Nueve.

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Ha pasado media semana desde que fue la fiesta.

Jake me trajo a casa dos horas después como nueva y al día siguiente además de ganarme un dolor terrible de cabeza, tuve que aguantar el enojo de Christy por haberla abandonado.

No había sido mi intención dejarla, pero tampoco quise excusarme, ella tenía razón yo la había olvidado por completo.

Ahora, precisamente me encuentro cumpliendo la parte del trato que Jake se ganó por conseguir cubrir los ojos de mi hermano en su cumpleaños.

Ya casi, los waffles están casi listos.

–¿No estás cansada? –me pregunta.

–Solo un poco –sonrío y pongo nuestra cena sobre la mesa.

–No es necesario que mañana cocines, Ary, tres días ya son suficientes.

–Hice un trato, Jake. Sabes que soy fiel a mi palabra.

Cargo solo la salsa de manjar hacia la mesa porque ahora sé bien que es la única que le gusta a Jake.

–Además le prometiste a José que jugarías con él toda la semana.

–Cierto, lo había olvidado.

Pongo cuatro waffles en el plato de Jake, y les aplico salsa de majar formando un bonito corazón en cada uno de ellos, en seguida escribo con cuidado Ary, examino mi obra y se lo cedo.

–Eso es nuevo –dice recibiendo el plato–. ¿A caso insinúas que me alimente con tu amor?

–Podría ser –sonrío pero siento como mis mejillas van ganando un color rojo carmín.

–Aquí huele maravilloso –la voz de mamá se escucha desde las escaleras, ella suele estar durmiendo profundamente a estas horas de modo que inevitablemente me sorprendo.

–Hoy no he comido nada de cenar, cielo, ¿tienes uno para mí?

Kate entra en la cocina con un su bata de dormir ceñida a su cintura, le sonríe a Jake, y luego a mí.

–Por supuesto –digo a pesar de que le daré uno mío. Reparto mi ración en dos y mientras espero que el agua para el té se termine de hervir, jugueteo con los dijes de mi brazalete viejo.

Rápidamente comienza a salir humo y suena el pito que avisa que está listo. Tomo el hervidor vertiéndolo en las tazas entonces todo mi cuerpo se congela.

–¿No crees que, Ary es la chica perfecta? No lo digo porque sea mi hija. Pero es realmente perfecta para mí, y no podría confiar a mi bebé con un chico que no fueras tú. Eres el ideal esposo.

Entre el pánico, la vergüenza y las ganas de golpear a mi mamá, no logro sostener bien la taza hirviendo que veo como se aproxima lentamente al suelo hasta estrellarse con un sonido sordo e inquietante contra las baldosas.

Gracias a dios llevo pantalones de chándal y las gotas de agua caliente no han llegado hasta mi piel.

–Lo siento –mascullo levantando presurosa los fragmentos de vidrios esparcidos en todos lados.

Miro a Jake que está de pie, tiene las mejillas sonrojadas, pero no quiero pensar que ha sido por el comentario de mamá.

–Ten cuidado, Ary. Lo recojo yo.

–¡DIOS MIO, VEN! –mamá exclama levantándose de su asiento con tanta rapidez que termina dando vuelta un jugo.

Este día no es del todo maravilloso. Pienso.

–¡Son el uno para el otro! Nacieron para complementarse.

–Acabas de dar vuelta el vaso de Jake, mamá, podrías dejar de comportarte como una niña por favor.

Solo túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora