28. UN VIAJE SIN RETORNO

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REBECCA WONDER

Alice y yo nos pusimos en marcha hacia el sur de la ciudad. Por primera vez teníamos algo en común: Descubrir quién estaba detrás de lo que le había pasado a Eliot.

El camino se me estaba haciendo eterno. Alice no decía nada y yo tampoco; era como si estuviéramos jugando "El que hable, pierde". El silencio y la incertidumbre de no saber qué era lo que iba a descubrir en ese lugar, me tenían a un paso de un ataque de ansiedad y creo que Alice lo notó.

—¿Estás bien? —inquirió.

—Sí, ¿por qué? —respondí de inmediato.

Alice llevó su mirada a mis manos al tiempo que levantaba sus cejas. No me había percatado de que estaba apretando el volante con mucha fuerza y en mis movimientos se veía mi inquietud.

—Solo estoy algo nerviosa. Es todo —respondí.

—¿Has pensado en lo que puedes llegar a descubrir hoy? —preguntó.

—¿Tú qué crees? —le respondí como si su pregunta fuera lo más tonto del planeta.

—No lo sé. Muchas personas tienden a mirar a otra parte para no tener que ver la verdad y enfrentarse a ella.

—Todavía no sabemos cuál sea la verdad, así que no estoy mirando para ninguna otra parte —contesté, con antipatía y ella dejó de hacerme preguntas.

Días antes, en todas las noticias se hablaba de fuertes cambios climáticos en toda California y los meteorólogos no se equivocaron. Cuando estábamos a casi treinta minutos de nuestro destino, una fuerte lluvia empezó a caer sobre nosotras.

—¡Lo que me faltaba! —expresé. Si había algo que odiaba, era manejar con lluvia.

Bajé la velocidad porque se me estaba haciendo muy difícil ver el camino y las ráfagas de vientos lo complicaban mucho más.

—¿Estás segura de que no quieres que te ayude a manejar? Te ves algo... nerviosa —dijo Alice.

—Creo que la que está nerviosa eres tú. ¿Temes por tu vida, Harper?

—La verdad es que no. Si tú vas al volante, me siento a salvo. —La miré confundida porque eso no era algo que diría ella.

—¿Te sientes a salvo conmigo? —pregunté, incrédula.

—¡Claro, Wonder! No hay nadie que cuide y valore más su vida que tú. Así que estando contigo nada malo me puede pasar.

Volteé para dedicarle una mueca de burla y ella dejó salir una media sonrisa.

Seguí condiciendo y el GPS indicaba que estábamos a quince minutos de nuestro destino y así lo confirmó el gran letrero que nos daba la bienvenida a San Diego, California.

Llegamos al lugar de renta de autos. La lluvia había cesado un poco. El cielo estaba completamente gris, pero los relámpagos que se dejaban ver tan imponentes, anunciaban que la lluvia que se fue, había sido solo una advertencia.

Me estacioné y Alice se bajó de inmediato. A mí me estaba costando un poco. Seguía sin estar lista para descubrir la verdad.

—¿La princesa de Mónaco quiere que le abra la puerta y la ayude a bajar de la carroza? —Escuché a Alice decir, con sarcasmo.

Respiré profundo buscando la fuerza que necesitaba para enfrentarme a lo que venía y bajé del auto.

—Esta vez déjame hacerlo yo, ¿OK? —Más que una petición parecía una orden, o incluso, un reproche.

Contra las reglas (Terminada)Where stories live. Discover now