32- EL JUSTICIERO ENMASCARADO.

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ALICE HARPER

Al borde de la locura, así era como me tenía Rebecca Wonder. Sus cambios repentinos de humor. El hecho de sentirla cerca y luego lejos, con esa tonta manía de seguir siendo la chica fría a la que no le importaba nada. ¿Por qué tenía que ser tan bipolar? Dios.

Si los humanos somos complejos, Rebecca era la reina de la complejidad y yo sin duda, de la idiotez, porque de muchas chicas, tuve que enamorarme precisamente de ella.

Enamorarme... sí, leyeron bien. Me había enamorado como una idiota de la persona más opuesta a mí. Me enamoré de todo lo que siempre alejé de mi vida. Me enamoré hasta los huesos, sin ninguna razón o explicación, y ese amor es el más peligroso y al mismo tiempo, el más puro y transparente, porque cuando amas, incluso, sin saber por qué lo haces, significa que tu alma está amando algo más allá de lo que se ve a simple vista. Significa que amas la esencia de lo que no se ve y esa es la forma de amar más bonita que puede existir.

Rebecca no iba a cambiar lo que era, y ahí estaba el dilema, que yo tampoco quería cambiarla, quería darle motivos para volver a creer. Quería curarle eso que la alejaba de lo que en realidad era. Quería darle un amor que le devolviera las ganas de entregarse sin miedo, pero no sabía qué era lo que la hacía ser así y tampoco sabía lo que esperaba de mí.

Isa apareció sin avisar y su presencia me incomodó, no porque me molestara, sino porque no me gustaban las visitas sorpresas y mucho menos cuando invadían mi espacio, aunque tampoco les voy a mentir, una de las razones principales, era que no quería que Rebecca me viera con ella, pero el destino se encargó de demostrarme que me odiaba, no solo cuando la escuché decir mi nombre, sino cuando Isa, sin ninguna explicación, decidió besarme justo frente a sus ojos.

Por lo que vi, a Rebecca no le importó el beso, de lo contrario me habría dicho algo, pero solo se enfocó en decirme lo que tenía hacer el día del partido. Verla tan decidida me inquietaba un poco, porque al final de cuentas eran sus amigos y sabía que tener que decidir entre ellos y su hermano, no era una decisión fácil.

—¿Estás bien? —le pregunté a Audry, quien cayó al piso después de que Rebecca la tropezó para irse.

—Sí, sí, estoy bien, gracias —respondió, mientras se levantaba.

—Eliot sigue igual. Su estado es delicado, pero se pondrá bien, no te preocupes —respondí la pregunta que le hizo a Rebecca antes de que la empujara.

—A chicos como él no debería pasarle cosas así... Ella... ella es la que debería estar en su lugar —expresó, mirando al pasillo por donde se fue Rebecca.

Estaba de acuerdo con ella en que a personas como Eliot no deberían pasarle cosas malas, pero pensar que le pudiera pasar a Rebecca, así como lo insinuó, hizo que un nudo apretara mi pecho dejándome sin respiración.

—Nadie merece que le pasen esas cosas —expresé.

—¿Cómo lo haces?

—¿Cómo hago qué? —No entendí a qué se refería.

—Alice, para nadie es un secreto que desde que llegaste, Rebecca y su grupo no han dejado de hacerte la vida imposible. No te voy a negar que para mí fue buena tu llegada, porque desde entonces yo volví a ser invisible, pero verte ser buena con ella, después de todo lo que te han hecho y de lo que le hicieron a Eliot. No lo sé, es raro.

—¿Por qué dices que después de lo que le hicieron a Eliot? Todos saben que fue un accidente.

—Sí claro... un accidente —dijo con cierto tono irónico—. Eliot tomando vodka hasta perder la cordura.

Contra las reglas (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora