal que se reduce básicamente a un mocoso de seis años.

–Pues más te vale tenerle al menos una pelota del equipo a mi problema existencial, Josh. Si no ya conocerás como es el pequeño Stacy.

Tengo miedo de mirar a Jake, como si al mirarlo fuese a descubrir los sentimientos que tengo por él. De modo que evito su mirada tanto como evito mis propios sentimientos.

Solo túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora