Dieciocho.

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Ary.

El miedo recorre cada célula de mi cuerpo, los latidos de mi corazón son cada vez más frenéticos y mis piernas de a poco se convierten en flácidas gelatinas que no me quieren mantener de pie.

Los recuerdos golpean catastróficos mi mente y solo estoy de pie en la entrada de urgencias.

Arriana, tú puedes hacerlo, Jake te necesita, no dejes que te venza un estúpido miedo.

El rostro de mi mejor amigo aparece en mi mente, sus labios pálidos y su rostro manchado en sangre, solo en un cuarto de urgencias, y consumido en un sueño que es difícil enfrentar en agonía.

Con las manos temblorosas y con deseos de llorar me decido entrar a la sala, pero el olor a fármacos se agazapa en mi nariz y el terror se arremolina en mi interior llevando la bilis justo al límite de mi garganta, siento que voy a vomitar o desmayarme, soy un manojo de vivaces emociones y temo que no pueda hacerlo.

Sin embargo, justo a tiempo, otro recuerdo viaja a mi mente, llevándome a un tiempo de mi vida en el que sentí terror, a un momento que no me gustaría volver a revivir.

 ~Abrí los ojos en un lugar frío con tal desesperación que sentí todo de golpe, había estado sumida en una pesadilla de la que pensé no despertaría nunca, durante un tiempo que a mí me pareció interminable estuve dentro de una dimensión en la que una dama negra tejía un sueño con los peores miedos a los que era capaz de enfrentarme. Tenía tubos en el rostro y agujas en los brazos, entonces la desesperación me apabulló al darme cuenta que me encontraba totalmente sola en un lugar desconocido y en el que era incapaz de alzar la voz. Me sentí una rata de laboratorio durante intensas horas en las que imaginé las peores circunstancias~

Inspiro una bocanada de aire que apague la hoguera del estómago que me está asfixiando. Llevo de pie allí quién sabe cuánto tiempo, pero el llanto de un bebé me desconcierta. Dirijo la vista hacia la madre que entra lívida a urgencias con su niña en brazos y el rostro empapado en lágrimas de un dolor que creo no llegar a comprender del todo.

–¿Te encuentras bien? –una mano se posa en mi hombro sacándome bruscamente del estupor en el que me encuentro sometida, de forma que sin evitarlo reacciono a defensiva. El chico retrocede un par de pasos–. Tengo la impresión de que vas a…

Dejo de mirar al chico. El rostro de Jake vuelve parecer pálido en mi mente. Él me necesita, yo lo necesito. Como sea debo ir.

Sin contestar ni decir nada me dirijo hacia el mesón de asistencia con las piernas casi rígidas buscando al mismo tiempo la cédula de Jake. Mis manos tiemblan al igual que el resto de mi cuerpo pero creo que puedo controlarlo, al menos un poquito.

–Ay, dios ¿necesitas ayuda? –me pregunta la chica del mesón con gesto preocupado al verme. Sutilmente niego con mi cabeza, y deslizo el carnet sobre la mesa.

Seguramente he de verme como un zombi, pero no me importa. Levanto la mirada y la clavo en la mujer con ansiedad y suplica.

–Él –musito señalando la foto de Jake–. Necesito ver a Jake Thomas.

Solo túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora