Seis.

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Jake.

¿No es necesario meterme en problemas por ella?

Haría cualquier cosa por ella.

Eso es todo lo que sé.

Y quiero patear el trasero de ese imbécil, pero Ary me ha detenido, de modo que me quedo muy quieto entre sus brazos.

Me quedo inmóvil, solo me dejo llevar por la tenue calidez del abrazo de Ary, mientras mis ojos siguen airados el paso del sujeto que se retira con el rabo entre las piernas, como si se avergonzase de pronto de lo que ha hecho. Sinceramente es un esfuerzo horrible mantenerme quieto sin dejar salir el arrebato que se zarandea en mi interior con deseos de matarlo. Me siento realmente fusioso, como cuando papá discutía con mi madre o cuando... simplemente como ahora, Ary es mi mejor amiga, y no soporto que alguien le haga daño, eso es obvio, sin embargo, siento que hay algo más, algo que me vuelve demasiado protector.

No sé cuanto tiempo ha pasado desde que el despreciable sujeto se ha ido, pero llevo bastantes minutos de pie en la misma posición,  y Arianna no ha sacado su rostro de las sombras. 

Lentamente intento arreglar la situación. Tomo sus muñecas, y la giro. Ahora queda enfrente de mí, pero sigue sin mirarme, entonces lo escucho. Un sollozo que hace eco en la habitación vacía. 

—Ary no llores por él. Te lo suplico —la separo de mí lo suficiente para ver sus ojos azules de niña colmado en lágrimas.

Y esto me supera, no puedo verla así, no por un maldito imbécil que no supo como amarla, hay muchas razones por las que podría verla llorar, pero no por esta. No por él.

—Lo siento, Jake...yo —se seca las lágrimas con premura, y noto la tristeza calcada en sus palabras.

—Ven, aquí, Ary —la abrazo, pero no de la manera que abrazas a alguien cuando estás feliz, sino de esa con la que intentas demostrar todo el aprecio que sientes.

Me sonríe cuando junto nuestras frentes y acuno su rostro con mis manos. Por fin la veo pequeña, el corazón no se me acelera de la forma que se me ha acelerado toda la semana. Ahora solo quiero protegerla.

Protegerla por sobre todas las cosas.

—Solo quería que estuvieras aquí —dice y sus palabras hacen eco en el silencio de ese espacio amplio—. Quería que me protegieras.

El corazón se me encoje, yo nunca me he sentido así. Y tampoco quiero que me suceda esto, no con Ary.

El miedo de perder nuestra amistad me aterra.

—Aquí estoy. No volveré a irme.

Sus manos presionan con fuerza mis bíceps como si de esa forma pudiese contener su llanto. Y eso me ocasiona ira. Porque el hecho de que ella esté sufriendo por un desgraciado al que ni siquiera le importan sus sentimientos, me enloquece.

Ary no debería sufrir por nadie.

Es demasiado buena para que alguien juegue con su sensibilidad.

Lentamente saco el abrigo que lleva aferrado en uno de sus brazos, y lo extiendo por su espalda.

—Debe de hacer frío afuera.

Ella asiente, luego pasa sus manos dentro de las mangas, se cierra solos dos botones del abrigo blanco y me mira con cariño sonriéndome de esa forma que me altera la respiración.

—Creo que necesitas un aventón a casa —aventuro con palabras cálidas y risueñas para robarle una sonrisa que pronto se convierte en risa.

—Sí, creo que sí.

Solo túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora