Veinte.

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Jake.

Debo admitir que estaba muy nervioso. No sabía cómo iba a reaccionar a Ary, pero todo salió bien, salvo el hecho de que casi se cae sobre Kent y el muy imbécil le dio un regalo antes que yo. Aunque bueno…Todos le dieron sus regalos antes que yo. Ahora viene la parte difícil, mentirle, nunca he sido bueno con las mentiras. Menos si a la persona que debo mentir es a quien amo. Pero debo hacerlo. Si quiero que las cosas salgan como planeamos, debo seguir las instrucciones de su madre.

–¿A dónde vamos? –me pregunta cuando termina de oler todas la flores que le he traído.

–Ya verás.

–¿Es una sorpresa?

–Algo así.

–Odio las respuestas cortas, Jake.

Dios mío, la amo, no puedo evitar reírme ni mirar esos ojos azules que me hechizan junto a su ideal sonrisa.

–Solo espera, Ary.

Miro de reojo por el retrovisor. Un auto acaba de adelantarme. Espero que ella no note que estoy haciendo tiempo.

–¿No has abierto ninguno de tus regalos? –pregunto.

A sus pies hay una bolsa enorme de regalo hasta los topes con otras bolsas y cajas más. Sin contar los que lleva dentro de su bolso.

Deben ser más de cien obsequios.

–No, los abriré en casa. A mamá le gusta ver como los abro.

Doblo en dirección a la avenida. Reduzco un poco más la velocidad, debo llevar a casa a Ary pasado de las nueve y media, y conociéndola sé que eso será difícil.

–Oye.

Su mano nívea presiona mi brazo que sostiene el volante. Noto que está inquieta, y no puedo seguir hablando tan poco.

–¿Qué sucede, amor?

–No lo sé –dice con voz suave y yo dejo de observar al frente para entender sus ojos.

La conozco tan bien que a veces puedo entender lo que ella dice solo con mirarla. Sin embargo esta vez no la comprendo. Sus ojos están rebosantes de brillo. 

Parece alegre y entusiasta, pero preocupada y tímida también. Como siempre sus mejillas tienen un color rosáceo, y sus labios están rojos como una frambuesa pero hay algo, más, algo distinto.

–Tú crees que… –sus dedos juguetean en mi brazo, y sus uñas color azul contrastan con su delicada piel blanca, la manicura está perfecta–. Crees que…espera, ¿vamos a tu casa?

Oh, no…ha perdido el hilo de la conversación. Asiento.

–¿Por qué? –pregunta.

–¿Por qué, qué?

–¿Por qué vamos a tu casa? –sus ojos brillan divertidos, dios, ahora no la entiendo, no sé qué es lo que desea exactamente y quiero que hoy sea perfecto.

–¿Puedes esperar? –le pregunto mientras aparco frente a mi casa.

–Ay, dios, no. Sabes que soy apresurada.

Oh, sí, sí que lo sé.

–Espera ahí, yo te abriré la puerta.

Rodeo el auto, no sé porque razón me siento tan nervioso. Ary es mi novia ahora, pero sigue siendo mi mejor amiga, y los momentos incómodos con ella antes no existían.

Abro la puerta y le tiendo mi mano para que la coja.

–No es necesario que lleves todo –le digo–. Solo baja tu bolso por si lo necesitas.

Solo túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora