23- EN BUSCA DEL CULPABLE

3.8K 304 26
                                    

AMBER HAZBUN

No sé qué es más difícil, si verte en el espejo y no reconocer lo que eres, o reconocerte, querer volver a ser lo que eras antes, pero no saber cómo hacerlo. Esa era yo. Un maldito enigma de mi propia vida.

Yo no volví a ser la misma desde aquel día. Todavía recuerdo la sensación cuando vi mi vida apagarse. Todo era frío y oscuro. Solitario y triste. ¿Cómo sobreviví? Nunca lo supe, pero el mismo día que morí, volví a nacer, solo que lo hice con un nuevo objetivo: ser peor que el daño que me habían hecho, aunque eso, lo iba a descubrir luego.

Caminar por el mundo odiándote a ti misma, no es fácil, pero todo empezó a ser mejor cuando conocí a Oliver y a Rebecca. Pudiera decir que ellos me salvaron la vida.

Unos meses después de que salí de la clínica, mis padres insistieron en que debía intentar volver a mi vida normal. Ellos no entendían —por más que se esforzaban— que mi vida jamás sería igual, y yo ya no tenía la fuerza para explicárselos.

No es fácil olvidar eso que te rompió. No es nada fácil eliminar aquello que se tatuó en tu alma como un recuerdo imborrable. Y por más que intento volver al inicio de todo para encontrar el por qué. Para entender por qué me tuvo que pasar a mí, no hay manera de hacerlo. Recuerdo ese momento todos los días en busca de respuestas, pero no las consigo; solo hay escenas borrosas y más preguntas: primero reíamos sin control. Luego lo vi más cerca de mí. ¿Qué estaba haciendo? Todo se veía muy borroso, pero el miedo empezó a apoderarse de mí. Hacía frío, pero podía sentir el sudor correr por mi cuerpo. ¿Por qué estaba haciéndome eso? Las paredes se parecían a las de mi habitación, pero no sabía en dónde estaba. Un impacto en mi cara, hizo que me aturdiera. ¿Qué estaba sucediendo? No podía entender nada. Otro impacto provocó que un silbido se ubicara en mi oído. Lo mismo se repitió hasta que mis ojos empezaron a ver rojo por la sangre. No podía moverme, y las lágrimas empezaron a acariciarme mientras caían por mi rostro. Cuando pensé que no podía ser peor, una presión en mi cuello comenzó a dejarme sin aliento. Me estaba faltando el aire y seguía sin poder moverme. La desesperación me estaba matando, pero era la persona que jamás pensé que me haría daño, quien en realidad lo estaba haciendo. Oscuridad fue lo último que vi antes de despertar en una clínica.

Después de eso, cerraba los ojos y ahí estaba él. Me costaba recordar con claridad todo lo que había pasado, y lo único que había eran imágenes distorsionadas. Intentaba borrar su rostro, su olor, mi miedo, pero era imposible. Los cerraba con más fuerza y todo era peor. No tenía forma de salir de la pesadilla que representaba vivir con ese recuerdo, hasta que sin darme cuenta, parada en el borde del techo de la universidad, había encontrado una salida.

No tenía miedo, al contrario, pensar en la idea de apagar mi dolor, me daba paz. Estaba decidida a hacerlo, cuando una voz me lo impidió.

—Dicen que los suicidas son unos cobardes. Yo no creo que sea así. Para mí, se tiene que tener mucho coraje para dar el paso de saltar de un edificio con más de treinta metros de altura ¿no lo crees, Rebecca? —dijo Oliver, quien llegó en compañía de Becca, y en ese momento eran solo dos desconocidos que habían llegado en el momento menos oportuno.

—Necesito que se vayan —solicité.

—No creo que eso vaya a suceder porque acabamos de llegar, pero no te preocupes por nosotros, no vamos a intentar convencerte de que no lo hagas porque es tu vida, y solo tú decides sobre ella. Además, te ves muy segura de lo que haces —agregó Oliver.

—Sé lo que intentas hacer. No soy idiota —le dije.

—Para mí eres una idiota por el simple hecho de estar ahí parada a punto de quitarte la vida —expresó Rebecca, sin filtros. Siendo una insensible como siempre.

Contra las reglas (Terminada)Where stories live. Discover now