Trece.

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Ary.

–VAS A VOLVERME LOCA, ARY.

Christy se lleva las manos a la cabeza dejándose deslizar lentamente por la puerta del camarín hasta caer al suelo.

–Hemos visitado cuatro jodidas tiendas esta semana y…–me observa con una mirada dramáticamente fulminante– ¡No has encontrado ni un solo jodido disfraz! La fiesta es mañana y tú y tus malditos gustos no tienen idea que mierda ponerse.

–Muchas palabrotas en una oración, Christy –niego con el dedo índice y me quito el horrible disfraz de abeja.

–Pues estoy furiosa contigo, estúpida y engreída Barbie –chilla dándome un fuerte manotazo en el hombro–. Cualquier maldito disfraz te queda horrorosamente bien y tú te has dado el gusto de rechazar todos y cada uno de los que te has probado como si tuviéramos mucho tiempo.

–Juro, dios juro por mi abuela que esta es la última vez que vendré de compras contigo, Christy. Eres estresada y odiosa.

–¿Estresada y odiosa, dices? ¡Estresada y odiosa! TÚ me estresas maldi…

La puerta del camarín suena. Christy cierra la boca y yo me tapo el cuerpo apresuradamente.

–He encontrado un par de disfraces más, señorita –dice la voz de la vendedora–. Creo que podrían quedarle bien.

–Oh sí, muchas gracias –dice Christy abriendo solo un poco la puerta para recibir otro par de disfraces más–. Esta chica es como el infierno. Nada le gusta, deséeme su suerte, señora.

Oigo la risa de la proveedora, y antes de que se vuelva cerrar la puerta suspiro.

–Ay, Dios, qué rayos es esto… ¿militar? ¿En serio? –Christy lo descarta de inmediato–. ¿Es que acaso cree que eres hombre? Vieja tonta.

Mira el siguiente disfraz y sus ojos se iluminan tanto como si acabara de encontrar el paraíso.

–Oh, Dios, ¡Es hermoso! Es P-E-R-F-E-C-T-O –Exclama viéndolo por todas partes–. Es perfectamente sexy para ti, Ary. ¡Cupido!

–¿Cupido? –lo pienso un segundo hasta que lo veo y lo descarto– ¡olvídalo!

–¿Qué? pero si es…

–Es un vestido corto y…

–¿Quieres ganar la maldita competencia? Pues te llevarás este disfraz y punto. Es tu taya, es lindo, sexy, y te apuesto una cena en Belle nuit a que nadie va disfrazada de cupido.

Sale por la puerta rápidamente, y antes de que yo termine de vestirme escucho un gracias, señorita por comprar aquí.

Al día siguiente. Después de una ardua mañana preparando el gimnasio para la fiesta. Estoy en casa, de pie frente al espejo, a punto de volverme loca, tengo una hora. Una hora para llegar a tiempo para la presentación, esa presentación que debo dar frente a todo el mundo vestida de ¡cupido!

–Te odio –le mascullo a Christy que da saltitos de emoción–. Te odio.

–Ya vas a dejar de odiarme cuando seas elegida como mejor disfraz esta noche –dice ahora cerrando la cremallera del vestido. De este maldito vestido rosa que llevo puesto.

–¿Te has dado cuenta que me queda como veinte centímetros  sobre las rodilla? –le pregunto mirando desde todos los ángulos posibles el vestido rosa pálido con un montón de tul y diseños rojos. Tengo que admitir que es muy bonito, pero no sé cómo demonios saldré de casa.

–¿Y qué? Te aseguro que todas estarán con vestidos como este. No seas anticuada.

Me pongo las medias rojas hasta el muslo a tono con los diseños del vestido y las alas de la espalda que Ary está acomodando para que se queden fijas. En seguida me calzo los zapatos altos que encontré en el armario de mamá y que gracias a dios son del mismo color que la tela pastel del vestido.

Solo túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora